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En el infierno asturiano del Angliru no hay fuego, demonios, almas penitentes… En su lugar hay preciosos paisajes de postal, ganado pastando a sus anchas y unas nubes que parecen humo cuando las atraviesas. Y también dolor, mucho dolor, en forma de pendiente. Allí el sufrimiento se cuenta en porcentajes. Los de los desniveles positivos que llegan a alcanzar la escalofriante cifra del 23,6% en la temida Cueña Les Cabres. La prueba pedestre organizada por Ochobre Atletismo permite a casi 300 atletas vivir en sus propias carnes lo que supone enfrentarse a una de las ascensiones en asfalto más duras de Europa.
El recorrido de 13 kilómetros por la vertiente tradicional desde La Vega (Riosa) es un emblema en la Vuelta a España desde que se celebrase allí una etapa por primera vez en 1999. Ha pasado de ser una zona de pastos y abrevadero de ganado para lugareños a ser considerada una de las subidas de mayor exigencia a nivel internacional en el mundo del ciclismo. La razón está resumida en un pequeñigual no cartel, ubicado justo donde comienza la ascensión y se coloca la línea salida. 'Afayáivos (bienvenidos, en bable) al Angliru.'El Olimpo del ciclismo'. Dos datos ya avisan de lo que viene por delante: 1.226 metros de desnivel y una pendiente media del 10,15%. Unos 13 kilómetros vagando por el inframundo antes de alcanzar el cielo.
Pistoletazo de salida. Digamos que se trata de una carrera a pie híbrida. No es una 'trail' al disputarse todo su recorrido por carretera, pero su ascensión es digna de una exigente competición de montaña. Los seis primeros kilómetros son relativamente 'llevaderos' si se compara con lo que viene a partir del área recreativa del Viapará. El primer tramo sirve para calentar las piernas, con pendientes progresivas que ya superan el 13% de desnivel. En cualquier otra prueba se hablaría de una dificultad considerable con una inclinación media del 6,3%, pero es la cara más amable del cruel Angliru. Solo hay una pequeña tregua, la del séptimo kilómetro, donde la pendiente es muy suave e incluso hay un pequeño descenso convistas espectaculares de toda la sierra del Aramo desde lo alto. Una bocanada de aire y ánimo para lo que resta. A partir de ahí, comienza una endiablada sucesión de empinadas rampas que dinamitan las piernas de los corredores y les arrebatan el aire de los pulmones.
Son seis kilómetros de penitencia, con una media de inclinación del 13%. Las primeras plegarias se escupen de forma entrecortada en La Cuesta Les Cabanes. Rampas del 20%, con 400 metros en la que la media es de un 18%. «Ahí está la cima ¡Qué lejos! No sé si es mejor o peor haberla visto», consigue balbucear un participante. No hay absolución. Curvas de herraduras que casi hay que escalarlas, cada vez más altura y vertiginosas pendientes, alguna que otra vaca que toca esquivar por el camino... Ahí muchos corredores ya directamente caminan. Se doblan. Imposible ni tan siquiera trotar.
El castigo sigue en Llagos, Les Picones y Cobayos. Un desgarro lento de la moral del atleta, con la cima aún lejos y el cansancio ya haciendo mella. Tras esta última aldea, a más de 1.250 metros de altitud y cuando parece que es imposible una mayor tortura, es el momento de enfrentarse a La Cueña Les Cabres. Allí directamente se evapora el alma. Es una recta colosal de 800 metros que alcanza el 23,6% de inclinación, con una media que no baja del 20. Una barbaridad puesta por el mismísimo diablo y que llega justo en el final de un esfuerzo inhumano. Allí es donde se han retorcido de dolor los grandes del ciclismo, donde se les desfigura la cara, donde la bicicleta casi ni se mueve. José María 'El Chava' Jiménez, Roberto Heras, Alberto Contador, Gilberto Simoni, Juanjo Cobo... Todos ellos han sudado la gota gorda en La Cueña para conseguir elevar los brazos al cielo en la cima del Angliru. Y solo uno de ellos, Heras, ha sido capaz de conseguir una ascensión con una velocidad media superior a 18 kilómetros por hora (con un tiempo de 41 minutos y 55 segundos) en las siete etapas disputadas allí hasta la fecha.
En la prueba pedestre del Angliru es José Luis Capitán, con un tiempo de 1 hora y 36 segundos, el que atesora el récord de ascensión desde 2014. Incluso Martín Fiz se atrevió con el coloso asturiano. Ganó con un tiempo de 1 hora, 1 minuto y 59 segundos. La última piedra en el camino es el 20% de desnivel del Aviru, una recta casi tan devastadora para las piernas como La Cueña. Entonces se termina el infierno. Los atletas se adentran entre las nubes y el color gris averno desaparece. De pronto, el cielo es azul y la fuerza de los rayos del sol golpea el rostro de los corredores que, una vez finalizada la ascensión, afrontan un último kilómetro llano que lleva a la línea de meta. Es la llegada al Olimpo.
El vallisoletano Ricardo Mayordomo (1h05.16) y la cántabra Merche Palacios (1h23.11) se adjudicaron la victoria en la edición de 2019 celebrada el pasado sábado. En la categoría masculina, Mayordomo y Daniel Redondo se mostraron superiores a sus rivales y cruzaron juntos la meta, aunque los jueces dieron vencedor al vallisoletano. Andrés Acebo completó el podio en el tercer escalón. En la clasificación femenina, Palacios precedió a Laura Sánchez (1h26.42) y Elena Calvete (1h26.47).
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