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En llingua asturiana, un «Seu» (o «sedu») es una vereda estrecha que va por una peña. Un sendero de ganado, con uno o varios pasos complicados, por el que debe avanzarse con cuidado, desafiando vértigos y laderas verticales. En esta ruta se camina por dos de estos pasos: el seu del Toyu y el seu Vibolines. Dos «pasaderos» tallados en roca y ataviados de cadenas que se cruzan mientras se realiza una interesante (y dura) circular por los montes ponguetos.
Sin embargo, cruzar por pasos estrechos agarrados de cadenas no es el único atractivo de este trayecto: también transita por pueblos altos donde sobran dedos de una mano para contar los habitantes; sube a una cima preciosa desde la que se otean las imponentes peñas que son insignia en este concejo; cruza por un par de estrechas cuevas que, a modo de túnel, son paso único para seguir avanzando; se sumerge en bosques en los que reinan hayas; o visita, en su hábitat y bien conservados, tesoros etnográficos únicos como los hórreos belluscos.
Y aunque lo cierto es que la caminata es dura y salva un importante desnivel de más de 1200 metros, también es de recibo describirla como encantadora, diferente, especial y pausada. Quizás porque (a pesar de las largas y empinadas cuestas, o lo importante del esfuerzo que requiere) va llevando como de puerto en puerto, a modo escalera, y en cada uno muestra un paisaje, elemento o característica especial que compensa la tirada. Quizás porque es solitaria, alejada de masificaciones. O quizás porque parece casi un viaje en el tiempo, por senderos viejos de montaña y pueblos detenidos en otra época, poblados de silencios y reliquias de la vida rural antigua…
Tipo de ruta: Circular
Dificultad: Moderada-Difícil (el desnivel es importante y los pasos por el seu son no aptos para personas con vértigo)
Distancia: 14 kilómetros
Tiempo aproximado: 6 horas (aprox)
Altura máxima: 1220 metros, aproximadamente
Desnivel aproximado: 923 metros
En definitiva, la vuelta que aquí se describe no es sencilla pero resulta inolvidable, única y diferente. Una ruta de montaña llena de contrastes, naturaleza, regalos, desafíos, verticalidades, bosques, etnografía… que vuelve los pasos pesados y lentos perdiéndose durante horas por ese bello repecho, verdísimo y salvaje, que es Ponga.
El inicio de esta ruta está bien señalizado, en la carretera N-625. El único problema es que no hay ningún aparcamiento amplio habilitado en la zona, así que toca dejar el vehículo tras pasar Puente Vidosa y echar a andar carretera arriba -durante un corto trecho- hasta encontrar la señal, ubicada a mano derecha, que marca el comienzo del PR-AS 282, Senda del Carteru.
Este es uno de esos senderos «míticos». Una vía muy entornada, casi una canal, que debe su nombre al cartero que la recorrió durante años diariamente, cuando aún no había carretera para acceder a los pueblos. Es una subida dura, bien entornada desde los primeros pasos, que nos llevará hasta el primero de los pueblos que visita este trayecto.
Tras un primer y fuerte repecho, se sale de la canal cruzando una larga pedrera que acaba en una zona con un paso protegido con cadenas. Un seu, pequeño y bastante ancho sí, pero seu en definitiva. El primero del día de hoy y el más sencillo, aunque no conviene olvidar las precauciones. Abajo, el desfiladero de los Beyos impresiona. Y ya de frente, en el camino y tras bordear una peña, aparece Biamon: un pequeño pueblo montaraz habitado por una única persona
Biamon es un buen sitio para hacer un primer descanso. Todavía queda un fuerte desnivel a salvar y pasear un rato despacio entre sus casas calladas y sus piedras labradas ayuda a recomponerse. Desde aquí, siguiendo el itinerario normal de la senda del cartero, se puede seguir hasta Casielles y luego bajar por la Caviella hasta el punto de inicio. Pero el destino de esta excursión es el seu Vibolines y, para encontrarlo, se abandona el PR para desviarse y subir hacia la Collada Nochendi: otro atracón de subida que salva 250 metros de desnivel en un corto trecho
Ya en Nochendi, con magníficas vistas hacia el Carriá, hay que girar a la izquierda cogiendo un sendero que, tras una breve subida, se para a las puertas de un bosque. Las hayas, sabias, bailantes y cantarinas, hacen que el ambiente mude repentino y el aire, antes abierto y bañado de sol, se tiñe aquí de humedad añeja y sombras titilantes.
