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Frente al cuerpo de su hermano, con algodones en las fosas nasales y magulladuras en la cara, Majlinda Sula sacó su móvil y le fotografió. Una imagen que sigue grabada en su mente. Porque el inesperado fallecimiento de Saimir Sula en el Hospital del Mar de Barcelona en plena pandemia sigue sin resolver, a su entender, a pesar de que la justicia española haya cerrado el caso varias veces. Ese día, cerca de las 17 horas de un 9 de mayo de 2020, Sula pidió explicaciones, se fijó que «la parte blanca del ojo estaba toda negra de sangre» y reclamó la ropa «que estaba empapada de sangre», rememora.
Desde entonces buscó respuestas. Primero inició un procedimiento judicial para pedir responsabilidades al centro médico, pues la notificación de una «parada cardiaca por ateromatosis coronaria» como causa no la convence, y luego se acogió a una ley de su país, Albania, para que se esclarecieran las circunstancias del fallecimiento.
Aquí es cuando esta historia dio un giro inesperado: el cuerpo de Saimir llega a Albania sin corazón. La completa extracción del órgano de 473 gramos de peso no figuraba en el reporte de la autopsia. La causa de Sula se duplica. Por un lado, llegar al fondo de las causas de la muerte de su hermano, de 31 años. Por otro, encontrar el corazón perdido. Surge una sospecha que se une a la teoría del homicidio involuntario: «El corazón está latiendo en otro cuerpo».
Por vías diplomáticas, durante años se perseguirá la devolución del órgano vital. Las autoridades españolas ofrecieron la entrega. Antes de aceptarlo, Sula exigió que se le hiciera una prueba de ADN para comprobar que, en efecto, aquello era lo que latía en el pecho de su hermano. La justicia le denegó ese derecho en España. Pero Albania sí quiso hacer el estudio genético y terminar la autopsia que aclarara la causa de la muerte. Entre tanto, Sula ha organizado varias protestas en tres países: Albania, Bélgica y España.
«Cuando el cuerpo llega a Tirana, los forenses hacen un informe muy escueto porque dicen que falta un órgano esencial», informa Carlos Sardinero, que representa a la familia y está adscrito al Defensor del Paciente. «Unilateralmente alguien decidió extraerlo, sin dar razones ni motivos. La familia se quedó perpleja. Nosotros empezamos aquí un procedimiento por presunto homicidio y Albania por presunto tráfico de órganos».
Este miércoles, 12, se dio un paso definitivo en el caso del extravío del corazón inscrito como B20-02222. En una accidentada jornada de «recogida y repatriación», en palabras de la Fiscalía, una delegación albanesa recogió el corazón con una pequeña nevera de mano, del Instituto Nacional de Toxicología de Barcelona. Se había convocado a Sula, pero ella no pudo presenciar el intercambio, al ser aislada en un cuarto bajo llave y con vigilancia, donde estuvo varias horas. «Sí que se ha entregado el corazón a la comisión rogatoria que solicitó la entrega del cuerpo primero y del corazón después», certifica Luisa Blanco Verdum, abogada del Defensor del Paciente, que acompañó a Sula. «No era imprescindible que estuviéramos, pero han hecho lo posible para que nuestra clienta no lo viera».
Con el tiempo Majlinda Sula, que vive en Barcelona desde que tenía 14 años y allí estudió la ESO y Economía, ha reconstruido lo que cree que ocurrió ese día: «Tenía unas líneas de fiebre, subió al box, se puso nervioso, su test de covid dio negativo, quería irse», visualiza Sula, de 37 años. «Ocho guardias intentaron reducirlo y ahí vino el paro cardíaco. Teóricamente murió en el pasillo. Tuvieron que limpiar mucho antes de llamarme». Dice que a las 18 horas, una doctora la llamó para que acudiera al hospital, donde le notificó la muerte. En su luto, le persigue una interrogante: «¿Cómo se sintió?».
Claves
Fallecimiento Un hombre entra al Hospital del Mar con fiebre y muere por una parada cardio-respiratoria
Autopsia El informe asegura que no es «invasiva», pero se le extrae el corazón sin que quede constancia
Intriga Cuando aparece el órgano, la familia exige una prueba de ADN y cree que «sigue latiendo» en otro cuerpo
«En la investigación judicial, el Hospital del Mar colaboró activamente desde el primer momento», se defiende el complejo sanitario. «Se descartó responsabilidad alguna del centro. Al paciente se le practicó una autopsia judicial y el resultado descartó que el fallecimiento tuviera relación con la actuación del hospital, concluyendo que la muerte era atribuible a las patologías previas que sufría el paciente».
Frente a la sospecha, esgrimen una evidencia: el joven Saimir, padre de una niña que ahora tiene siete años, padecía varias enfermedades crónicas, desveladas por la autopsia: una «congestión y edema pulmonar de origen agónica/ terminal», una «bronquiolitis respiratoria», «cambios de hipertrofia cardiaca ventricular», «aterosclerosis coronaria», «infiltración adiposa ventricular» y una «hepatopatía crónica con muy marcada actividad inflamatoria». Sula, no obstante, se muestra determinada a demostrar que «los ocho guardias mataron al albanés y los médicos colaboraron en esconder las pruebas», afirma.
El abogado de la acusación señala varias incongruencias en el fatal episodio del hospital: nunca se identificó ni interrogó a los vigilantes que inmovilizaron al paciente ni a ningún empleado del hospital, no se dio aviso a la policía y no hay atestado, se notificó a la familia muchas horas después de la muerte y no se han proporcionado las imágenes de videovigilancia.
El extravío del corazón contiene incógnitas que se basan en la falta de explicaciones a su desaparición, una cadena de custodia sin acreditar y un informe patológico con fecha anterior al fallecimiento. «El corazón que aparece no tiene por qué corresponder con el fallecido», desconfía Sardinero.
