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Roberto Álvarez, en la costa occidental, donde descansa este año. «La mar de Asturias es agresividad, oleaje, incertidumbre». CARLOS ÁLVAREZ
«Me basta viajar con la imaginación»

«Me basta viajar con la imaginación»

Amanecía con el cornetín del cuartel de Simancas el mayor de Angelita y Aurelio, que se fue a Madrid para ser ingeniero y acabó siendo actor | Roberto Álvarez se confiesa un «asturiano radical» que ha hecho de Madrid su casa

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Domingo, 18 de agosto 2019, 04:30

Se confiesa «asturiano radical». Para él no hay otro lugar en el mundo, por mucho que Madrid sea el territorio siempre acogedor en el que ha hecho su hogar. Pero para Roberto Álvarez (Gijón, 1956) todos los caminos conducen al norte. Y ... particulamente los de la infancia, los del guaje de El Coto, el mayor de los seis hijos de Aurelio y Angelita, el crío que se despertaba con el sonido del cornetín del cuartel de Simancas a las siete de la mañana, que temía el golpeteo de los eucaliptos contras las ventanas, que vio a las lecheras vender leche recién ordeñada en frente de su casa y a los vecinos varear los colchones de lana. El actor que nunca aspiró a serlo fue monaguillo de San Lorenzo para robar vino dulce y sacarse unas perras y nunca jamás pensó que llegaría a ocupar pantallas y escenarios. Estudió en el Corazón de María y por aquello de ponerse una capa y unas cintas, se metió en la rondalla. Y, lo que son las cosas, le pudo el miedo escénico. «En mi primera actuación, se abrió el telón del teatro del colegio y yo tenía que cantar y tocar con la bandurria 'Clavelitos', me rozó el telón la rodilla y ni canté ni toqué del pedazo de susto que tenía en el cuerpo». Y no solo eso: le hicieron una prueba para el leer el catecismo en la Comunión y tampoco le cogieron. Era tímido e inseguro aquel chaval que marchó a Madrid para estudiar ingeniería y que, «en un momento inderminado» de su vida se fue a unas clases de interpretación y acabó haciendo de Mefistófeles en 'Fausto'. «Desde ese momento soy actor y eso que estuve muchos años intentando dejar de serlo». Pero no hubo marcha atrás: el teatro, el cine y la tele decidieron por él.

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