A sus 29 años, Nerea Alonso Cubillas (Gijón, 1992) es, para todos sus compañeros, «la teniente Cubillas» y, tras irse a una misión de la UE en Mali, el mes pasado cambió los rigores de los calores africanos por los gélidos vientos de la Base ... Antártica Española 'Gabriel de Castilla', convirtiéndose en la responsable sanitaria de la XXXIV Campaña Antártica del Ejército de Tierra, en la isla Decepción, en realidad el cráter de un volcán emergido y tierra de piratas legendarios como Drake. Desde allí, esta médica destinada en el Regimiento de Infantería Arapiles 62 en San Clemente de Sasebas (Gerona) que estudió en el colegio público Atalía y el IES Emilio Alarcos de Gijón y que ingresó en el Cuerpo Militar de Sanidad con veintiséis años, formándose en las tres Academias de Oficiales de las Fuerzas Armadas, además de en la Academia Central de la Defensa, presta apoyo, junto con otros ocho militares, todos varones, a los científicos españoles que estudian el continente helado: desde su fauna y su flora hasta la actividad sísmica. Pero, antes de llegar hasta allí, tuvo que formarse en montaña y navegación, además de en enfermería y odontología, porque están a 13.000 kilómetros de casa.
-¿Cómo fue el proceso hasta llegar al continente blanco?
-Nos presentamos alrededor de doscientos voluntarios y, finalmente, escogieron a trece de los que finalmente viajamos nueve. Y, tras formarnos para esta campaña, salimos de territorio nacional el día 3 enero, tras una cuarentena y una PCR negativa. Volamos de Madrid a Santiago de Chile, de Santiago de Chile a Punta Arenas, y allí hicimos de nuevo cuarentena y otra PCR. El día 18, el buque oceanográfico 'Sarmiento de Gamboa' nos recogió en Punta Arenas y emprendimos el viaje a la isla Decepción, donde estamos. España tiene dos bases antárticas. Una de ellas es la 'Gabriel de Castilla', gestionada por el Ejército de Tierra y situada en esta isla perteneciente al archipiélago de las Shetland del Sur. Y, en principio permaneceremos aquí hasta finales de este mes. No dudé de que quería participar en esta campaña ni un segundo.
-¿De dónde le viene esta doble vocación militar y médica?
-A pesar de no tener ningún médico en la familia, desde que era pequeña siempre he querido dedicarme a esta profesión. Respecto al ámbito militar, cuando acabé la carrera de Medicina, una amiga mía que es enfermera me comentó que había conocido a un médico militar. Entonces le pregunté que qué era eso, y empecé a buscar información en las diferentes delegaciones y subdelegaciones de España. Sin embargo, en ese momento no me di cuenta de que sería una gran oportunidad profesional que me brindaría muchas posibilidades.
-¿Cómo es el día a día en la base?, ¿se ha visto afectado por el coronavirus?
-Sí. Este año, la campaña se ha acortado debido a la covid-19, por lo que exprimimos al máximo las horas en territorio antártico y es difícil explicar cómo es un día normal, porque aquí no hay días normales, todos son diferentes. Mi función es prestar la asistencia sanitaria necesaria a toda la base 'Gabriel de Castilla', tanto a civiles como a militares. Y, además de mi puesto como responsable de sanidad, cuando los científicos necesitan cualquier tipo de apoyo, sea a través de navegación o travesías en montaña, acudimos con ellos para llevarles al lugar que necesitan y con el equipamiento necesario para recoger muestras, resultados de pruebas, instalación de nuevos equipos...
-El virus llegó hace poco a la Antártida. ¿Hay alguna posibilidad de que se produzca algún contagio entre ustedes?
