Cien años exhibiendo la pujanza de Asturias

En Gijón, entre el río Piles y la carretera de Somió, cada mes de agosto ocurre un mundo. Tan difícil de explicar a quien no lo conoce como difícil es encontrar en Asturias a quien no lo haya habitado algún verano. Y es que el lugar común de 'cita ineludible' se queda corto cuando el «¿ya fuiste a la Feria?» ha adquirido categoría de frase recurrente en cualquier conversación estival en la región. La Feria Internacional de Muestras de Asturias, la Fidma, es rutina anual y nostalgia, pero también actividad económica. En los 160.000 metros cuadrados del recinto ferial Luis Adaro, a lo largo de dos semanas de incesante ajetreo se compra, se juega, se mira, se come... Yse recuerda. Desde los bautismos de aire en helicóptero a la compra del primer coche familiar, pasando por el primer trabajo de temporada tras una barra de bocadillos. Muebles y sartenes, artesanía e innovación, gastronomía y segadoras, conferencias y acuerdos comerciales. Un mundo tan diverso y pequeño en el que todo se toca y se entremezcla, pues cualquiera de sus elementos sería inconcebible sin el resto. No sería la Feria. Un mundo ya centenario por el que el pasado agosto, en su edición 67, transitaron 744.332 personas –una media de más de 46.000 al día– y que fue escaparate para 720 expositores y más de dos mil marcas.

Su precedente se remonta a los últimos coletazos del siglo XIX. En diciembre de 1898 se fundó la Cámara de Comercio de Gijón bajo la presidencia de Luis Adaro y Magro, quien impulsó como una de las primeras acciones la organización de una Exposición Regional que mostrara las capacidades de una región que vivía un auge gracias al capital de emigrantes retornados de Cuba tras la independencia de la isla, «e inauguró el 23 de julio de 1899 en los Campos Elíseos, un vasto espacio que permitió habilitar zonas de paseo y espectaculares pabellones. Para el principal se utilizó el teatro Obdulia (luego rebautizado de Los Campos Elíseos), pero hubo también edificios propios destinados a las Bellas Artes y las Artes Industriales, además de atracciones como una montaña rusa y una gruta con juegos de agua. Duró casi dos meses y sus 612 expositores recibieron la visita de más de 122.000 personas.

Pasó un cuarto de siglo hasta que en 1924 tuvo lugar en el paseo de Begoña la I Feria de Muestras Asturiana, que se prolongó del 15 al 31 de agosto y fue clausurada por el entonces Príncipe de Asturias, Alfonso de Borbón y Battemberg (primogénito de Alfonso XIII). Contó con 300 expositores y dejó de dulce legado para la historia los emblemáticos carbayones de Camilo de Blas, un pastel creado ex profeso para la feria por encargo del alcalde de Oviedo, además de las princesitas de La Playa. El alcance regional del evento quedó patente el mismo día de su inauguración, con presencia de representantes de varios ayuntamientos (Oviedo, Avilés, Mieres, Langreo, Ribadesella, Nava…) y de autoridades civiles y eclesiásticas, como el obispo. Su gran recepción animó a repetir la experiencia en 1925, trasladando su celebración a los Campos Elíseos –con un recinto de 24.000 metros cuadrados que se prolongaba desde la actual calle Ramón y Cajal hasta Vicente Innerarity– y pasando a ser internacional al invitar a participar en la misma a varios países europeos y americanos, lo que se tradujo en un importante número de marcas extranjeras entre sus 400 expositores. Al año siguiente logró la distinción de Feria Oficial y, ya afianzada, su creciente éxito obligó en ediciones posteriores a ampliar el recinto hasta los 38.000 metros cuadrados, añadiéndole además en 1928 una Exposición Agropecuaria.

En 1930 Juan Manuel del Busto presentó un anteproyecto para construir un recinto ferial de 100.000 metros cuadrados inspirado en el de la Exposición Universal de Barcelona, pero los proyectos de futuro quedaron truncados al año siguiente por las dificultades económicas y la suspensión de las ayudas municipales.

Pasaron la II República, la guerra civil, la posguerra y la II Guerra Mundial hasta que en 1946 se celebró en la manzana del Continental la Exposición de Productos del Noroeste de España, considerada como la octava edición de la Fidma. No sería sin embargo hasta 1965 cuando, bajo la presidencia de Luis Adaro Ruiz-Falcó, la Cámara de Comercio recuperó la Feria, que ese año se celebró en el entorno de la Escuela de Peritos. En 1966 se mudó junto al Piles y utilizó como pabellón principal la estructura de hormigón de la Tribunona de El Molinón –ocupando además los bajos del estadio, el aparcamiento y parte del parque de Isabel la Católica– y ese mismo año se planteó la creación de un consorcio entre la Cámara, el Ayuntamiento y el Principado para adquirir los terrenos del actual recinto ferial, donde la Fidma se estrenó en 1967, conectada aún con la Tribunona a través de un enorme puente aéreo.

Desde entonces la Feria Internacional de Muestras de Asturias no ha faltado a su cita anual con los asturianos, salvo durante la pandemia de 2020, y su crecimiento en actividad, superficie e instalaciones ha sido constante, incorporando elementos como el Pueblo de Asturias (1968), el pabellón central que permitió abandonar la Tribunona (1971), el primer pabellón de la Caja de Ahorros (1973, ahora ocupado por Telecable), el pabellón de las Naciones (1974), su primera entrada monumental (1981), el Palacio de Congresos (1992)…

Ahora la Fidma inicia su segundo siglo de vida con un plan de modernización y renovación de instalaciones cuyas obras arrancarán este mismo año y con proyectos a medio plazo para abrir una nueva entrada por el oeste (desde el parque de los Hermanos Castro) que permita una reordenación de espacios y amplíe la funcionalidad de un recinto cuya actividad ya va mucho más allá de unos días de agosto y de la feria para la que fue concebido, albergando a lo largo del año numerosas exposiciones temáticas, reuniones empresariales, congresos y eventos lúdicos y de ocio. Aunque agosto sigue marcado en rojo, porque toca ir a la Feria.

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