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Llevo veinte años en el sector apícola y las he vivido ya de todos los colores», cuenta Jesús Noriega, desde el Aula de la Miel de los Picos de Europa, en Alles (Peñamellera Alta). Él aún recuerda cuando oyó hablar, por primera vez, de la presencia de la velutina en Europa y, desde entonces, este insecto ha sido uno de sus peores enemigos. Fue en el año 2010 cuando ya lo avisaron de que se había detectado la primera en España, y eso que de aquella parecía todavía un problema lejano. «Fuimos realmente conscientes de lo que sucedía cuando llegó a Burdeos», reconoce, y, desde entonces, su expansión ha sido imparable. «Seguimos su avance por el País Vasco y Cantabria y la primera que encontramos en Asturias fue en Pimiango», rememora. En ese momento, tocó asumir la problemática y ponerse manos a la obra «en serio, siguiendo las técnicas que conocíamos gracias a Burdeos».
Igualmente, Jesús tiene claro que «nadie fue consciente del peligro que teníamos encima». Hizo falta el paso del tiempo para que la sociedad tomara conciencia de que la avispa asiática iba a mermar considerablemente la producción de miel en nuestra región. Aunque, a decir verdad, no todo es culpa suya, «también hay parásitos como la varroa, que vinieron desde Asia y que machacan las colmenas», explica este especialista, consciente de que «la velutina recibe la culpa de otros males» y solo es la responsable de algunos.
Últimamente, se juntan los parásitos, con la avispa y con el cambio climático; todo afecta y da lugar a unas colmenas muy debilitadas. «Ahora mismo, las colmenas que tenemos dan una media de doce o trece kilos de miel por año», explica el apicultor Santiago Menéndez, de Abejastur. «Antiguamente, cada colmena daba al año 30 kilos tranquilamente», asegura, al tiempo que promete que el sector está sumido en «un sentimiento de fatalismo», que les hace pensar que de esta manera no podrán llegar «muy lejos».
Santiago sabe además que «las colmenas son un indicador de la salud medioambiental y está claro que, si la producción se ha reducido a la mitad, es que algo va mal». Tiene claras sus palabras y reivindica, en nombre del gremio, investigación «para poder eliminar a las reinas de velutina en primavera» y evitar, de ese modo, la muerte de muchas abejas. «Es que no solo mueren porque se las coman, sino porque, cuando las avispas acosan a las colmenas, las abejas dejan de trabajar porque entran en pánico y no salen a pecorear (recoger el néctar de las flores), se debilitan y acaban muriendo».
Esta situación afecta aproximadamente «a un centenar de explotaciones profesionales y a muchísimas personas que tienen la apicultura como afición en nuestra región», explica Julio Fernández, el presidente de la IGP Miel de Asturias. «Dentro de la Indicación Geográfica Protegida, el año pasado se produjeron 225.000 kilos susceptibles de certificar», indica, y, para que esa cifra no siga menguando, considera fundamental «seguir trabajando unidos las Administraciones autonómicas y municipales, los sectores afectados y los voluntarios, porque cada reina que se capture es un nido menos que se desarrollará».
Pero no todo vale para frenar el avance de esta temida avispa, porque, según el coordinador de Stop Velutina, Félix Méjica, «la realidad es que el trampeo se nos fue de las manos». Él considera que «estamos ocasionando más daños que beneficios a la naturaleza», ya que las trampas artesanales «no son efectivas del todo porque pueden matar también a todos los insectos que sean más pequeños que la velutina y que están totalmente infravalorados», se queja.
Por eso, él cree que los datos que nos llegan a la sociedad son irreales. «Últimamente, se dice que disminuyó la captura de reinas y que estamos conteniendo la expansión, pero esa información no es fiable. Donde mejor se ve la realidad es en la eliminación de nidos y estos se incrementaron en un 40%». Además, no todo vale en cuanto a la lucha contra los nidos porque Félix avisa: «Se utilizan métodos que incluso están prohibidos».
Él tiene claro que «las autoridades deberían haber hecho una evaluación de riesgos para establecer cuál es el biocida ideal para combatirlas». De otra manera, utilizando cualquier insecticida que haya por casa, se puede acabar haciendo daño a la salud de otras especies. «Yo he visto pájaros carboneros comiendo de nidos envenenados y a mustélidos porque todavía quedan las larvas. Eso no sabemos cómo les puede afectar, pero seguro que tiene consecuencias», se lamenta. Así que reclama que «el trampeo se lleve a cabo en las épocas adecuadas y cumpliendo las normativas».
