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El castillete del Pozu Barreo, en primer plano, con el centro de investigación de Mieres al fondo. JUAN CARLOS ROMÁN
Mieres

El castillete de Barreo, un albergue en el campus y una danza antiquísima

A UN PASO DEL CAMÍN ·

Por la ruta del Salvador. La única villa de Asturias que lleva en su nombre la vía jacobea sigue recibiendo peregrinos de paso a Oviedo y Santiago

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Lunes, 10 de octubre 2022

Aun paso del Camín, Mieres, el único lugar de Asturias que lo lleva en el nombre, recibe al peregrino que recorre la ruta del Salvador con la misma hospitalidad que ha brindado a los romeros jacobeos desde sus orígenes como villa y aún antes, cuando era apenas un conjunto disperso de barrios y caseríos perteneciente al viejo 'Concechón' de Lena. Cuando entra en la vega del Caudal, tras seguir su curso y cruzarlo a una u otra orilla en el actual itinerario oficial, el caminante lleva en sus piernas tan vivo como en su memoria el arduo trayecto andado desde que dejó atrás las últimas tierras llanas de León para adentrarse por los escarpados vericuetos de la cordillera Cantábrica. En la retina trae el oro viejo de los muros de Arbas del Puerto, el perfil imponente de las Ubiñas desde el alto de Payares, la mágica serenidad de la sombra de los castaños en San Miguel del Río, el eco latente del dios Vindos en el santuario de Bendueños o el respiro al volver a llanear atravesando Campumanes. La histórica villa minera es un nuevo alivio que le servirá para hacer acopio de energías antes de acometer el repecho del Padrún.

El castillete del Pozu Barreo saluda al viajero que se interna en una Mieres del siglo XXI para conducirlo entre los modernos bloques del campus universitario, un espejismo futurista para quien haya hecho el mismo trayecto apenas dos décadas atrás y en cuyo recinto se ubica actualmente el albergue de peregrinos municipal. Un gran cartel da la bienvenida en diversos idiomas a la entrada del edificio que comparte con la residencia de estudiantes y la cafetería. Alejandro Bonilla, encargado del alojamiento, cifra en una media de entre 10 y 15 romeros al día la temporada veraniega: «Aunque a veces llegan cuatro o ninguno». Entre los perfiles, «los hay de todas las edades, españoles y extranjeros, con predominio de los primeros y también son mayoría los que hacen la ruta de León a Oviedo, menos los que siguen hasta Santiago», explica. Mientras conversamos con él afirma que arriba, en la segunda planta -la destinada a ellos- descansan los cuatro que han llegado hoy a Mieres.

Arriba, Alejandro Bonilla, responsable del albergue municipal de peregrinos en la residencia de estudiantes. A la izquierda, Elena Estébanez, vecina del Carmen. A la derecha, Ismael María González Arias, en la capilla de El Carmen, en el antiguo barrio de La Villa d'Arriba. MARIA RENDUELES
Imagen principal - Arriba, Alejandro Bonilla, responsable del albergue municipal de peregrinos en la residencia de estudiantes. A la izquierda, Elena Estébanez, vecina del Carmen. A la derecha, Ismael María González Arias, en la capilla de El Carmen, en el antiguo barrio de La Villa d'Arriba.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Alejandro Bonilla, responsable del albergue municipal de peregrinos en la residencia de estudiantes. A la izquierda, Elena Estébanez, vecina del Carmen. A la derecha, Ismael María González Arias, en la capilla de El Carmen, en el antiguo barrio de La Villa d'Arriba.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Alejandro Bonilla, responsable del albergue municipal de peregrinos en la residencia de estudiantes. A la izquierda, Elena Estébanez, vecina del Carmen. A la derecha, Ismael María González Arias, en la capilla de El Carmen, en el antiguo barrio de La Villa d'Arriba.

Avanzamos por la zona que más ha crecido en los últimos años en la capital del Caudal, como consecuencia de la urbanización emprendida para construir el Campus. Muy cerca del viejo barrio de La Villa d'Arriba, solo queda el nombre genérico y media docena de casucas en ruinas. Ahí vio pasar el flujo de generaciones de peregrinos el palacio barroco de Camposagrado, edificado en torno a un torreón del siglo XIII. Desde hace décadas es el instituto de enseñanza media Bernaldo de Quirós, la prominente familia que lo tuvo por casa solariega. Frente a él, la plazuela del Carmen, donde nos espera el escritor y hasta hace un par de meses director de la Casa de Cultura Teodoro Cuesta, Ismael María González Arias. El colaborador de EL COMERCIO fue alumno del instituto cuando lo dirigía la filóloga Carmen Díaz Castañón, pionera en los estudios académicos sobre la lengua asturiana. Nos muestra la capilla de Nuestra Señora del Carmen que dio nombre a la plaza y al entorno. «Los núcleos más antiguos de Mieres eran este de La Villa d'Arriba y al otro extremo del antiguo camín real -por donde va la vía del Salvador- La Villa d'Abaxo, formada por los barrios del Requexu y Oñón. Para evitar recelos cuando lo construyó el ayuntamiento a mediados del siglo XIX lo plantaron a mitad de camino, de La Cai -así se llamó siempre- entre las dos villas». Nuestro guía nos habla de la importancia histórica de la ermita, datada en el siglo XVII -como su vecina la Casona de Duró y el palacio de los Bernaldo de Quirós-, aunque de origen medieval y cuyo edificio actual, es resultado de una desafortunada rehabilitación de los años sesenta. La devoción popular por su virgen sigue siendo notable entre los mierenses y ni que decir tiene en su barrio. «Aquí el día de la fiesta se arma una danza prima más antigua que la de San Xuan y con otros cantares, muy poco conocida incluso por los investigadores de la tradición oral. Participa el barrio entero», revela. En un banco de la plazuela, escucha a distancia Elena Estébanez, nonagenaria y vecina del Carmen, aunque nacida en Oñón. Ella confirma la importancia de la fiesta y la danza: «Tenémos-y todos mucha devoción y esi día no queda nadie en casa, yo la primera», confiesa entre risas de picardía.

Señales del Camino de Santiago, a su paso por Ujo. JESÚS MANUEL PARDO

El Camino prosigue por La Cai para desviarse, más allá de La Pasera y la iglesia parroquial, por la plaza del Requexu, la fachada visible del histórico barrio por el que los peregrinos avanzaban hacia la Rebollá y el Padrún, dejando atrás el concejo de Mieres para entrar ya en el de Oviedo y llegar al Salvador. A un paso del Camín.

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