Gala Hernández

Cineasta
«Una buena democracia requiere espacios de disenso»

Vermú de domingo ·

Ganadora de un César al mejor corto documental, cree que «desde que pasamos más tiempo online, el ego se nos ha engrandecido»

Domingo, 6 de octubre 2024, 00:13

A pesar de que contesta a estas preguntas cruzando una calle de Bucarest, el discurso de Gala Hernández resulta tan potente como su trabajo. Prueba de ello es que 'La mecánica de los fluidos' obtuvo este año el César al Mejor Cortometraje Documental, y su ... siguiente corto se estrenó en la Berlinale. Con una sólida formación construida entre Barcelona, Madrid, París y Berlín, donde reside, la realizadora e investigadora murciana escribe su primer largo mientras finaliza '+10K', un nuevo trabajo en el que bucea «en las tensiones que hay entre la fantasía de lo virtual y la realidad material, mucho más precaria y limitada».   

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–Necesitamos tomarnos más vermús en persona y menos virtualmente, ¿no? Se lo pregunto porque su trabajo analiza el impacto de las tecnologías digitales sobre la subjetividad.

–Sí, creo que hay una necesidad ahora mismo de volver al cuerpo porque estamos viviendo cada vez más desconectados de nuestros cuerpos y de todo lo que se explica en términos de afectos y de encuentro con el otro. Estamos inmersos en un proceso de virtualización en el que, cada vez más, se produce esa ilusión de que cuerpo y mente se pueden separar, de que llegará un punto en el que subiremos nuestra mente a un ordenador. Me preocupa un poco esa deriva.

–Sí, es preocupante.

–Es que tiene impactos y efectos en todas las dimensiones, no solo en la amistad o en el amor, sino también en la manera en la que podemos desarrollar un pensamiento crítico, en la manera que tenemos de consumir, de trabajar. Tampoco quiero ser catastrofista porque no me gustan los discursos alarmistas y tecnófobos que condenan irremediablemente las tecnologías digitales como algo ontológicamente negativo, sino que lo que realmente me preocupa es en manos de quiénes están esas tecnologías hegemónicas y la falta de transparencia que tenemos respecto a ellas.

–Con 12 o 13 años ya sabía que quería dirigir. ¿Hubo algún autor o alguna película que le despertase esa vocación?

–No creo que eso suceda de esa manera, sino que pasa de forma mucho más orgánica. Las primeras películas que recuerdo ver con ojos, no ya de adulta, pero sí con una subjetividad más construida, son las de Hitchcock: a mi padre le encanta, y tengo el recuerdo de estar con él en el sofá viendo esas películas con 8 o 9 años y pensando qué tipo de cine más raro. Pero luego hubo muchos otros también, por eso no diría que me dedico al cine por Hitchcock, porque me parece romantizar una historia que es tan simple como que ves pelis en casa porque tus padres ven mucho cine y se acaba generando ese deseo de ser directora.

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–A los 30 ganó un César, el premio más importante del cine francés. ¿Sintió mucha presión a la hora de abordar su siguiente trabajo?

–Obviamente es difícil no sentirse presionada por las expectativas que generas, que a veces son peligrosas y bastante idiotas, y te ponen en un sitio en el que tú tampoco has pedido estar. Me desbordó bastante porque no me interesa la fama ni nada de esto. Pero también tiene un lado muy positivo, que es la visibilidad de tu trabajo y la posibilidad de seguir una carrera. Lo que hice tras ese desbordamiento inicial fue intentar otra cosa, porque me preocupa repetirme y hacer todo el rato la misma película, así que busqué otros caminos y otros métodos. Por eso, en el corto que estoy terminando he vuelto a rodar, algo que tenía ganas de hacer porque mis dos cortos anteriores eran de archivo, y me apetecía la idea de salir de la pantalla del ordenador, justamente por esa vuelta al cuerpo, a la materialidad. También por eso he rodado en 16 mm.

Sueños lúcidos

–En 'La mecánica de los fluidos' hacía algo que hoy no es habitual: sentir empatía por el otro, en este caso por los 'incels', los célibes involuntarios.

–No, no es habitual, en parte por la virtualización generalizada de nuestra existencia. Uno de los peligros de esa desconexión con el cuerpo es la de carecer de la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de pensar con una subjetividad que no es la tuya. Desde que pasamos más tiempo online, el ego se nos ha engrandecido porque nos han puesto un altavoz, cada uno tiene su propio periódico en Twitter y todas las opiniones son igual de válidas.

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–Las redes.

–Aunque hay otros factores que entran en la ecuación, sí me parece que las redes están llevando a esa polarización política, y se está produciendo un adelgazamiento peligroso de un espacio que, para mí, es el espacio político por excelencia, que es el del disenso, ese espacio en el que podemos discutir o conversar con gente que no está de acuerdo con nosotros y que tiene otras ideas políticas. Una buena democracia requiere ese tipo de espacios, y los estamos perdiendo.

–El largo que está escribiendo toma como punto de partida una 'startup' que promete inducir sueños lúcidos. ¿Lo probaría?

–¡Uf! Los sueños lúcidos 'per se' no me dan miedo, de hecho los he tenido y de ahí parte un poco la peli. Me interesa investigar la tensión entre el espacio onírico y la productividad capitalista, de qué manera se puede extraer fuerza de trabajo o valor económico de un espacio que es inútil en el mejor sentido de la palabra.

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