Una de las reglas que se deben tener en cuenta es que la época de trampeo comienza en primavera. En el Jardín Botánico de Gijón, el año pasado, se recogieron «264 reinas y este año ya vamos por las 200», explica Casimiro Sixto, experto en abejas. Él está convencido de que «no tomamos en tiempo y forma las medidas oportunas y ahora hay personas que se mueren todos los años por culpa de la velutina. Por eso, se tiene que hacer un trampeo coordinado y organizado que disminuya su presencia de verdad, aunque no acabe con ellas definitivamente».
Todo sea con tal de combatir algo que ya es «un problema social y medioambiental» que va mucho más allá de la avispa asiática. «Siempre murieron colmenas y ahora parece que todo es culpa de la Vespa velutina», protesta Sixto.
Y, según Juan Tomás Buelga, de la Asociación Gijonesa de Apicultura, lo que hay que hacer para luchar contra la velutina es gastarse dinero para tomar las medidas necesarias. «La única forma que conocemos hasta ahora son las arpas eléctricas que las electrocutan y se colocan alrededor de las colmenas. Son algo así como los pastores que se utilizan para cercar el ganado», explica.
Porque ahora se habla mucho de los troyanos, pero él cree que ese es un método sumamente peligroso. «Eso consiste en ponerle a una veneno para que vaya a su nido y lo infecte entero, pero hay que tener mucho cuidado porque, si la que coge el veneno por error es una abeja, puedes matar a toda la colmena». Un riesgo que él prefiere no correr. Por eso, apuesta por concienciar a la sociedad. «En Villaviciosa y en Siero están mucho más concienciados que en Gijón, donde hay mucha pasividad», se queja. «Como en esos otros concejos se lo toman más en serio, pues la velutina no tiene fronteras y viene para Gijón», se ríe, convencido de que debería haber una preocupación «a nivel nacional».
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Porque este es un problema de todos y tiene una muy difícil solución, aunque Buelga conserva ciertas esperanzas. «Se dice que la avispa asiática es muy territorial y ahora hay muchos nidos, pero quizá dentro de un tiempo ocupen solo una zona determinada y nada más», explica. «Aquí en Asturias siempre tuvimos a la avispa crabro, pero ahora mismo no hay muchas porque son también territoriales y están en sitios determinados».
Sea como sea, todos estos apicultores tienen claro que hay que tomar medidas y que hay que hacerlo de forma urgente, porque «lo que se está haciendo ahora es vaciar el mar a calderadas», dice Santiago Menéndez. «Lo que está claro es que, desde que hay velutina, la apicultura ha cambiado mucho y todas las enfermedades tienen más incidencia porque las colmenas están más debilitadas».
Además, un nido de velutinas necesita comer muchos insectos, y eso quiere decir que se alimentan de otros muchos bichos, que no son abejas, y que están totalmente «infravalorados», tal y como opina Méjica, y lanza: «No podemos seguir matando avispas a cañonazos».
Europa En el año 2004 se detectó la primera Vespa velutina en nuestro continente. Fue en Francia.
Cómo La avispa asiática llegó en un barco carguero procedente de China que atracó en Burdeos.
España Fue a partir del año 2010 cuando este insecto se empezó a detectar primero en el País Vasco y Cantabria y luego en Asturias.
Asturias La primera se detectó en Pimiango. Primero se extendió por el Oriente y el Occidente y después llegó al centro. El clima asturiano es perfecto para esta especie.
Casimiro Sixto aún recuerda, cuando llegó la velutina a Europa, lo llamaban «alarmista», pero el tiempo le dio tristemente la razón. Asturias, Galicia, Cantabria y el País Vasco están especialmente afectados por esta especie que está acercándose ya a algunas zonas de Castilla y León, aunque «el verdadero problema lo causa en zonas húmedas».
El sector apícola tiene claro que hacen falta soluciones para combatirla de verdad y que sus abejas puedan seguir produciendo esa miel que, cada vez, es más difícil de conseguir porque las abejas no pueden luchar solas en esta guerra de toda la sociedad.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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