El tramo boscoso no se alarga demasiado y, enseguida, se abre hacia una subida herbosa y despejada que conduce, directa, a la Cueva del Toyu: el único paso posible para seguir andadura. Un lugar especial, con un latido propio, que parece una muralla pero en realidad es una puerta «construida» por el agua en la caliza, tan elegante y práctica que, en menos de dos suspiros, deja al caminante en la ladera de Peña Salón
Dejando atrás la Cueva del Toyu, comienza una nueva y fuerte subida por la ladera, cogiendo un camino que se dirige a los altos. A la derecha, la verticalidad es importante y se observa la collada Baxeñu, lugar que -más tarde- se dejará conocer de cerca cuando la ruta tome rumbo a Viboli. También se contempla cerca, y abajo, Viegu, importante pueblo pongueto encajado entre bosques. Pero, de momento, toca seguir caminata: una cima a 1245m espera, mientras los pasos recorren un camino de ganado ascendente, otro seu, que acaba en el Paso de la Gorgoleta, zona muy guapa y bien señalizada que lleva hasta el Collau Boya Campiellu, en el que hay que girar a la izquierda para coronar –en poco tiempo- la cumbre de Peña Salón.
Desde aquí, parece que sólo haga falta estirar el brazo para tocar al Pierzu y al Carriá. Mientras, el Tiatordos, imponente y algo más lejano, parece contonearse haciendo bailar las sombras sobre San Juan de Beleño. Y los Picos de Europa, ese murallón calizo que cambia las formas según la luz, relumbran en un horizonte que contempla un mar de verdes ondeante y caprichoso.
Este sitio es hogar de gatos monteses, de aires violentos, de agujeros en la caliza. Un balcón estupendo para otear todas las bellezas y atributos ponguetos. Un trono que parece una pequeña montaña pero, por la cara que se asoma a Viegu y a Viboli, presume de verticalidad amenazante.
Cuando todo lo bello que se divisa desde Peña Salón deje el alma saciada, se procede a descender paso a paso hasta alcanzar el Collau Baxeñu que hace un rato veíamos desde la altura. Desde ahí, siguiendo las señalizaciones, se alcanza Viboli, un rincón rural sumamente escondido en lo profundo de Ponga y en el que habitan más hórreos que personas. Eso sí, se trata de hórreos belluscos, únicos en su especie, con singular arquitectura y dimensiones.
Ya en el pueblo, hay que buscar la parte alta para encontrar la entrada al Seu. Hay varias, muchas de ellas tomadas por la maleza y la ausencia de caminantes y animales pero, en realidad, los senderos que conducen a esta zona son bastante evidentes ya que todos llevan contra una pared muy vertical que no da muchas alternativas.
Una portilla desvencijada hace de puerta de entrada al Seu Vibolines, protegido con una cadena que invita a agarrarse fuerte. La sensación aérea es importante desde el principio: un repecho casi escalonado que nos alza rápido hasta un codo de piedra y luego, casi por la pared vertical, como lagartijas, sigue subiendo sin tregua (siempre con el apoyo de la cadena como agarre) hasta llegar hasta una portilla de madera que hace de cierre en una cueva. Tras cruzarla y asomar al otro lado habremos llegado a Tuba
En las camperas de Tuba hay multitud de senderos: para encontrar el acertado hay que procurar ir a la parte baja de la pradería hasta alcanzar una pequeña zona boscosa en la que un sendero cómodo baja hasta Casielles, tercero de los pueblos del día.
Una vez en Casielles, sólo queda tomar el camino marcado que se dirige hacia la Caviella para, desde allí, tomar la senda de la Verganza y encontrar de nuevo la carretera en la que se aparcó al comienzo del itinerario.
No hay pérdida: toda la bajada está bien señalizada y, sólo en el primer tramo, hay que coger un desvío a la derecha, cruzando por la Caviella y pasando junto a una casa para agarrar una senda de bajada, boscosa al principio y pedregosa después,con marcas PR, que acaba en la N-625 y obliga a caminar 1km aproximado antes de dar por finalizada esta dura pero bella ruta por la guapa y acogedora tierra de Ponga.
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