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La calle Ramón del Valle volvió a ser el epicentro de la fiesta en Arriondas. :: FOTOS: TAREK HALABI

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La calle Ramón del Valle volvió a ser el epicentro de la fiesta en Arriondas. :: FOTOS: TAREK HALABI

La última juerga antes de irse a remar

La noche previa al Sella es un gran club de fiesteros, con creciente presencia de despedidas de soltero

GLORIA POMARADA

Domingo, 5 de agosto 2018, 04:32

La noche comenzaba estrellada y serena, suspendida incluso en un ambiente de nostalgia. Pasaba la medianoche cuando el Allume del puente Emilio Llamedo de Arriondas daba inicio a Les Piragües con un millar de candelas que, río abajo, recordaban a aquellos selleros que se fueron. Kike Valdés, de los Botijos de Cangas de Onís, era el invitado por Selleros para leer los versos del pregón, con un especial pesar por la ausencia de personajes míticos del Descenso, como Dionisio de la Huerta, Emilio Llamedo o Ramón 'el de La Llongar', recientemente fallecido.

Tras el trance de la ofrenda, la noche fue adquiriendo el ritmo de fiesta que caracteriza a les Piragües, plagadas este año de grupos de amigos dispuestos a despedir la soltería a orillas del Sella. Por Arriondas desfilaban capitanes América, equipos de fútbol y jóvenes uniformados con camisas hawaianas, todos ellos con un nexo común: un futuro novio que en mitad del grupo disfrutaba de la folixa asturiana. Era el caso de los veintitrés navarros que acompañaban a Juan Txamadoira, con camiseta de la selección española y pelucón rojigualda, y atraídos por el Sella para la despedida porque «al novio le gusta el campo».

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El disfrute de la naturaleza es el componente añadido que señalaron los distintos grupos para decantarse por Les Piragües, pues a la noche de fiesta se suma el imprescindible descenso en canoa, ofrecido por numerosas empresas dentro del pack de despedidas de soltero. También el grupo de madrileños de Alberto Ramos acudió a Arriondas con esa idea. «Sabíamos que era la fiesta y venimos a hacer la despedida», contaron cubata en mano mientras el ritmo de la música iba subiendo decibelios en el parque de la Llera. Desde Cartagena y con dos días de fiesta por delante paseaban por la capital parraguesa los siete amigos de Víctor Hernández, ataviado con un disfraz de Lady Bug. «Antes estuvimos en Gijón y también vamos a hacer el descenso», contaron.

En Ribadesella, la tónica se repetía. Los orensanos de la peña de Miguel Feijóo bailaban por la plaza Nueva ligeros de ropa, con la promesa de quedarse de farra «mucho tiempo». Desde Valencia y en autocaravana llegaron a la capital riosellana Héctor Martorell y su grupo. «No sabía a dónde venía hasta que quedaban veinte kilómetros», destacaron. Entre los habitantes locales, las despedidas son ya vistas como un elemento más de la fiesta, que en la noche del viernes vieron «con menos gente, pero con mejor ambiente», explicó el joven Alberto Capín. Pasada esa frontera que marcan las dos de la madrugada, en la que la noche toma una atmósfera de rostros demudados y miradas deseosas de más juerga, Arriondas y Ribadesella no fallaron a su fama de capitales de un fin de semana consagrado a la fiesta.

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