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Sergi Mingote nos dejaba el pasado sábado 16 haciendo lo que siempre fue su gran pasión y parte de su vida: la aventura y la montaña. Y es que fue en ellas donde el deportista de Prets del Vallès, que prefería dejar de lado ... la etiqueta de 'alpinista', consiguió superar algunos de los retos más importantes de su carrera y donde pretendía derribar la que hasta el momento había sido la barrera infranqueable del alpinismo: la ascensión invernal a la montaña salvaje del K2 y sin oxígeno embotellado. Uno de esos retos con los que Sergi Mingote llevaba soñando desde hace años y del que estaba más cerca que nunca, pero finalmente una desafortunada y mortal caída se lo ha arrebatado.
Hay que recordar que el alpinista catalán ya había ascendido hasta esta segunda montaña más alta de la Tierra en julio de 2018 en solitario, una de sus experiencias más duras ya que en pleno descenso se perdió durante cuatro horas en las que él mismo llegó a pensar «que todo se acababa». Una dura ascensión tras la que se prometió no regresar, pero si algo había que destacar de Sergi Mingote era su tenacidad y perseverancia para hacer frente a sus propios retos. Esto fue lo que finalmente le hizo volver a enfrentarse a ese gran desafío del 'ochomilismo', que lamentablemente ha acabado por arrebatarle la vida a los 49 años.
Un triste desenlace que ha ensombrecido esa primera ascensión al K2 invernal conseguida por la expedición sherpa nepalí y que ha dejado un gran vacío entre la comunidad montañera y alpinista.
Pero en 'De Montaña por Asturias' queremos despedirle recordando algunas de esas grandes hazañas que consiguió a lo largo de su carrera. Y es que Sergi Mingote tenía una gran experiencia a sus espaldas en esto del himalayismo, solo hay que recordar ese primer ochomil sin oxígeno (el Cho Oyu) al que se enfrentó en otoño de 1998 y todos los que se vinieron después, entre ellos el Everest en 2001 por su vertiente norte y que después repitió en 2003 por la cara sur.
También estuvo a punto de convertirse en una de las personas del mundo en invertir menos tiempo en ascender los Catorce Ochomiles sin oxígeno, un reto del que después de ascender el Broad Peak, el K2, el Manaslu, el Lhotse, el Nanga Parbat, el Gasherbrum II y el Dhaulagiri en 444 días se encontraba muy cerca de conseguir, pero que finalmente el coronavirus le impidió continuar.
Aún así su pasión por el alpinismo comenzó mucho antes y concretamente en 1993 en Ecuador y tras subir cinco volcanes. A partir de ese momento Sergi Mingote hizo de la aventura su vida participando en travesías al Polo Norte Magnético, varias carreras de ultramaratón, rutas en bicicleta por el desierto y la montaña, la primera travesía por relevos en el estrecho de Gibraltar o una ruta en bicicleta por diez países para promocionar su candidatura olímpica de Barcelona-Pirineos 2030, un proyecto al que se lanzó de lleno tras cancelarse su viaje a Pakistán debido al coronavirus.
Pero además de su gran capacidad de superación en el deporte, también destacó por su faceta solidaria. Uno de esos proyectos solidarios del que Sergi Mingote formó parte fue en el envío de 300 kg de calzado, ropa de abrigo, material deportivo y de montaña, ropa para bebés y material educativo a Pakistán y en plena pandemia. También luchó por la inclusión de personas con discapacidad a través del deporte y a través de la fundación que el mismo presidía y de la que en abril de 2019 se llevó a nueve jóvenes de la cooperativa Apindep para hacer un trekking por las montañas del Himalaya nepalí.
Fue ese compromiso con el deporte y con lo social lo que le llevó a convertirse en alcalde de su pueblo en Parets del Vallés durante ocho años, una etapa que finalmente abandonó en 2018 para volver a las montañas.
Un amor por la aventura que Sergi Mingote iba a poder culminar con el reto de su vida en el K2 invernal y del que la agencia 'Seven Summits Treks' le ofreció formar parte junto a un grupo de alpinistas de élite. Uno de los retos más duros y del que el propio Sergi Mingote conocía los peligros, pero en el que el catalán finalmente logró superarse alcanzando los más de 7.000 metros de altitud junto a Juan Pablo Mohr.
Un ascenso que supuso un gran esfuerzo para los montañeros que habían prescindido de oxígeno durante toda la ascensión. Pero tras ese esfuerzo titánico el cansancio comenzó a hacerse notar y tras hacer noche en el campo 3 del K2 decidieron volver al Campo Base para coger las fuerzas necesarias para hacer ese ataque final a la cumbre. Un descenso que tristemente ha terminado con el peor de los desenlaces.
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