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Aunque al verano asturiano le esté costando arrancar, el «modo playa» está muy en el aire: no hay nada como un día a la orilla del mar, con una buena tortilla y/o bocadillo en la mochila, una siesta en la toalla, un chapuzón refrescante…
Y es cierto que existen dos bandos: hay gente más de playa y gente más de montaña. Sin embargo, lo bueno que tiene Asturias y su amplia y bellísima costa es que en ella la dualidad desaparece: hay multitud de playas y calas salvajes disponibles muy, muy cerca de rutas senderistas cien por cien recomendables para toda la familia. No hay por qué elegir entre plan senderista y plan de playa: en la costa asturiana se puede hacer una sinergia de ambos, diseñando así una jornada perfecta de desconexión en la naturaleza.
Estas líneas aglutinan tres rutas senderistas por la costa de Asturias: fáciles, accesibles, para toda la familia y de menos de media jornada de duración. Los faros, miradores, merenderos, acantilados de vértigo, playas, bosques, praderías… así como agua dulce y salada están muy presentes en ellas. Tres planes de ruta por la costa asturiana, perfectos para compaginar con un buen chapuzón, una siesta en la toalla, una tortilla y bocatas, una partida de palas…En definitiva: para disfrutar de esa sinergia perfecta entre playa y montaña.
Esta es una senda costera corta y fácil, bien señalizada. Un camino de litoral, por acantilados, en el que las vistas privilegiadas hacia el mar cantábrico son la guinda: durante todo el trayecto se suceden los miradores en zonas estratégicas, diseñadas para conocer la agreste orografía de la costa del concejo de Muros del Nalón, toda una joya del paisaje de Asturias.
Además, es una senda perfecta para el verano: para pararse sin prisa en las distintas playas y zonas de descanso que se van encontrando durante el sendero y disfrutar de un buen baño o un tentempié sobre la arena. Pero además, a lo largo del trayecto no faltan las zonas de árboles: eucaliptos, castaños, laurales…que dan sombra al camino y lo cargan de contrastes.
El trazado, sigue la línea costera que va desde la playa del Aguilar hasta la Ermita del Espíritu Santo, en San Estebán de Pravia; por tanto, puede iniciarse en cualquiera de los dos lados. De cualquier manera, no hay pérdida.
El recorrido que aquí se propone empieza con un chapuzón en la playa de Veneiro o Xilo, junto a la playa Aguilar. En esa misma zona existe un amplio aparcamiento en el que dejar el coche. Desde ahí, la caminata avanza por camino bien cuidado con algún tramo en pendiente al principio y zonas de escaleras.
En total, la ruta ida y vuelta son unos 10 kilómetros y la zona de más pendiente termina enseguida, en un área de descanso que está en Alto de las Llanas. Muy cerca, se encuentra el mirador de los Glayos, con amplias y espectaculares vistas.
A continuación la senda se internará en un tramo más boscoso hasta el Mirador de la Atalaya y, sólo un trecho después, se llega a la altura de la Ermita del espíritu Santo, que da nombre al último mirador de este recorrido: asomado a enormes acantilados, la playa de los Quebrantos, la isla de Deva, el Cabo Vidio…
A sólo unos pasos del mirador existe un área recreativa. Además, desde el mirador (y a través de un buen número de escaleras) está la opción de bajar a San Esteban de Pravia; eso sí, siempre teniendo en cuenta que hay que volver hacia atrás, por la misma senda, hasta la playa del Aguilar de nuevo.
Este es un camino perfecto para adentrarse, y disfrutar, del Paisaje Protegido de la Costa Occidental de Asturias. El recorrido pasa por enormes acantilados, preciosas playas, balcones privilegiados sobre el mar, verdes prados a ras de costa…extendiéndose a lo largo de unos 9 kilómetros para conformar una ruta circular llena de detalles que puede andarse en tres horas.
