F. solo tenía veintitrés años cuando llegó a Asturias, pero tenía un objetivo muy claro: salvar a su hija recién nacida de la mutilación genital femenina. Dejó en Guinea a su hija mayor, a la que años antes ya le habían practicado la ablación con seis meses. «No había forma de evitarlo», lamenta.
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«No quería que mi otra hija tuviera que sufrir lo mismo; además, algunos bebés mueren desangrados. No recuerdo cuándo me realizaron la ablación porque allí se le hace a las bebés, pero me marcó para siempre. No podía permitir que a mi hija le pasara lo mismo, así que hablé con el padre de la niña y decidimos solicitar asilo en España. Ahora estoy aquí sola; mi otra hija tuvo que quedarse en Guinea y no me planteo regresar ni de visita porque las consecuencias podrían ser fatales». Han pasado cinco años desde que F. está en Asturias y asegura que teme volver a Guinea con la pequeña y que todos sus esfuerzos no hayan servido de nada. «Podrían hacérselo sin que yo me enterase», lamenta. Se calcula en España hay alrededor de 18.000 niñas que también corren el riesgo de sufrir mutilación genital en sus países de origen.
Cuando le realizaron la ablación, acabaron con la posibilidad de que se desarrollase su deseo sexual. F. relata que no disfruta de las relaciones sexuales, que siente dolor. «Es como si te violaran», asegura. Por eso, el padre de su hija accedió a venir a España. Él sabía lo que había sufrido y también quería librar a su hija de ello. Sin embargo, la presión de su familia le pudo. «Él vino una vez a Asturias para intentar llevarse a mi hija porque su padre —el abuelo de la pequeña— le había amenazado. Le puse una denuncia porque se volvió violento. Ahora no está en España», describe.
F. no se muestra optimista en cuanto la desaparición de la mutilación genital femenina. «Es una cuestión cultural y no creo que se deje de hacer nunca. Discriminan a las madres que no se lo hacen a sus hijas y también a las niñas que no lo tienen hecho». Además, también existe un fuerte componente machista: «Los hombres solo se casan con mujeres vírgenes. Les da igual cómo se consiga asegurar su virginidad. Sin embargo, ellos se pueden acostar con seis mujeres a la vez y no pasa nada. Es muy machista. Se cree que las niñas de 12 o 13 años que no tienen la ablación hecha no van a poder aguantar el deseo sexual. Además, a veces justifican la ablación con la religión, pero el Corán no dice nada sobre ello», asegura.
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F. es la única mujer refugiada por este motivo atendida por la asociación Accem en Asturias, pero desde la asociación de ayuda al refugiado no descartan que haya más mujeres en el Principado a la que le han realizado la ablación.
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Existen cuatro tipos distintos de mutilación genital femenina: la amputación total o parcial del clítoris; extirpación parcial o total del clítoris y de los labios menores o los mayores; estrechamiento de la abertura de la vagina cortando y recolocando los labios vaginales y, en ocasiones, cosiéndolos; y la perforación, incisión, raspado o cauterización.
La ablación se considera internacionalmente como una violación grave contra los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas. Más de cuatro millones de niñas en todo el mundo corren el riesgo de sufrir mutilación genital y se estima que 200 millones de niñas y mujeres vivas hoy en día han sido víctimas de la amputación de sus genitales externos con fines no médicos.
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