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A. VILLACORTA
gijón.
Martes, 28 de abril 2020, 02:22
Marta Blanco Blanco, riosellana afincada en Almería, 42 años, se pasa las horas al teléfono, el único hilo que la conecta con su hijo David, de nueve, y su marido Jorge, auxiliar de enfermería y técnico de emergencias: «Estamos aguantando gracias a la familia y a los amigos, así que estoy desesperada. Duermo poco, como poco, a veces me da por llorar... Es un estado de inquietud permanente». Porque Marta está separada desde el pasado 10 de marzo por miles de kilómetros y un océano de David y Jorge, «atrapados en Ecuador» por el COVID.
Hasta allí viajaron padre e hijo (a quien diagnosticaron distrofia muscular de Duchenne con dos años y medio y que hoy va en silla de ruedas), también gracias a una colecta de los suyos, para que el pequeño se sometiese «a una terapia de medicina regenerativa única en todo el mundo».
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«Al principio, pensamos en ir los tres, pero era un billete más y no podíamos permitírnoslo, así que decidimos que fuesen solo Jorge y David», explica Marta, que relata también que padre e hijo tenían que haber regresado el 6 de abril. Pero todo empezó a torcerse mucho antes. «La compañía aérea nos mandó un correo diciendo que se había suspendido el vuelo y entonces nos pusimos en contacto con la Embajada de España en Ecuador», narra esta madre con «una sensación de impotencia tremenda». Porque todo fue en vano: «La única posibilidad era volver en el único vuelo a Madrid que habrá en todo el mes, que saldrá este miércoles, pero nos han dicho que todas las plazas están ocupadas y que tienen prioridad los casos más urgentes y vulnerables». Desde entonces, silencio. Así que Marta, que también ha hablado con varios políticos sin resultados, ya no sabe a quién recurrir: «Están confinados en una habitación de la ciudad de Cuenca, que afortunadamente les han rebajado, y Jorge sale lo imprescindible, para comprar comida y poco más», mientras intenta que David, «un niño muy alegre que disfruta de los veranos en Asturias», sea «lo menos consciente posible».
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