antonio corbillón
Viernes, 20 de marzo 2015, 02:29
De él dijo el poeta Juan Ramón Jiménez que era «tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos». Tal vez así era Platero, el burro del premio Nobel onubense. Pero los ganaderos saben de toda la vida que los asnos tienen su carácter, tanto que son capaces de enfrentarse a los lobos. «Son impulsivos y agresivos. Y un depredador sabe que la coz de un burro puede dejarle seco», advierte Jesús de Gabriel, presidente de la Asociación Nacional de Criadores de la Raza Asnal Zamoranoleonesa (Aszal).
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En tierras de Zamora confluye la defensa de las tradiciones rurales con los últimos límites norteños del lobo ibérico. Una convivencia conflictiva marcada por los constantes ataques a los rebaños y que solo se ha calmado con la política oficial de pagar los destrozos para acallar al ganadero. Mientras la presión ecologista que abanderó Félix Rodríguez de la Fuente le concedió al primo salvaje del perro el estatus de especie protegida, el abandono progresivo de las labores del campo y el avance del tractor llevó a los equinos autóctonos a su casi extinción. La raza zamoranoleonesa es, junto a la catalana y la andaluza, el último reducto de un animal que lleva dos mil años en labores domésticas.
En una trayectoria que les iguala a los criadores de toros bravos, la asociación Aszal ha conseguido recriar y mejorar esta especie. Supera ya los 1.100 ejemplares y han logrado que cada año nazcan unos 160 cuadrúpedos nuevos en su centro de reproducción y finca de conservación. Pero, en el otro extremo de la rueda de la vida, 2.500 lobos campan libres por el noroeste peninsular y sus ataques hace tiempo que son rutina para los ganaderos.
Los burros despiertan simpatía, pero ya no se les encuentra mucha utilidad. Sus defensores han recuperado un uso nuevo de la noche de los tiempos rurales. Así, diez explotaciones ganaderas que han sufrido ataques a sus reses participarán durante dos años en un proyecto piloto en el que se insertarán burros entre el ganado para protegerlo. «Vamos a ceder a los ganaderos ejemplares de machos castrados para que les ayuden con sus rebaños. Haremos un seguimiento para ver la efectividad, que creemos que superará el 70%», confía De Gabriel. El uso de machos castrados intenta evitar que «no se despisten hormonalmente», justifica.
El proyecto ha tenido buena acogida incluso entre los defensores del lobo, acostumbrados a luchar contra medidas más drásticas, como la última subasta de permisos de caza para controlar su extensión. Pero dudan de su efectividad. «Esto viene de una costumbre antiquísima. Pero a veces, ni con mastines puedes detener a una manada de lobos hambrientos. Será difícil que lo logre un asno», admite un portavoz de las plataformas de defensa del lobo ibérico. Fue lo que le ocurrió a una ganadería de San Vitero (sierra de la Culebra), donde el primer ataque del año mató a trece ovejas y nunca se supo de los tres mastines que las custodiaban. Precisamente, San Vitero celebra mañana la subasta anual de buches (crías). Allí se podrán contemplar 60 ejemplares de esta raza marcada por una abundante cabellera que le da un aire de burrito yeyé. Una hembra adulta arranca la puja en mil euros. Se puede conseguir un buche a partir de 800.
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Esaú Escolar es agente forestal de la Junta de Castilla y León y cuida de su asno. Él sí cree en su poder vigía. «El lobo respeta mucho a los animales con más peso que él y he oído a los pastores contar el ataque de los burros a los lobos». Parece el mundo al revés, pero necesita un largo proceso de adaptación: «Es fundamental que el burro tenga sentido de pertenencia al rebaño. Es un animal muy dado al hermanamiento». Escolar considera que la combinación de varios perros mastín y un burro bien asentado junto al ganado podría ser «un buen blindaje natural» para ovejas y vacas en las comarcas del Aliste zamorano. «La experiencia se podría exportar a otros lugares del país».
A pesar del aumento de la población de estos predadores, los ataques se han reducido en los últimos años. Castilla y León, donde viven el 80% de las casi 200 manadas, sufre unos 800 asaltos anuales, el 25% en Zamora.
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La oferta protectora de los criadores de burros es un paso más en su intento de acabar con el mito de que a estos animales solo les queda la utilidad de inspirar a poetas como el autor de Platero y yo. La mitología dice que la reina Cleopatra se bañaba cada día en leche de burra, considerada una fuente de juventud. También la Asociación de Criadores de la Raza Asnal Zamoranoleonesa ofrece al mercado de jabones hasta 40.000 litros de leche procedentes de sus explotaciones. Además, algunos ejemplares son usados en técnicas de asnoterapia para ayudar a la integración de personas con discapacidad. «Buscamos que, quien viva en el mundo rural, disfrute de un burro como quien lo hace de un pájaro o un perro», concluye Jesús de Gabriel.
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