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Reflexivo. Otín, rodeado de libros, como le gusta estar. José Ramón Ladra
El científico que dio con las claves de la vida
Carlos López Otín - Ciencia

El científico que dio con las claves de la vida

Carlos López Otín. Referente internacional en la investigación del cáncer, el genoma y las enfermedades hereditarias, su objetivo y su lema siempre ha sido «conocer para curar»

Jueves, 26 de septiembre 2024, 17:49

En diciembre de 2023 se desvinculó de la Universidad de Oviedo, después de 37 años como profesor e investigador, habiendo alcanzado las mayores cotas de excelencia y habiendo situado a la institución académica en la élite de la ciencia. Pero ni siquiera la jubilación ha frenado la actividad de un trabajador incansable, discreto, humilde, generoso, alguien que no recuerda «ni un solo día en el que no haya estudiado, leído o pensado acerca de la vida humana, de otros organismos y, sobre todo, de las enfermedades».

Así que, después de haber «educado en el asombro» a más de 15.000 alumnos, el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular vuelca ahora su empeño y saber en seguir tutelando, como mentor, a estudiantes y discípulos. De igual forma que fue espoleado por sus padres el interés insaciable por entender lo desconocido, el innato afán por aprender que mostraba aquel Carlos niño que en su casa de Sabiñánigo, a los pies de los Prineos oscenses, desmontaba relojes para tratar de desentrañar su funcionamiento y que, por encima de todo, ansiaba entender las claves fundamentales de la vida y de las enfermedades.

A eso ha dedicado toda su vida Carlos López Otín, todo un referente internacional en la investigación del cáncer, del genoma y de las enfermedades hereditarias. A estudiar las claves de la salud y de la vida «molécula a molécula, proteína a proteína, gen a gen».

Su grupo de trabajo en la Universidad de Oviedo –ese en el que López Otín siempre ha rehuído de los focos y ha preferido situarse en un segundo plano, dando protagonismo a sus compañeros– ha permitido identificar más de 60 nuevos genes humanos y analizar sus funciones en la progresión tumoral y en otros procesos normales y patológicos, así como descifrar el genoma de centenares de pacientes con leucemia o hallar nuevos genes causantes de la muerte súbita y el melanoma hereditario.

De ese laboratorio del Edificio Santiago Gascón, anexo a la Facultad de Medicina, han salido trabajos que han abierto las puertas a importantes vías de investigación y tratamientos para patologías como el cáncer, la artritis, el envejecimiento prematuro y una decena de enfermedades hereditarias. Contribuciones que han tenido un impacto en la vida de muchos miles de personas en todo el mundo, pero con las que él habría quedado igual de satisfecho de haber servido para mejorar la vida de una única persona.

Las investigaciones y hallazgos salidos de su laboratorio han dado renombre a la Universidad de Oviedo, situándolo en lo más alto a nivel nacional y entre los mejores del mundo. Suya fue la primera, y por ahora única, ERC Advanced Grant, el más prestigioso programa europeo de apoyo a la investigación de vanguardia, conseguida por la institución académica asturiana: 2,5 millones de euros para investigar nuevas oportunidades de mejorar la salud humana, mediante el estudio de los mecanismos moleculares del envejecimiento.

Y todo, como le gusta destacar al propio Carlos López Otín, se ha logrado «desde un pequeño lugar de la periferia de un país poco aficionado a la ciencia». Es algo que con frecuencia ha repetido en sus charlas de divulgación: que se puede contribuir al progreso de la ciencia desde cualquier rincón porque, insiste, «el talento es el bien mejor repartido en el planeta».

La máxima de «conocer para curar» ha guiado siempre sus pasos. Desde los primeros años de estudiante de Química en la Universidad de Zaragoza, los de la especialización en Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid y los de su primer trabajo –aún si haber concluido la carrera– en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid hasta desembarcar en Asturias, en la Universidad de Oviedo, en 1987.

Ahí empezó a poder desarrollar su interés por el cáncer con una línea de investigación propia y a despuntar como científico. Con el Proyecto Genoma Humano, lideró la secuenciación del genoma de varios tipos de cánceres, ayudando a identificar mutaciones clave en el desarrollo del tumor y abriendo nuevas vías para lograr terapias personalizadas. Gracias a estas investigaciones, López Otín se convirtió en una figura prominente en la biología del cáncer a nivel mundial.

Néstor y Ana

De la calidad humana de este «sabio» –doctor Honoris Causa por varias universidades y Medalla de Oro por la de Oviedo, Premio Nacional de Investigación e Hijo Adoptivo del Principado, por citar solo alguno de sus múltiples reconocimientos– que, a decir de sus iguales, encarna como nadie «los valores humanistas del científico», dan buena cuenta dos ejemplos.

El primero tiene que ver con Néstor, un niño que, a los diez años, se quedó sin pelo y vio cómo su piel se arrugaba y cómo los huesos empezaron a debilitarse como los de un sexagenario. Padecía progeria, una extraña enfermedad hereditaria que causa el envejecimiento prematuro en plena infancia y sitúa la esperanza media de vida en los quince años. Néstor murió, pero López Otín siguió llamando a sus padres el día de su cumpleaños y ellos continuaron mandándole dulces por Navidad.

El segundo, más reciente, tiene que ver con Ana, una niña de siete años con un glioblastoma (un tumor cerebral). La pequeña dispuso de todas las estrategias más modernas e, incluso, de protonterapia, una nueva forma de radioterapia dirigida. Aun así, el tumor pudo con ella. Fue una muerte que «he vivido con muchísimo dolor», reconocía López Otín en una de sus últimas entrevistas y en la que enlazaba este relato con una afirmación categórica: «Hay que evitar la arrogancia, porque seguimos siendo ignorantes. Todavía nos queda mucho por saber».

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