No me chilles que no te veo, 'carallo'

Dos gallegos protagonizan una desventura etílica que culminó con uno de ellos, discapacitado visual, al volante de un coche accidentado

IÑIGO PUERTA

Domingo, 27 de septiembre 2015, 12:38

El pasado julio, el Juzgado de lo Penal Nº2 de Santiago de Compostela registró una sentencia que bien podría haber nutrido el guión de una secuela del filme 'No me chilles que no te veo' o cualquier monólogo canalla del celebrado Leo Harlem. Todo comenzó en marzo de 2013, en una excursión entre los pueblos costeros de Ribeira y Boiro, al calor de unos licores de café y un anhelo incumplido de la infancia.

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  • 1 año y un día de privación del derecho a conducir

  • vehículos de motor y ciclomotores, fue una de las penas impuestas a Fidel a pesar de su grado de invidencia. Según fuentes judiciales, «Fidel no ve nada» y nunca pudo obtener una licencia de conducción.

La pareja formada por Fidel y Rafael disfrutaba de una conversación animada en el bar Karachi, situada en la calle Principal de Boiro. La placentera tarde había sido bien aliñada por unas cuantas cervezas y chupitos, hasta el punto de que Fidel terminó por confesar su espinita clavada de siempre. Nunca había podido conducir. Era invidente. Rafael, en un arranque de empatía y amistad, se prestó a ayudarle a cumplir ese sueño incumplido desde la niñez. «¡Qué 'carallo'!, yo te guío y tu pilotas, Fidel» pudo ser la frase con la que le propuso conducir su Ford Focus. Sería la guinda supuestamente perfecta. Algo de euforia etílica, un tintineo de llaves, golpetazos en el hombro y un recurrente 'a que no hay' pudieron haber sido los detonantes de una desventura de película.

Sin tiempo para una primera clase furtiva de seguridad vial, salieron decididos del bar. El coche estaba aparcado en batería a poca distancia, en la misma calle. Era un ahora o nunca. Rafael acomodó a Fidel en el asiento del conductor, le ayudó a meter la marcha atrás y le indicó cómo realizar la primera maniobra con los pedales. Éste, bajo su limitación visual y nula práctica al volante, inició su sueño. Corto pero intenso. El coche salió disparado hacia atrás hasta colisionar contra dos coches estacionados en la acera contraria. Solo fueron daños materiales. Acto seguido, bajo la mirada curiosa de varios viandantes, Rafael se apresuró a extraer a Fidel y sentarlo en la posición de copiloto como pudo. Una vez intercambiadas las posiciones, pusieron pies en polvorosa antes de que llegaran las fuerzas del orden.

Unos cuarenta minutos después, Rafael fue localizado por agentes de la policía local de Boiro en la calle Santos Mieres, no muy lejos del lugar de los hechos. El resultado de la prueba de alcoholemia arrojó una tasa de 0,88mg/l, el triple del límite legal permitido. Un segundo test de confirmación, realizado media hora después, empeoró la cifra hasta 0,90mg/l, según reza el atestado. Rafael había seguido bebiendo.

Versiones contradictorias

En las diligencias tramitadas en el Juzgado Nº1 de Ribeira y derivados al Juzgado de lo Penal Nº2 de Santiago de Compostela, se escucharon versiones totalmente contrapuestas de los hechos. Los dos amigos tomaron caminos distintos para su defensa. Mientras Fidel sintió arrepentimiento instantáneo, Rafael trató de evadir el peso de la justicia con un relato cuanto menos, esperpéntico.

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Fidel reconoció los hechos imputados y aceptó las penas requeridas por la fiscalía. Un delito de conducción alcohólica y sin permiso de conducción. En el transcurso plenario admitió haber estado consumiendo alcohol en dos bares. El segundo de ellos, el Karachi, situado frente al lugar de la colisión. Dio fe de haber estado acompañado por Rafael en ambos locales. Recordó que su amigo se tomó alguna cerveza en el primer bar, pero no supo precisar exactamente lo que consumió. Confesó que durante el tiempo que estuvieron juntos se bebió varias cervezas y chupitos de licor de café. Reconoció que se sentía afectado por bebidas cuando Rafael le propuso conducir y dijo haber seguido sus indicaciones para el manejo de los pedales, pero que no sabía cómo se le fue el coche tan bruscamente hacia atrás.

Rafael, por el contrario, negó haber estado con Fidel en el bar anterior al Karachi. Aseguró no haber bebido más de dos cervezas en éste último local y negó rotundamente haberle ofrecido la posibilidad de conducir su coche. Renegó de Fidel.

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«Me robó la llave»

Según Rafael, mientras estaban en el bar Karachi tuvo un descuido. Fidel, a pesar de su invidencia, le sustrajo las llaves que tenía en la barra, salió del bar y accionó por sí solo el coche. Al percatarse de que le faltaban las llaves, salió rápidamente a por Fidel, le retiró del puesto del piloto y abandonaron el lugar de los hechos sin percatarse de que hubiese habido ningún impacto con otro coche. Eso sí, admitió que después del episodio acudió a otros locales donde continuó consumiendo bebidas alcohólicas. Al ser inquirido por cómo pudo su amigo Fidel reconocer el coche a la salida del bar siendo invidente, Rafael contestó simplemente no saberlo.

Testigos decisivos

Ante las versiones contradictorias de ambos acusados, fueron vitales las declaraciones de dos testigos oculares del incidente. El primero de ellos dijo haber acudido al escuchar el impacto de la colisión y vio cómo Rafael sacaba apresuradamente a Fidel del puesto de conducción, mientras la puerta del copiloto estaba abierta. La segunda persona, testificó que Rafael se apeó del puesto de copiloto e intercambió su posición con Fidel, por lo que quedaba demostrada la versión en la que Rafael fue el cooperador necesario para que Fidel pudiese conducir.

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El único hecho que no quedó demostrado por falta de pruebas fue que Rafael, tras el golpe de Fidel, hubiese tomado los mandos con sus capacidades mermadas por los efectos del alcohol. El camarero del bar Karachi declaró haberles servido a ambos al menos cuatro chupitos de licor de café, pero no supo detallar quién se los bebió. Tampoco los testigos presenciales del apresurado cambio de posiciones pudieron concretar síntomas que inequívocamente denotasen una intoxicación etílica. La sentencia también recoge que esos síntomas tampoco fueron constatados en el atestado de la policía local. En los resultados de alcoholemia, no pudieron probar un consumo previo al accidente. La cifra de 0,88mg/l inicial y la posterior de 0,90mg/l, solo evidenciaban un consumo reciente, por la tendencia ascendente de la tasa.

Las penas

A tenor de lo acontecido durante el juicio, el Ministerio Fiscal solicitó una pena en grado mínimo para Fidel, en atención a su reconocimiento de los hechos.

El arrepentimiento de Fidel rebajó la pena hasta seis meses de multa con cuota diaria de tres euros y la privación del derecho a conducir vehículos de motor y ciclomotores durante un año y un día por conducción alcohólica (a pesar de ser invidente). También a 12 meses de multa con cuota diaria de tres euros por conducción sin permiso.

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En cuanto a Rafael, la pena impuesta ascendió a 15 meses de multa con cuota diaria de seis euros por la cooperación necesaria a un delito de conducción sin permiso, pero quedó absuelto del delito de conducción alcohólica. Los propietarios de los coches afectados no presentaron denuncia por daños al haber sido indemnizados antes del juicio.

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