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AZAHARA VILLACORTA
Domingo, 22 de enero 2017, 01:12
La destitución de José María Naveiras Escanlar de su cargo como director del Museo Etnográfico de Grandas de Salime, donde nació en 1942, abrió un cisma entre partidarios y detractores de este hombre que posee la extraña virtud de no dejar a nadie indiferente. Cientos de firmas de apoyo y furibundas críticas siguieron a aquel episodio que dividió a la opinión pública asturiana. De las disputas que mantenía con el alcalde de Grandas, el socialista Eustaquio Revilla, quien le acusó de realizar un uso «particular» y «partidista» del museo y que denunció «irregularidades» en su gestión, a quienes aseguraban que en su interior no se celebraban «fiestas privadas», sino «celebraciones en las que participaban colaboradores activos y altruistas del centro», como explicaba la Plataforma de Apoyo a Pepe el Ferreiro. Ni siquiera la aparición de una pareja que le agradecía haber pasado allí su noche de bodas logró terminar con la fractura. Ya jubilado, con tres hijos y tres nietos, lo encontramos escribiendo.
¿A qué se dedica?
Tengo un blog que lo hago todo a bolígrafo y luego me lo pasa al ordenador mi nuera. Y ahora ando escribiendo sobre Gustavo Adolfo Bécquer, sobre Shiva, Visnú y Brahma, que es parecida a la Parca, la que corta el hilo. Bécquer es uno de los atormentados que vivieron en este país.
¿Hay muchos?
¡Dios mío! (Risas). Empezando por todos estos gerifaltes de tres al cuarto que tenemos, los que nos gobiernan en España y en Asturias. Lo que pasa es que aquí lo notamos más porque los tenemos más cerca.
Sus simpatías políticas oscilaron de Foro a Izquierda Unida. ¿Dónde se sitúa ahora?
Ahora estoy aquí, metido en esta buhardilla, y no quiero saber nada con ninguno. Nada.
Fue uno de los grandes divulgadores del Chao Samartín.
Y nos trataron de saqueadores.
Noto rencor, ¿cómo se siente?
Me siento como un viejo, con un pie ya en la tumba. Yo lo pasé mal dos años, pero después lo entendí todo. La mediocridad se instaló en Asturias y contra eso no hay nada que pelear. Ya lo dijo el sinvergüenza aquel de Guerra: «El que se mueva no sale en la foto». Pues eso fue lo que aprendieron estos caciques de tres al cuarto: que a todo el que se moviera, al que hiciese algo, había que echarlo fuera. Porque, además, ellos ya tienen muchos enchufados propios.
¿Tiene miedo a la muerte?
No. Pero sí me siento al final del recorrido. ¿Qué más da que dures 75 que 80 que 90 años? Decía un hombre que había en Grandas de Salime: «Tú, cuando pidas edad, pide bastante». Y le llamaban loco.
¿Cree que hay algo al otro lado?
Estoy mirando el río Somiedo y me imagino que estar muerto debe ser parecido: ver el mismo río desde la otra orilla.
¿Y sigue yendo al museo o no se quiere ni acercar por allí?
Trato de ir lo menos posible porque, si no, te pillan y te mandan hacer algo (Ríe).
A la actual directora también la pusieron en la picota porque usted se había tomado unos chupitos con Antonio Arias.
Lo que pasó fue que vino un holandés y traía un licor de color naranja, algo bastante natural que fuese naranja, por cierto. Entonces, yo saqué las botellas de aguardiente y el resto del licor se quedó allí. Y un día vino Antonio Arias y lo invité a una copa de aquello, lógicamente. Pero yo del alcalde no quería hablarte, porque yo de los sinvergüenzas no hablo.
Si se encuentran por la calle, ¿cambian de acera?
¿Tú nunca te fijaste en el tráfico? Pues en el tráfico no hay más choques porque no cuadra y porque cada uno va por su carril.
Dijeron que aquello era poco menos que su cortijo.
Esa gentuza se aprovecha de todo, de todo lo que yo hacía en el museo para que funcionase. Allá ellos. Que engañen a quien puedan. ¿Tú sabes que la del 'caso Renedo' era mi jefa cuando estaba en el museo? Pues así. Y, al parecer, era muy competente.
Aseguró que el museo le había salvado la vida porque, sin él, todo hubiesen sido vasos de vino y partidas.
Pues sí. Y además me sirvió de acicate porque bastaba que esta gente de mal vivir no quisiera una cosa para que yo la llevara a cabo.
¿A usted le engañó Villa?
Lo de Villa y Campelo y toda esa gentuza estaba visto. ¿No ves a los que acaban de meter en el calabozo para dejarlos libres enseguida? Pero no pasa nada. Hacen bien. Si no construyen cárceles mayores, que los suelten. No van a estar hacinados.
Llegó a comparar esta democracia con el franquismo.
Es que muchos de los que están ahí son hijos o nietos. Y, encima, hay una gente que los vota. ¡Que el universo les perdone! Son todos una pandilla de impresentables.
¿Y entonces qué hacemos?
Pues lo que hago yo: no ir a votar siquiera. Ni acercarme al colegio.
¿Tampoco le gusta Podemos?
¿Esos quiénes son? ¿Una nueva sensación, una nueva casta? Ya llegarán a viejos, si llegan.
Resumiendo...
Que Asturias está llena de gandaya que solo quiere llenarse los bolsillos.
Algún paisano quedará...
¡Coño, pero no está metido en política! Todos los demás saben que el de al lado está robando y callan. Y el que calla otorga. Una vez tuve que comparecer para llevar las cuentas a la Junta a petición de un impresentable del PP y ya se lo dije: «¿Creen que soy un ladrón como ustedes?».
He leído que conoció los tiempos en los que en Grandas había «dos curas con sus amas» mientras que «ahora el cura lleva catorce parroquias».
¿Pero cómo quieren fijar gente en el campo si no quedó ni el 'arao'? Yo compré 'araos' a los gitanos o los recogía en el monte porque los abandonaban o los vendían para chatarra. En los pueblos no queda nada. En Grandas no hay ni siquiera un sitio en el que decir: «Voy a tomar el vasín de vino». Lo malo va a ser cuando no queden nada más que dos porque, cuando muera uno, a ver quién va a llevar al último a la estira, ese sitio al que va todo el mundo estirado.
Otra frase suya: «Me da vergüenza ser español. No me extraña que los catalanes quieran marcharse».
¡Es verdad! No me extraña nada que cualquiera que sea un poco eficiente diga: «¿Dónde vamos a ir con estos?».
Menos mal que nos queda la monarquía para dar estabilidad.
Aquí ahora todo el mundo es monárquico (Ríe). Como la monarquía nos trató tan bien a lo largo de los siglos, hay que ser monárquico.
Al menos, haxa salú.
Eso, haxa salú, que fame non faltará.
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