El corazón se despegó del cuerpo el 10 de mayo de 2020, cuando de Medicina Legal lo envió al Instituto Nacional de Toxicología, «para la realización del estudio histopatológico correspondiente, según los protocolos establecidos», indican desde el Departamento de Justicia, Derechos y Memoria, del que depende el centro forense catalán. «El transporte y la cadena de custodia del corazón se han realizado en todo momento cumpliendo con la normativa, y toda la información al respecto está perfectamente documentada en los archivos internos y está en el expediente judicial, junto con los distintos informes forenses».
De lo que llega al segundo laboratorio, el corazón es el único órgano que está «completo y cerrado». De las otras vísceras de interés había sólo fragmentos. Tres del pulmón (87 gramos), dos del hígado (74 gramos), uno del bazo (23 gramos) y uno del riñón (21 gramos). Aunque las muestras forenses tendrían que haber sido destruidas tres meses después de la emisión del informe, corazón incluido, se procedió a su conservación por orden del tribunal.
Con el cierre del caso en España, la protesta albana siguió a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, con directrices marcadas por convenios europeos de cooperación. Fuentes del caso aseguran que se discutió incluso al más alto nivel, entre el primer ministro de Albania y el presidente de Gobierno y entre ministros de Justicia, después que los fiscales de ambos países se reunieran sin llegar a un acuerdo, y que al menos dos cartas rogatorias nunca fueran contestadas desde octubre de 2020. En uno de los últimos correos enviados, los albaneses se quejan de que hasta el embajador intentó contactar con el Juzgado de Instrucción 16 -primer encargado de la causa- para «acordar los aspectos prácticos de la entrega» del corazón, «sin éxito».
Ante la insistencia de aclaraciones, en febrero de este año la Fiscalía de Barcelona argumentó que había suspendido la ejecución de la prueba de ADN, con un sobreseimiento provisional por «carecer de relevancia penal». Un mes después, el Instituto Nacional de Toxicología excusó que datara el informe días antes de la muerte de Saimir en un «error de transcripción debiendo constar como fecha de realización 22/04/2021 y no 22/04/2020», y enviaron un nuevo informe «corrigiendo el error».
Tres años después de su primer escrito, el cuerpo forense afirmó que le hicieron una «disección anatómica con cortes biventriculares» en las paredes de 44 milímetros de grosor y apreciaron que estaba «externamente sin alteraciones valorables». Ahora, entregado el corazón y ya en proceso de la prueba de ADN falta el final de la historia. ¿El corazón entregado a Majlinda Sula era del joven que murió aquella tarde pandemia? Ella dice que no se fía ni siquiera de lo que arroje la investigación albanesa.
«No sabes lo que sufrimos. Nos vamos a volver locas», decía Majlinda Sula por teléfono, acompañada de su madre, antes de pisar Barcelona para asistir a la entrega del corazón de su hermano, Saimir, fallecido en el Hospital del Mar en 2020 y cuyo corazón desapareció del cuerpo sin aviso. «Yo pregunto dónde estuvo el corazón el año y medio que se perdió? ¿Por qué el forense no escribió que se lo quedaba?».
Con estas preguntas esperaba ella y sus dos abogadas del Defensor del Paciente, Luisa Blanco Verdum y Matilde Barrabes, en la calle Mercé de Barcelona desde las 11 horas a la delegación albanesa que lograba la repatriación, después de tres años, del corazón de Saimir. «La fiscal del caso dijo públicamente que se entregaría en presencia de los familiares pero no nos dejan entrar», decía Sula mientras esperaba.
«No me fío», lamenta y, junto a un recurso ante el Constitucional por vulneración de derechos fundamentales, se plantea pedir un análisis independiente de ADN cuando Albania termine sus pesquisas. Está con las manos vacías y sigue en pie de lucha, convencida de que lo que se llevan es un órgano de reemplazo en un procedimiento que su abogada califica de «irregular».
Sobre el «tipo de muerte» de Saimir Sula en la necropsia practicada el 10 de mayo de 2020 por el Servicio de Patología Forense de la Generalitat, el autor concluía que «está vinculada a una insuficiencia cardio respiratoria por infección respiratoria. Presentó cuadro de agitación y requirió contención mecánica antes de morir, por lo que no descarto que ese aumento de necesidades metabólicas hubiera sido un desencadenante del resultado final. Las lesiones traumáticas detectadas (hematoma alrededor de un ojo y dos en el torso) son de escasa entidad y no explican la muerte». En un procedimiento descrito como «autopsia mínimamente invasiva con apertura toráxico-abdominal» se descartó también que sufriera «compresión cervical o de cara y lesiones en órganos internos».
Esta es la tesis que sustenta las resoluciones judiciales, tanto del Juzgado de Instrucción 16 como de la Audiencia Provincial. Después de varios archivos y reaperturas, la segunda instancia desestimó la apelación de Sula en abril de este año. En la reconstrucción del tribunal se explica que el paciente presentó «cuadro febril» y «agitación psicomotora».
Como la «contención verbal fue insuficiente», por «requerimiento de los facultativos» se hizo una «contención física sólo a los efectos de poder administrar contención farmacológica», con una «asistencia médica que se ajustó a la normopraxis», sentencia. «No existen las contradicciones que la parte pretende poner de manifiesto» por una «interpretación sesgada», y desestima que se practiquen más diligencias por establecer que la causa mortal fue una «patología» que «podía justificar la muerte en aquellos casos en los que, como el presente, el corazón necesita más sangre porque tiene que bombear más al aumentar las necesidades del organismo (enfermedad, estado febril, ejercicio físico, estrés emocional o agitación, entre otras)», argumenta el tribunal.
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