Secciones
Servicios
Destacamos
EVA FANJUL
GIJÓN. «
Miércoles, 6 de mayo 2020, 02:34
Atrapado en una especie de limbo». Así describe el gijonés Ramón Alonso cómo se siente tras cincuenta días confinado en una pequeña habitación de su casa. Cuando el 14 de marzo empezó a encontrarse mal y a tener décimas de fiebre, en ningún momento pensó que podría deberse al COVID-19. «Tengo 59 años y siempre he sido bastante resistente y sano, por eso lo achaqué, en un principio, al cansancio», comenta. Incluso cuando al día siguiente de hacer el test le confirmaron que era positivo le «costó creerlo», asegura.
Sin embargo, ahora, a lo que no da crédito es a que, pasado todo este tiempo, y sintiéndose mejor, «no me dan el alta y digan que no pueden hacerme la prueba. De hecho, insisto cada vez que me llaman y siempre me responden lo mismo, que no pueden porque no están autorizados».
Esto es algo «surrealista y sin sentido», afirma. «¿Cómo puede ser que te diagnostiquen COVID-19 y luego no puedan comprobar si estás bien o no? ¿Cómo me van a dar el alta, entonces, o es que pretenden hacerlo sin estar seguros?», recrimina.
Su positivo hizo que confinaran a los cinco miembros de la familia. Ahora, a su mujer y a sus hijos ya les han dado el alta médica, «aunque sin hacerles ningún tipo de prueba porque, pasado tanto tiempo, no presentan síntomas».
Noticia Relacionada
A él, hace más de una semana que su médico de cabecera le dijo que ya puede dejar la habitación y convivir con su familia extremando la higiene y manteniendo la distancia, pero se niega por miedo a contagiarlos. «Aún tengo fatiga y, aunque estoy mucho mejor, no me siento al cien por cien. ¿Quién me garantiza que no sigo transmitiendo el virus y no se van a poner enfermos?». En especial, le angustia contagiar a uno de sus hijos que es asmático. Por eso, insiste, «necesito que me hagan un test para ver si doy negativo, es lo mínimo que pueden hacen por las personas que nos hemos visto afectadas por el coronavirus. No podemos poner en peligro a nuestros seres queridos ni a otras personas».
«Estar confinado es duro, pero la soledad del aislamiento en una pequeña habitación, sin poder relacionarte con los tuyos, puede ser angustioso», cuenta.
El tiempo se ralentiza entre esas cuatro paredes y la cabeza no para de dar vueltas. «Dormí mucho, sobre todo, cuando estaba peor. Luego he aprovechado para leer, ver películas y también paso mucho tiempo con internet y el ordenador». Ramón Alonso asegura que durante los días en los que se encontró peor y con mayor dificultad respiratoria no pasó miedo pero «sí mucha preocupación por los míos».
El único contacto con el mundo exterior es el ventanal de su habitación. A través de ella, observa cómo la gente ha vuelto a la calle y a pasear por un parque cercano. «Lo cierto es que me alegra ver que, al menos, aquí guardan la distancia de seguridad y van con mascarilla», comenta.
Ahora solo espera que en breve pueda salir. «Cuando llegue ese momento lo primero que haré será dar un paseo tranquilo. Tan solo una vuelta a la manzana y respirar el aire de la calle. Eso va a ser lo mejor, poder respirar fuera de esta habitación, solo me apetece eso», asegura.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.