La ruta (marcada como PR AS-4) suele comenzar en Busto (ahí comienzan las señales) pero también es posible comenzarla desde Cabo Busto, acortándola ligeramente. Por lo demás, el recorrido llanea casi todo el tiempo, sin dificultad de ningún tipo, adentrándose por zonas de prados sin perder nunca de vista los impresionantes acantilados que caracterizan esta zona occidental asturiana.
En el camino, además de playas escondidas y un paisaje de costa inolvidable, también hay etnografía, elementos rurales, prados de verde alfombra, caminos en la espesura… lo que viene siendo un combo perfecto para disfrutar, a la par, de buenas playas, buenas vistas y una buena ( agradable) caminata.
Por lo demás, todo lo que hay que hacer para seguir este PR es avanzar desde el Cabo Busto por camino de tierra abierto en zona de matorral, con impresionantes vistas. Luego, la ruta se va adentrando en zonas de pradería para ir empatando mirador tras mirador en su avance a la vez que se ensancha.
Sobre mitad de ruta, la senda se aleja un poco de los acantilados para recorrer zonas de cultivos y de ganadería, empatando agradables caminos hasta encontrar Busto: una población bien cuidada en la que abundan las casas bellas y los jardines floridos. También se puede aprovechar la visita para recalar en la afamada pastelería Cabo Busto.
Tras el periplo por el pueblo, la senda vuelve a poner rumbo hacia la costa, volviendo a adentrarse por zonas de acantilados y miradores impresionantes que se asoman a playas vírgenes. Uno de los tramos más pendientes de este sendero está en esta segunda parte de la ruta y transcurre por bosque cerrado, bajo buena sombra. Tras el bosque, un desvío invita a acercarse a la playa de Bozo , rodeada de imponentes paredes verticales.
Tras la playa, regresando al camino principal se llega enseguida al Mirador del Cabo, con una amplia zona de merendero y uno de los mejores balcones de toda la ruta, con extraordinarias vistas a toda la costa del concejo de Valdés: la Playa de los Molinos, la Sierra de Concelleiros, la Sierra del Estoupo, la Playa de Portizuelo, Luarca, la Reserva Natural Parcial de Barayo y, al fondo, la Punta Romanellas.
Desde ahí, un pequeño trecho más devuelve al punto de arranque, el mirador del Cabo Busto.
La playa de Guadamía, un espectacular arenal enclavado entre acantilados y rodeada de verdes prados que (en días de marea alta)se convierte en una piscina de agua salada: este es el destino, la «cumbre» que busca esta singular ruta.
Otra singularidad es que esta no es (técnicamente) una ruta costera, aunque vaya en busca de la mar: en realidad es una senda que sigue el curso casi completo de un río a través del bosque, cruzando puentes añejos y encontrando restos de la etnografía de Asturias.
La llaman La Senda de Samuel (en honor al vecino que la ideó) y comienza en la plaza del pueblo llanisco Llames de Pría: bien señalizada, se extiende durante unos 8 kilómetros, sin desnivel, pasando un paraje de cuento en el que hay pozas de agua bien fría, saltos de agua discretos, muchos árboles y mucha tranquilidad y silencio. El río, como si fuera un guía, va llevando cómodamente a través de su territorio y deja justo a los pies del mar.
Y al final de la senda, el premio redondo: la bella y singular playa de Guadamía espera. Un arenal peculiar y agreste que en días de marea baja es largo, extenso, y permite observar las caras de los acantilados que la mar no suele dejar ver; y en días de marea alta, si la mar no está picada, se convierte en una profunda piscina de agua salada, ideal para un chapuzón de los que dejan huella.
Además, algo más allá de la playa y por un camino bien marcado, se puede llegar fácilmente hasta otra zona singular digna de visitar en Asturias: los acantilados de los Bufones de Pría, un espectáculo impresionante que pone la guinda final a una ruta costera llena de contraste, de agua dulce, de bosque, de pozas, de arena de playa y de buen camino.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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