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EUGENIA GARCÍA
GIJÓN.
Jueves, 9 de abril 2020, 02:15
Una palabra, «familia», alumbra aún más la pared multicolor del exterior de una nave abandonada de El Natahoyo coronada por una bandera de Asturias. También se lee un nombre: el de Ramón Rivas Abad, 38 años, habitante de un lugar construido con otra ... función (envasar legumbres), pero que a falta de uno mejor ha convertido en su hogar. Ahí donde hace meses solo había escombros, basura y chatarra pasa hoy la cuarentena este avilesino que asegura que lo más duro -que también- no es el frío ni la soledad. «Lo peor es no poder ver a mi hijo». Einar cumple hoy 17 meses y su padre no lo ve desde marzo. «Vive en Ribadesella y preferí no ponerle en riesgo».
Tatuador de profesión, Ramón explica que se encuentra sin hogar desde hace año y medio, cuando se separó de la madre del niño. Estuvo un tiempo haciendo el Camino de Santiago pero «la palabra mágica papá» le trajo de nuevo a Asturias. «Me dije que quería estar a su lado y criarlo, sin importar las circunstancias». Y fue, dice, siguiendo las conchas del peregrino como se encontró con la nave de la calle América. «Era un vertedero», pero se instaló en él para estar más cerca de su hijo, que por entonces vivía en Gijón.
Comenzó con una pequeña tienda de campaña en una esquina de la nave, que lleva dos décadas abandonada. Con 'Noviembre', su perro, como única compañía, fue decorando el espacio: a la izquierda, una gran pared donde dar rienda suelta a su creatividad. A la derecha, construyó una vivienda con materiales encontrados en contenedores. Superó los meses de más frío, el temporal 'Gloria', que inundó la nave y reventó el tejado.
Ya asentado, comenzó a tramitar su empadronamiento con la idea de solicitar alguna ayuda social y una vivienda digna. Pero el coronavirus ha frustrado sus propósitos. «Todo está parado», lamenta. «Antes podía buscarme algún trabajo ocasional, pero ahora no hay manera. Y con cero ingresos y sin ayudas, todo se complica». Tiene agua gracias a una vecina y para la comida «me busco la vida entre el comedor social y amigos». Ahora busca una cocina de camping gas. «Soy fuerte y lo superaré, pero creo que esta crisis nos afecta el triple. El confinamiento es más duro sin agua, sin luz, sin poder salir a la calle a despejar, porque aunque la nave sea grande a veces también es como una cárcel», reflexiona.
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