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miguel rojo
Lunes, 17 de abril 2017, 19:57
Es una técnica ancestral no carente de dificultad, transmitida de generación en generación y que, para qué negarlo, corre el peligro de desaparecer. El ladrillo puede con todo, y los tradicionales cierres de piedra que separaban las fincas asturianas, las murias de toda la vida, cada vez están menos presentes en nuestros paisajes. Por suerte, hay quien se preocupa por ellas. Una candidatura internacional presentada por Chipre y Grecia, a la que se han sumado Croacia, Suiza, Eslovenia, Francia, Italia y España, pretende que la técnica de construcción de piedra en seco sea declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y la UNESCO evaluará la propuesta en 2018. Esta técnica constructiva cuenta en España con ejemplos destacados en Cataluña, Valencia, Baleares, Aragón, Extremadura, Andalucía, Canarias, Galicia y, cómo no, Asturias. No es otra cosa que la colocación ordenada de unas piedras sobre otras, sin labrar o con pequeños arreglos a golpes, que trabadas sin argamasa, cemento ni nada que se le parezca se sustentan sobre su propio peso para dar forma a construcciones de todo tipo.
En Asturias, una de las mayores expresiones está en los corros de pastores, en las zonas altas de montaña. También en los muros destinados a proteger de los osos los panales de miel o en las viejas construcciones en las que se echaban las castañas hasta que se podían separar los erizos del fruto. También había cabañas, cuadras, cobertizos pero lo cierto es que en la mayoría de los que se restauran o arreglan ya se usa algún tipo de argamasa o cemento. Y qué mejor que dotar a las murias de la mayor protección posible, como al Partenón o al Camino de Santiago, para tratar de devolverles su pasado prestigio.
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