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DARÍO MENOR
Lunes, 12 de septiembre 2016, 00:40
En Italia da miedo abrir el sobre que contiene el recibo de la electricidad, el agua o el gas: nunca sabes cuándo te va a llegar el temido 'conguaglio', el ajuste entre lo que las compañías dicen que has consumido y lo que has venido pagando religiosamente en cada factura. Esta última cifra es en la mayor parte de las veces indicativa, pues la lectura oficial de los contadores sólo se hace una o dos veces al año. A veces, ni siquiera eso.
El canguelo a las facturas asciende a la categoría de terror cuando dejas una vivienda y das de baja el servicio o pasa a nombre de otra persona: entonces el hachazo es casi seguro, pues las empresas aprovechan para echar cuentas y te envían un recibo final de vértigo. No es extraño tener que desembolsar en ese momento cientos o miles de euros a pesar de haber cumplido hasta el momento con todos los pagos. Lo denuncian habitualmente las asociaciones de consumidores.
Daniele Cametti Aspri, un fotógrafo de Roma, está viviendo esta experiencia en grado superlativo. Tras dar de baja en mayo su contrato de energía eléctrica con la firma Acea porque dejaba la casa donde había vivido en los últimos diez años, el 26 de agosto le llegó el recibo final con una cantidad de escándalo: 65.551,80 euros. Tiene hasta el próximo sábado para pagar.
«Desde que vi la cifra estoy en un estado de total agitación. Yo tengo la presión alta y temía que me pasara algo. Si esto le ocurre a una persona anciana, le puede dar un infarto», cuenta Cametti Aspri.
Su primera reacción fue la habitual en estos casos: someterse al purgatorio que significa llamar al servicio de atención al cliente de cualquiera de estas compañías. Le dijeron que no había error alguno y que todo se debía a que llevaban diez años sin revisar su contador, ofreciéndole la posibilidad de pagar a plazos. Indignado, el fotógrafo denunció su caso en las redes sociales al tiempo que recurría a un abogado, que ha pedido a Acea un resarcimiento por desentenderse de las lecturas durante una década.
«Me he endeudado sin saberlo. Es como si me encontrara de golpe con una hipoteca», lamenta Cametti Aspri. «Siempre he ido pagando las facturas, que eran de entre 150 y 200 euros cada dos meses. Si la compañía hubiera hecho la lectura anual, a la que está obligada y que además pagamos los usuarios, podría haber visto si tenía alguna pérdida de electricidad o alguien me la estaba robando».
El fotógrafo denuncia además que la empresa le intenta cobrar el ajuste de diez años cuando por ley sólo tiene derecho a recurrir el servicio del último lustro. «Te ofrecen pagar a plazos sin informarte de la prescripción. Solo después del revuelo mediático que he organizado la oficina de prensa de Acea ha reconocido lo de los cinco años. Yo, por mi profesión, sabía cómo hacer que esto se supiera, pero habrá miles de personas a las que engañen así. Es un intento de extorsión».
Cametti Aspri no tiene ni idea de cómo acabará esta desventura: solo espera que sirva para que el Parlamento intervenga y cambie el sistema de lectura de los contadores de electricidad, agua y gas. «Lo que me está pasando es un caso extremo del desastre de estos servicios en Italia».
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