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Paché Merayo
Martes, 24 de junio 2014, 22:46
Carlos López Otín, ya es miembro de honor del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA). El reputado científico protagonizó ayer su solemne acto de investidura en un acto que él, un gran divulgador de conocimiento, invirtió en «lanzar unas cuantas semilla» de saber. Su objetivo, tan ambicioso como intensos fueron los aplausos que recibió, se centró en dar respuesta a una gran pregunta: ¿Qué es la vida?. Para lograrlo empezó advirtiendo que «es tan compleja que casi no la podemos entender». Después regresó a los tiempos en que se empezaron a dar los primeros pasos para descifrar su esencia. Habló del tiempo en que la redondez de la Tierra fue noticia, de cuando los pobladores del mar lograron aposentarse en suelo seco.
Volvió a Darwin y revisó sus mayores conclusiones, «que la naturaleza no tiene propósito y que su diseño no es inteligente». Prueba de ello, dijo, «los miles de niños que nacen cada día con enfermedades hereditarias». Elogió a Newton («el mayor científico de todos los tiempos»). A Einstein y a varios notables Premios Nobel, mientras describía «la emoción de descubrir». Algo que no nos diferencia de otras especies. Sí, sin embargo, la conciencia «de que no somos inmortales». Aunque hubo un tiempo, contó, anterior a la transición del cerebro animal en cerebro humano. Un tiempo anterior a las tres mutaciones que hemos sufrido para convertirnos en lo que somos.
Y en ese proceso de evolución entra un factor que se enrosca en nuestro ADN, la cultura. Un elemento que «se mueve más rápido que la bioquímica».
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