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pascual perea
Miércoles, 15 de febrero 2017, 04:37
Encarnó como ningún otro al héroe americano: valiente e intrépido, de un optimismo a prueba de bombas y uniendo siempre su destino al de sus hombres. Un guerrero que se jugaba el tipo fusil en mano, en primera línea de fuego, en vez de dirigir la batalla desde la seguridad del cuartel general en la retaguardia. Como Custer, mandó el mítico Séptimo Regimiento de Caballería, pero, más afortunado que su antecesor, se salvó de ser masacrado en su Little Big Horn vietnamita porque «teníamos un gran apoyo contra incendios», como él mismo reconoció.
Hijo de un agente de seguros de Kentucky, Harold Gregory Moore Jr. no llegó a tiempo para luchar en la II Guerra Mundial al graduarse en West Point en 1945, cuando acababa la contienda, pero lo compensó fogueándose en la Guerra de Corea. Su leyenda comenzó a forjarse el 14 de noviembre de 1965 cuando, a los 44 años y con el grado de coronel, fue transportado en helicóptero con los 450 integrantes de su batallón a un claro en la selva vietnamita cercano al río Drang, a diez kilómetros de la frontera camboyana. Los americanos sabían que la zona estaba controlada por el enemigo, pero no imaginaban que en las inmediaciones se acuartelaban tres regimientos del Ejército regular de Vietnam del Norte. «Aterrizó en un nido de avispas», describió el joven corresponsal de guerra Joseph L. Galloway, que le acompañó en aquel episodio y años después escribiría con el propio Moore el best seller We Were Soldiers Once... and Young sobre aquella batalla.
Las hostilidades comenzaron inmediatamente, casi sin dejarles tiempo a excavar trincheras. «A media tarde, bajo un calor de cien grados, nos enfrentábamos a un enemigo muy superior, sufriendo grandes baja en una pelea de resultado incierto hasta el final», resumiría el propio Moore. Asediados por soldados aguerridos que les superaban en una proporción de doce a uno, sus precarias defensas fueron desbordadas en varias ocasiones, obligándoles a entablar combate cuerpo a cuerpo. La película Cuando éramos soldados (2002), protagonizada por Mel Gibson, muestra a un coronel Moore luchando a pecho descubierto junto a sus hombres, desplazándose a los puntos más peligrosos para evitar que el vietcong les aniquilara. «Mis botas serán las primeras en pisar el campo de batalla y las últimas en dejarlo. Y nunca abandonaré el cuerpo de un hombre mío caído», prometió a sus soldados, que lo idolatraban por su valor. «Fue un padre para sus tropas», opinaba Gibson.
El Valle de laMuerte
Los duros combates de aquellas primeras horas dejaron 79 muertos entre los norteamericanos. «Cada uno de nosotros pensó al menos una vez que íbamos a morir allí», confesaría años después Galloway. «Sólo un hombre estaba seguro de que perduraríamos, y ese era Hal Moore». Si finalmente lograron contener a los vietnamitas fue gracias al apoyo aéreo y a su artillería. Aquellos bombardeos de precisión quirúrgica, guiados por radio desde las propias tropas asediadas, supusieron una nueva forma de combate. Cuando los restos diezmados de su batallón pudieron ser evacuados, se llevaron los cuerpos de 234 soldados estadounidenses, cumpliendo su promesa de no dejar atrás a uno de los suyos. Desperdigados por el campo de batalla, rebautizado desde entonces como el Valle de la Muerte, quedaban los cadáveres de unos 3.000 vietnamitas.
Fue una victoria pírrica. Cuando los norteamericanos abandonaron el escenario de la batalla, éste fue ocupado inmediatamente de nuevo por los vietnamitas. Serviría, sin embargo, para lavar la imagen de un Ejército que acabaría retirándose de Vietnam en su primera derrota de la historia tras una contienda profundamente impopular en su propio país. El mismo Moore, impulsor de la profesionalización del Ejército, admitiría años después que nunca creyó en aquella guerra, lo que no le impidió luchar en ella heroicamente. «Éramos soldados y obedecíamos órdenes. En épocas y lugares como éste, donde no hay otra razón para la guerra, los soldados luchan y mueren el uno por el otro». El pasado viernes falleció, a los 94 años, en su casa de Alabama.
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