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Olaya Suárez
Domingo, 24 de enero 2016, 10:43
Segunda sesión del juicio oral. El fiscal interroga a Triana: «¿Por qué tenía usted un móvil de contrato y otro que apenas utilizaba de prepago y que estaba a nombre de una tercera persona? ¿Formaba parte del plan para matar a Isabel Carrasco?». Triana contesta: «Tenía el móvil prepago porque no quería que mi padre se enterase de que hablaba mucho por teléfono y tenía facturas altas». El fiscal insiste: «Pero parece evidente que si el móvil es de prepago, su padre no se iba a enterar de lo que gastaba o dejaba de gastar si a él no le llegaban los recibos». Triana contesta con suficiencia y retintín: «Es que mi padre es policía». Su aplastante razonamiento hizo que los más de 150 periodistas acreditados en la sala de prensa que seguían atentamente la declaración por las pantallas llegasen a aplaudir y a ovacionar de forma sarcástica la explicación de la joven.
A estas alturas ya son pocos los que dudan de que el inspector jefe Pablo Martínez, actualmente destinado en la Policía Judicial de Gijón, conociese las intenciones criminales de su mujer y, supuestamente, también de su hija. Cuentan sus compañeros que durante esta semana en la que ha arrancado el juicio por el crimen, que a él también le ha cambiado la vida, ha intentado continuar con su rutina habitual acudiendo a su puesto de trabajo en la Comisaría, aunque se le nota ausente y evidentemente preocupado. Discreto y muy apreciado entre la vieja guardia, nunca se pronuncia en público sobre lo ocurrido y sólo confía la profunda tristeza y preocupación que siente desde hace meses a sus más íntimos.
El jueves será él quien tenga que responder a las preguntas del fiscal y de los abogados de la defensa y de las acusaciones particulares, ya que está citado como testigo en la vista oral. Podría acogerse a su derecho a no declarar por tratarse de familiares directos, si bien, parece poco probable.Desde el primer momento de conocer el tremendo episodio que le salpicó directamente, y tras reponerse de la primera conmoción, mostró su disposición a colaborar y así ha hecho durante las fases de investigación policial y también durante la instrucción judicial, por duro y complicado que le esté resultando.
«Elcomisario»
Cuando su esposa cometió el crimen, en mayo de 2014, él ejercía como jefe de la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía de Astorga. «El comisario», le llamaban en la localidad, si bien su rango real es el de inspector jefe. Había regresado a su León natal tras dos décadas destinado en Gijón. Aquí creció Triana y aquí decidió volver cuando un día después del asesinato presentó su renuncia a continuar en Astorga. No se veía capaz de retomar su vida en León después de que su mujer y su hija fuesen detenidas por acabar con la vida de la presidenta de la Diputación.
Volvió a Gijón, a la Brigada de la Policía Judicial, ocupando el mando de una de las secciones. Desde el primer momento ha estado arropado por los más veteranos y se ha ganado el respeto de las nuevas generaciones, con las que no había coincidido durante su anterior etapa en Asturias.
En las declaraciones que han trascendido explicó que su esposa no vivía en Astorga. Hacía un par de años se había trasladado al ático que su hija había comprado en León. «Hacía su vida», dijo. Se veían fines de semana contados, sobre todo, en los que había actos oficiales a los que Montserrat pidiese acudir. A ella le apasionaba alternar con políticos y lo que consideraba gente influyente. Pablo no renunciaba tampoco a la vida social, si bien a su mujer le gustaba más que a él «salir en la foto».
Era, y es, quien corre con todos los gastos del alto tren de vida que Montserrat y Triana llevaban. Coches de lujo, ropa y joyas caras y viajes. «Le costaba llegar a fin de semana», dijo el fiscal durante el juicio. Ninguna de las dos tenían ingresos legales. Triana no trabajaba a la espera de que «la enchufasen en la Diputación». Su padre insistía en que se fuese a buscar trabajo fuera, pero su madre le quitaba esa idea de la cabeza. «El problema era de Carrasco, no de ella, ¿por qué iba a tener que irse ella de León? Solo había que esperar a que se solucionase», declaró su progenitora.
Los que conocen a la familia opinan que «Pablo estaba al margen de todo. Sabía que ellas no estaban bien pero, claro, no se imaginó jamás que pudiesen llegar tan lejos. Está completamente abochornado». Eso sí, no falta ni una semana a la visita de familiares a la prisión de Mansilla de las Mula.
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