-Es altamente improbable. Al igual que el resto de la sociedad, la pandemia nos ha afectado desde el inicio durante la preparación, porque la mayor parte de las reuniones de coordinación se realizaron mediante videoconferencias y aquellas que eran presenciales necesitaron que se estableciese un protocolo para minimizar el riesgo covid-19 de acuerdo con el estado de las distintas comunidades autónomas en las que se realizaban. Y, en cuanto al despliegue, además de seguir ese estricto protocolo de entrada que comentaba, la tripulación del barco que nos trasladaba siempre estuvo aislada por estar embarcada desde el 16 de diciembre, además de haber hecho previamente también una cuarentena. Por tanto, somos diferentes 'burbujas' que en un momento concreto hemos coincidido, y pese a eso, mantuvimos las medidas de seguridad (mascarilla y distancia social). Así que, con todas estas medidas, la aparición de un brote de covid-19 es improbable y podemos considerar la base libre de coronavirus.
-Es la única mujer en la base. ¿Supone eso alguna diferencia a la hora de convivir?
-En la dotación de la XXXIV Campaña Antártica sí soy la única mujer, si bien es cierto que aquí en la base 'Gabriel de Castilla' somos dos: Rosa María Martín León, que es científica, concretamente sismóloga del Instituto Andaluz de Geofísica y Prevención de Desastres Sísmicos, y yo. Ambas dormimos en el mismo módulo. Por lo demás, en absoluto supone una diferencia, porque aquí cada uno tiene su área de trabajo y luego entre todos nos apoyamos y colaboramos en lo que sea necesario. Normalmente, somos trece militares en las campañas y, este año, a la hora del despliegue, la dotación se ha tenido que reducir a nueve personas, por lo que es imprescindible que no solo nos ocupemos de nuestra área, sino que colaboremos en todas las actividades de apoyo a la comunidad científica y de sostenimiento de la base.
-¿En qué consiste exactamente su trabajo?
-Por un lado, están los proyectos científicos, que son aprobados por el Comité Polar Español. Este año se están llevando a cabo cuatro proyectos con personal presente en la base. Y, por otro lado, el Ejército de Tierra aprovecha su presencia en la Antártida para experimentar materiales y procedimientos en su propio beneficio, como, por ejemplo, la telemedicina, equipos de frío extremo, uniformidad...
-Es la oficial médico del módulo de sanidad 'Capitán Ramón y Cajal', con un área de reanimación, atención primaria y curas, un área diagnóstica con telemedicina, un área de aislamiento y un almacén con material de rescate. ¿Cómo se lo encontró?
-Los aparatos de telemedicina los llevamos a España para su certificación y revisión correspondientes, pero todos los años hay que renovar la medicación caducada y algunas cosas imprescindibles.
-¿Disponen de respiradores, tan necesarios últimamente?
-Sí. Tenemos uno fijo y otro portátil.
-¿Y ha tenido que atender alguna urgencia desde que llegó?
-No. Hasta el momento, nada grave. Todo han sido cosas leves, como lesiones musculares. Y esperemos continuar así (Ríe).
-Hasta el momento, ¿qué diría que es lo mejor y lo más complejo de una campaña antártica?
-Lo mejor, sin duda, es la experiencia tanto personal como profesional. Aparte de desempeñar mis funciones como responsable de sanidad, me permite establecer un contacto muy estrecho con el grupo de científicos y poder colaborar con ellos en todos sus proyectos. Un pequeño inconveniente es que despliegas en una zona muy remota y solo dispones de los medios que se hayan proyectado en este lugar. Cualquier incidencia o problema que surja tiene que ser reparado o solventado con los medios que disponemos.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, si se estropea cualquier motor de una embarcación o de un vehículo, el personal militar del área de motores tiene que intentar solventar la incidencia. A nivel sanitario, cualquier atención a un paciente grave y su posible traslado al hospital más cercano dependerá no solo de las condiciones meteorológicas de esos días, que muchas veces son complicadas, sino de la posibilidad de hacer una aeroevacuación sanitaria o una evacuación en barco a Chile, que es lo más cercano.