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El presidente kazajo, Nursultan Nazarbayev, regaló un abrigo al Rey en 1998.
Regalos reales: de guindillas a 'ferraris' y guepardos

Regalos reales: de guindillas a 'ferraris' y guepardos

La prohibición de Felipe VI de que la Familia Real pueda aceptar obsequios que vayan más allá de "los usos sociales" rompe con una costumbre arraigada durante décadas entre los más altos dignatarios del mundo

jon caray

Domingo, 7 de diciembre 2014, 14:00

"Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir". El 15 de octubre de 2012, el Rey Juan Carlos salió ante las cámaras, con un hilo de voz más nasal de lo habitual, para pedir perdón por el incidente que, junto al escándalo Urdangarin, marcaría un antes y un después en su reinado. El accidente de caza en Bostwana, donde había acudido invitado por unos a igos cuando el azote de la crisis más arreciaba en España, fue el comienzo de un final que culminaría con el anuncio de su abdicación y el traspaso de la Corona el pasado 19 de junio. Felipe VI, su hijo, se ha esforzado desde el primer momento en ofrecer una imagen de transparencia y ejemplaridad, en una coyuntura histórica marcada a fuego por la sucesión de casos de corrupción en todas las esferas y el desapego ciudadano hacia las instituciones. Las formas siempre son importantes, pero todavía más en tiempos revueltos. El Monarca ha sometido las cuentas de La Zarzuela a una auditoría externa y ha prohibido trabajar en el sector privado a su circulo más cercano. Ahora acaba de dar otro paso: la Familia Real no podrá aceptar regalos que excedan los "usos sociales" . Ello incluye presentes de alto valor económico o con intereses publicitarios, pero también billetes de avión gratuitos o prendas de vestir. Además, la Casa Real aplicará un código de buena conducta a todos sus empleados.

Esa iniciativa rompe con una costumbre arraigada durante décadas, e incluso siglos, entre los más altos dignatarios del planeta. Los 39 años de reinado de don Juan Carlos -repletos de viajes oficiales, recepciones y actos de gala con miles de mandatarios de todo el planeta- dieron lugar para múltiples intercambios de obsequios; en algunos casos, meros detalles; en otros, bienes 'exclusivos'. Unos, tan mundanos como las guindillas que un monárquico le enviaba o los surtidos de chocolate que son la debilidad del rey ahora jubilado. También ha habido jamones de bellota y generosas cestas de Navidad encargadas por agrupaciones de comerciantes. Caros vinos y cohibas tampoco han faltado. Más llamativos fueron los dos 'ferraris' con que le honró Mohamed Bin Rashid, primer ministro de Emiratos Árabes, en la visita que el Monarca hizo en noviembre de 2011 coincidiendo con el Gran Premio de Fórmula Uno. Uno costaba 300.000 euros, y el otro, el famoso F40, nada menos que 600.000. El destino de los mismos es incierto. Se ha escrito que el exjefe del Estado se quedó con uno y el otro pasó al Estado. Y también que los dos pasaron al Patrimonio Nacional. En este último caso, aunque no fueran estrictamente de su propiedad, solo él y la Familia Real podrían utilizarlos.

Los coches de alta gama han sido uno de los regalos más habituales que han llegado a La Zarzuela a lo largo de todos estos años. La multinacional Mercedes le obsequió en 2006 con un Maybach valorado en unos 400.000 euros. Audi le ha cedido varios de sus mejores modelos. También tiene algún Rolls Royce, Porsche y todoterrenos. Así hasta conformar una flota de unos 70 vehículos.

Dos carneros en palacio

Otros mandatarios árabes también han sido especialmente generosos. Hussein de Jordania, por ejemplo, le regaló el palacio de La Mareta, en Lanzarote, residencia más utilizada por Zapatero en sus vacaciones veraniegas que por la propia Familia Real. El fallecido rey Fahd de Arabia Saudí se inclinó por un yate, el que pasaría ser el primer 'Fortuna'.

Sin embargo, ninguno de estos fue tan sorprendente como el guepardo que los anteriores Reyes de España se trajeron de un viaje a Etiopía. Es de suponer el estupor con que el animal fue recibido en La Zarzuela. De hecho, se cuenta que el felino llegó a andar a sus anchas por palacio hasta llegar a entrar en el despacho del que durante años fuera secretario general de la Casa del Rey Sabino Fernández Campo. O como los dos carneros que fueron soltados en los jardines de la residencia. Como carneros que eran, embistieron contra todo lo que se encontraban. Un guardia real acabó herido.

A partir del 1 de enero, ninguno de estos presentes podrán quedar en manos de Felipe VI, la reina Letizia, sus dos hijas, Don Juan Carlos, Doña Sofía y la infanta Elena. Tampoco los cuadros que se recibían con frecuencia. Ni las plumas estilográficas. Ni las corbatas de Ermenegildo Zegna. Ni una caca -literal- primorosamente empaquetada recibida hace unos años.

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