«Los chigres son un servicio público»
Víctor el de Cimavilla se suma a apoyar a la hostelería asturiana ·
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Víctor el de Cimavilla se suma a apoyar a la hostelería asturiana ·
El cantante gijonés y hostelero retirado muestra su apoyo al sector en una Semana Grande en la que no sonó su 'Gijón del alma'PABLO A. MARÍN ESTRADA
GIJÓN.
Sábado, 15 de agosto 2020, 03:39
Para Víctor García, Víctor el de Cimavilla, como para todos los gijoneses, esta ha sido una Semana Grande para pasar página en el calendario con la esperanza de que la próxima pueda volver a celebrarse como corresponde y admite que lleva días arrastrando el pesar de no haber podido saludar a la ciudad poniendo voz al 'Gijón del alma' desde el balcón municipal. «Tenía que haber estado cantando ahí detrás del pregón, como todos los años, porque ye como si estuviese ya institucionalizáu, pero bueno, lo intento llevar bien, porque gracies a Dios, problemas económicos no tengo y toco madera», confiesa, con su humor 'playu' habitual. Con la misma sinceridad, deja bromas aparte para sumarse sin dudarlo en el respaldo al sector hostelero, que tanto han significado en su vida, a un lado y otro de las barras. «Yo estoy al lado de la hostelería siempre. Hay que estarlo y yo les apoyo en todo lo que pueda», afirma rotundo.
Victor tiene claro que «los chigres, les cafeteríes, los restaurantes son un auténtico servicio público y lo son desde siempre. Ahí se reúnen amigos, personas solitarias, gente a cantar. Es una maravilla. Para no estar encerrados en casa y en nosotros mismos son necesarios los bares. Y hoy más que nunca», declara. Lo sabe con conocimiento de causa el hombre que tuvo abierto durante 37 años su bar de Cimavilla, por el que recuerda «pasó todo Gijón y toda España, famosos y no famosos, actores, futbolistas, hasta legisladores del Tribunal Supremo». El músico gijonés evoca con nostalgia los nombres de los locales que le marcaron en las noches del barrio alto: «El Mesón del Gallo, donde empecé a cantar, La Cabaña, a donde iría después, el Carrizo o El Montecillo de Luis el Cubano, que se fijó en mí y me ofreció ir a trabajar allí». Luego le tocaría a él ejercer de la doble función de artista y hostelero en su bar Víctor y en el recuerdo emocionado, entre veladas de boleros y cante, hay presencias que aún siguen muy vivas como la de 'Rambal': «Venía a cerrar tomando una copina de 103, que era lo que él bebía, siempre fue correcto y alguien que sabía estar», cuenta.
El Víctor cerró sus puertas «cuando por Cimavilla empezaba el botellón y la chavalería y ya no era como antes». Bajo su batuta tendría otro local abierto a la música en vivo, el Cambrils, en el Muro, un guiño a la localidad catalana donde conoció a Javier Díaz, de Zapato Veloz, el autor de su 'Gijón del alma'. Y todavía probaría fortuna en una sidrería con su nombre en la calle Perlora. Por propia experiencia reconoce que «la hostelería no se valora: es una profesión muy sufrida, los horarios tremendos, trabáyase muches hores y aguántase mucho a la gente». Ello le lleva a sentirse especialmente cercano ahora a quienes viven de ella: «La pandemia echó a muchos a pique, otros lo están pasando mal. No entiendo el cierre de horarios, que haya precauciones, sí, pero que los dejen trabajar. Yo estoy con ellos», recalca de corazón.
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