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Son las 4.30 de la mañana en el pequeño pueblo de Pineda (Somiedo) y por una ventana iluminada ya sale olor a café. 10 minutos más tarde, la luz se apaga, una puerta se cierra y en el camino suenan pasos decididos, alejándose de la aldea e internándose en los bosques: son los de Romain Guerin, un joven francés de mirada clara al que Asturias, el oso cantábrico y la vida rural le robaron el corazón hace más de tres años.
Aún es de noche, pero Romain se mueve por la espesura nocturna como pez en el agua. Carga con una cámara y una mochila repleta de lentes fotográficas. Va seguro, rápido y silencioso… ya tiene decidido a dónde quiere llegar. Ya sabe en qué zona se sentará a esperar. Ya conoce el camino, aunque procura permanecer atento a todos los detalles que lo configuran y lo vuelven nuevo cada día. Y, de manera natural, sin pararse a pensarlo demasiado, es capaz de leer -en el barro del sendero, en la corteza de un roble o en las flores pisoteadas de la ladera que asciende- una especie de mapa invisible que le va dando pistas, le regala sensaciones, le habla de aquellos que le observan y le conecta, cada día más, con el fascinante entorno que pisa.
A veces, también hay sorpresas: encuentros inesperados, lugares inexplorados, huecos nunca antes avistados, huellas frescas… y todo ello va sumando sabiduría, conocimientos, sensibilidad y experiencia a la personalidad de nuestro protagonista, un sensible fotógrafo perdido por los bosques y los montes somedanos, persiguiendo incansablemente las huellas del oso cantábrico.
«Vine a Asturias por primera vez hace 4 años, a pasar un par de días en la zona de Somiedo: aluciné cuando vi osos en libertad. Me quedé fascinado con ellos, con el lugar… Ya de vuelta a casa, empecé a buscar información sobre el oso cantábrico y a plantearme la posibilidad de fotografiar su día a día, en libertad, en su casa… Así comenzó todo» cuenta, hablando un castellano dulce y bien entrenado que entremezcla el acento francés con la cantarina cadencia asturiana.
«Llegué para pasar 15 días, con mucha ilusión y ganas, pero con resultados nulos. Aun así volví, a pasar otros 15 días caminando por el bosque. Así hasta tres veces. A veces, regresaba de mis salidas sin una sola foto en la tarjeta. Me sentía muy frustrado. Y fue entonces cuando comprendí que la labor que me había propuesto requería que le dedicase mucho más tiempo que dos semanas cada temporada: la perseverancia era la clave y la frustración fue una llave para cambiar la perspectiva»
Ni corto ni perezoso, Romain decidió mudarse a Asturias. Llegó en el verano de 2019, con plan de establecerse en Somiedo durante 5 meses y dedicar esos más de 150 días de estancia a buscar osos y captar sus rutinas. Y así, durante semanas, se dedicó a salir al mundo de los osos. Y, sin pretenderlo, acabó encontrando un mundo lleno de enseñanzas enormes: acabó encontrando su casa y enamorado hasta las trancas de la montaña asturiana y todos los animales, árboles y plantas que la habitan.
Y fue así que, para él, cambiaron los matices: las pateadas diarias y solitarias le ayudaron a conocer, de verdad, el bosque. A comprender y conectar con sus habitantes. A entender que los amaneceres y los atardeceres eran momentos clave. Y a escuchar y respetar profundamente el entorno transitado. A observar, a tener paciencia… Fue así que entendió que aquel lugar, mágico y lleno de paz, pertenecía a los que lo habitaban.
Concluidos unos 100 días, Romain se percató de lo distinto que era su ritmo de vida. Y se visualizó a sí mismo en el pasado reciente, encerrado en un edificio, mirando por la ventana una calle empedrada llena de coches y de ruido. Su mundo había cambiado completamente. Era más simple. Más meditativo y contemplativo. Mucho mejor. Además, sus sentidos estaban agudizándose. Y, orgulloso y confiado, cada vez era capaz de mimetizarse mejor, de interpretar mejor el paisaje y de seguir las huellas que le llevaban a avistaciones únicas… una suerte de premios a la constancia y al silencio que el bosque le iba regalando y que su cámara, siempre con él, captaba sin descanso.
«Vine para 5 meses y llevo aquí 3 años, dedicando mi vida a explorar, fotografiar, filmar y escribir sobre este mundo salvaje y libre en el que habitan los últimos grandes depredadores de Europa Occidental. Ahora lo pienso y me doy cuenta: los osos, Somiedo, estos bosques y este sitio me encontraron a mí», concluye, orgulloso de ser testigo del día a día no sólo de los osos sino también de lobos, zorros, pájaros, insectos, gatos monteses, rebecos…
«El bosque y los animales me ayudaron a simplificar mis necesidades, a vivir con las estaciones, a sincronizarme con los ciclos y los ritmos naturales. Adentrarme en la intimidad de este lugar me ha enseñado muchísimo y me permite ser espectador de escenas increíbles. El parque Natural de Somiedo es una joya de la biodiversidad en el corazón de la Cordillera Cantábrica» afirma con rotundidad, sin esconder el profundo amor que siente por el lugar que ahora es su casa.
El proyecto de Romain Guerin crece cada día: un amplio conocimiento del lugar y cientos y cientos de imágenes que va recopilando y archivando con la intención de escribir un libro y, después, hacer un documental. Mientras eso llega, recientemente ha puesto en marcha otro proyecto único en la zona, consistente en acompañar a la gente a través de los laberintos vegetales de los bosques de Somiedo para que otros, como él, puedan captar instantáneas de estos animales increíbles, amén de sentir las sensaciones que –en silencio y soledad- es capaz de regalar el entorno boscoso y lleno de rocas por el que transitan estas aventuras.
«Sinceramente: me siento actor del futuro de Somiedo. Creo que es necesario concienciar a la gente del tesoro natural que es este lugar, poniendo en valor la zona y promoviendo un turismo sostenible, de calidad, alejado del turismo de masas… Un turismo respetuoso con el entorno que sea capaz de hacer ver que, en este lugar, somos nosotros los intrusos y debemos recorrerlo con profundo respeto, ética y conciencia» relata, tratando de hacer llegar la esencia de la pequeña empresa que acaba de poner en marcha y que combina talleres de fotografía individuales (para profesionales y amateurs) con un conocimiento profundo del medio, del Parque Natural y de sus habitantes.
Son las 5 de la tarde y vuelven a sonar pasos que, desde Pineda, se internan en el bosque.
Romain Guerin va en busca de las últimas horas de luz del día, un momento del día clave. Camina silencioso, adentrándose en las entrañas de Somiedo, desprendiendo un aura de respeto y admiración. Va -una tarde más- en busca de las huellas del oso cantábrico. En busca de la emoción y el profundo aprendizaje. Va en la búsqueda, pacifica, de observar y ser observado por aquellos que, sin dañarlos, habitan estos terrenos. Va, decidido, a documentar la vida de un lugar y de unos habitantes únicos para dejar constancia de su importancia, su belleza y todas las enseñanzas que se esconden en su mundo apartado.
«La única manera de contribuir a la protección del oso y de otras especies es darlas a conocer tal y como viven: en su hábitat natural, con máximo respeto por su entorno y evitando la más mínima intervención humana. Lo verdaderamente revelador es conocer sus costumbres: esa es la clave. Sólo así, respetando y observando, es posible plasmar la realidad de la vida salvaje»
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