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Hay una línea invisible, intrincada, llena de curvas y de desniveles que une, en poco menos de 100 kilómetros, la distancia que separa el mar cantábrico del techo de los Picos de Europa.
Se trata de una línea abrupta, hecha de senderos, valles, majadas, canales, aldeas, cabañas, caminos verticales, praderas, piedras… de complicada orografía y paisaje impresionante, que empalma, en silencio, las aguas siempre frías y revueltas del mar que baña Asturias con su cumbre más alta, el Torrecerredo, rey de cimas de la Cordillera Cantábrica a 2648 metros de altura, enclavado en el corazón mismo del macizo de los Urrieles.
Y aunque sea esta una línea etérea, sin marcas blancas y amarillas, jitos o señales que unan sus dos puntos, hace pocos días un trío de amigos ( más uno) la recorrió completa, sin descansos, vivacs ni atajos, trazando un recorrido único en la historia de Picos de Europa y cumpliendo así un sueño con forma de reto que se fue formando como idea durante la pandemia y se hizo realidad el pasado 9 de julio, día que Pedro Ángel Montes, Javi Cuadriello y Álvaro Caro coronaron la cima del Torrecerredo tras 21 largas horas de una caminata frenética, única y dura que iniciaron en la playa de Santa Marina, en Ribadesella.
«Los tres somos grandes apasionados y habituales de las carreras de montaña, y hacía tiempo que teníamos en mente unir la costa con el techo de Asturias en un día. Una locura, sí, pero también un objetivo personal al que fuimos dando forma y para el que tuvimos que esperar a fin de disfrutar de las condiciones climáticas idóneas para llevarlo a cabo. Todo ello se conjugó el pasado 9 de julio y así, sin pensarlo mucho y con gran ilusión, nos pusimos a ello», cuenta Pedro Ángel Montes, natural de Parres, miembro del Grupo de Montaña Picu Pienzu y gran aficionado a correr entre riscos, pedreros y senderos escabrosos de montaña.
«El recorrido era un reto personal y lo modelamos para pasar por nuestros pueblos natales: Arriondas y Cangas de Onís. Además, lo hicimos un pelín más largo de lo necesario a fin de ganar seguridad, garantizar el agua y pasar por sitios míticos y muy guapos. Queríamos partir a nivel del mar y coronar el punto más alto de la provincia y así lo hicimos, pasando por Parres, Cangas y adentrándonos en los Picos de Europa a través de los Lagos y la ruta del Cares. En el recorrido, se nos unió más gente, que ya sabían de nuestra idea: desde críos que nos acompañaron un rato al paso por los pueblos, gente que se acercó a llevarnos agua en puntos clave y otros apasionados de las carreras de montaña, como Luis Martínez, que acabaron llegando al Torre con nosotros», continúa contando Pedro, satisfecho por haber conseguido hacer real una hazaña única, imaginada cuando ni siquiera estaba permitido salir a la calle debido a las restricciones de la covid-19.
Así, desde Ribadesella, tras mojar los pies en la revuelta orilla del mar cantábrico, Álvaro, Pedro y Javi comenzaron a correr pasando por lugares como Cueves, Sinariega, las laderas del picu Moru, Arriondas, Sobrepiedra, Cangas de Onís, Següencu, Orandi y los Lagos de Covadonga, dónde llegaron ya con la luna alumbrando en el cielo y la nocturnidad dominando los caminos y las visiones.
Sin parar a descansar, de los míticos Lagos de Covadonga la comitiva de corredores se adentró ya en la alta montaña, llegando a Poncebos por la Vega de Ariu y la canal de Culiembru, tomando rumbo a Bulnes y, desde allí, al refugio del picu Urriellu para, finalmente, sorteando la brecha de los cazadores, alcanzar el Torrecerredo, en el cual pisaron cumbre 21 horas después de que diera comienzo la aventura.
«El premio es el recuerdo de haberlo hecho. Los buenos momentos vividos durante el trayecto, haber superado las dudas que teníamos pero no dejamos que nos amilanaran, la satisfacción de conseguirlo… «, relatan, sin dar demasiada importancia a su increíble gesta y quedándose con la satisfacción personal como el mayor tesoro de la aventura.
«Si hubiera que escoger un solo instante, sería el paso por la canal de Culiembru: paramos a tomar aire y la visión del cielo, de la luna y la vía láctea, era impresionante. Y en medio de aquel panorama, la silueta del Torrecerredo se vislumbraba al fondo, recortada en la oscuridad… ya lo habíamos contemplado desde el picu Moru, y ahora estábamos más cerca pero seguía estando lejano…pensar que había que llegar allí, que en unos horas estaríamos en ese punto mirando hacia Culiembru, hacia nuestras casas y el mar, con el reto ya cumplido, resultó muy emocionante», narran.
También, claro, hubo momentos duros: «De noche, orientarse es mucho más complicado, hay que ir con pies de plomo y el paisaje cambia completamente… los sonidos, las sensaciones… todo es distinto sin luz. Como nuestra apuesta era hacerlo en menos de 24 horas, sin parar, salvamos los miedos e inseguridades y sorteamos la noche, igual que hicimos con las piedras, los desniveles, el calor y la kilometrada… en realidad, todos los momentos duros tuvieron su compensación en la cima final, cuando observamos la línea de mar en la que habíamos comenzado, alzados sobre el precioso techo de Asturias que es el Torrecerredo».
Una aventura sin precedentes ni tracks idénticos anteriores que ya es parte de las pequeñas grandes historias de los Picos de Europa. «No tenemos intención de hacer una convocatoria anual o una carrera con este recorrido. Lo que pretendíamos era pasarlo bien y cumplir con un reto muy personal e ilusionante que ya está hecho», explican, añadiendo que en su mente y sus conversaciones ya tienen pensadas otras gestas similares a las que tratan de dar forma y que tratarán de cumplir el próximo año, recorriendo picos, techos y distancias icónicas de la geografía asturiana por el simple placer de correr en montaña, su pasatiempo favorito.
De momento, Álvaro, Pedro, Javi y Luis pueden presumir de ser los primeros en unir, a pie y en un día, la cota más baja y la más alta del territorio asturiano: una gran hazaña montañera que - a pesar de la modestia de sus protagonistas- quedará grabada para siempre en la memoria de los montes asturianos.
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