Representación de la sonda New Horizons junto a Plutón

Un primer vistazo al último planeta

La sonda New Horizons rozará Plutón el próximo martes en un viaje que cierra una época de la exploración del Sistema Solar

Borja Robert

Lunes, 13 de julio 2015, 17:08

El martes de madrugada, hora terrestre, la sonda New Horizons pasará a pocos miles de kilómetros de Plutón a toda velocidad. La nave de la NASA está a punto de cumplir una misión que se ha prolongado casi diez años y que cierra una época en la exploración de nuestro sistema solar. Probablemente, será la última vez que cualquier ser humano vivo en la actualidad sea testigo de la primera visita a un planeta. Apenas será un vistazo, pero permitirá conocer de cerca lo que hasta hace poco no era más que un minúsculo punto brillante al alcance solo de los telescopios más potentes.

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     Aunque se descubrió hace 85 años, apenas se sabe nada de Plutón. Está muy lejos y es más pequeño que la Luna (la de la Tierra). Está claro que tiene una tenue atmósfera de metano y nitrógeno y se sospecha que tiene un núcleo rocoso. Y poco más. Hace tres semanas nadie sabía que es de color anaranjado. Dos de sus cinco lunas -si es que no hay más, que está por ver- se encontraron en 2012 y 2013, durante parte de los preparativos de la llegada de New Horizons. Casi todo lo demás es un misterio, así que la comunidad científica está como loca por llegar de una vez.

     El martes, a la 1.30 horas, una nave fabricada por humanos rozará el planeta enano a unos 12.000 kilómetros de su superficie y a una velocidad de 50.000 kilómetros por hora. Pese a lo que pudiera parecer, más que suficiente para retratarlo con gran detalle. Según el líder de la misión, Alan Stern, si New Horizons pasase sobre Nueva York a la distancia a la que va a sobrevolar Plutón, podría fotografiar los estanques de Central Park. Tras casi una década de espera -se lanzó a comienzos de 2006-, en los próximos días va a multiplicarse la información disponible sobre el que fue, durante muchos años, el último planeta. Todavía nadie sabe con certeza qué van a encontrar, aunque una de las apuestas más seguras son volcanes activos que en vez de magma expulsen hielo.

     Aunque New Horizons despegó en 2006 -casualmente el mismo año en que la Unión Astronómica Internacional degradó a Plutón a la categoría de planeta enano-, la misión empezó a gestarse en los 90 y se canceló varias veces. Su director se jactó recientemente ante el New York Times de solo haber hecho una predicción, hace más de veinte años, sobre qué iban a encontrar. «Predije que encontraríamos un Plutón de dos palabras: simplemente maravilloso», afirmó. «Y está resultando ser exactamente cierto. Resulta que el sistema de Plutón es fascinante».

     Plutón no solo es pequeño y lejano, también es el bicho raro. Su órbita es tan elíptica que a veces convierte a Neptuno en el planeta más alejado del Sol. Además, está un poco inclinada (16 grados) con respecto a la de los demás. Se cree que es uno de los objetos más grandes del Cinturón de Kuiper, una región del Sistema Solar de donde llegan algunos cometas. Pese al disgusto de muchos, ya ni siquiera se considera un planeta de pleno derecho. Es un enano junto a desconocidos para el gran público como Eris, Ceres, Makemake y Haumea.

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     Junto al instrumental científico, que poco a poco se despierta para estar a pleno rendimiento el martes, New Horizons lleva consigo unos cuantos recuerdos de la Tierra. Unos gramos de cenizas de su descubridor, Clyde W. Tombaugh, que donó su esposa a la misión; un CD con los nombres de cientos de miles de personas -la NASA lo ofreció, y más de 400.000 lo aprovecharon- y un par de monedas conmemorativas de dos estados de EE UU.

     Durante su vuelo rasante sobre Plutón, New Horizons apuntará todos sus sensores tanto hacia el planeta enano como hacia sus lunas. Se fotografiará su superficie en el máximo detalle posible y un espectrómetro de masas analizará sus principales componentes. Se esperan sorpresas, porque cada primera visita a un nuevo planeta las ha tenido. Y según se acerca el momento, empiezan los nervios. Como nunca nadie había llegado tan cerca, se teme que una luna pequeña sin descubrir, o un minúsculo campo de rocas en órbita alrededor del planeta, puedan desintegrar la sonda de forma inesperada. Los modelos matemáticos dicen que hay una posibilidad de catástrofe entre cinco mil.

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