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Al verano, aunque a muchos les pese, le quedan muy pocas horas: los días se acortan, las temperaturas descienden, la rutina laboral y escolar marca el ritmo… Sin embargo, la estación otoñal está llena de encantos y –pensando con positividad- pone por delante más de 10 fines de semana geniales para deleitarse con el senderismo.
Asturias es un territorio perfecto para el senderismo otoñal: ella, tierra plagada de bosques, valles, majadas, caminos siseantes, amplias cumbreras… permite como ninguna disfrutar en primera fila del fabuloso espectáculo otoñal, con su música de vientos bailantes y su paleta cargada de ocres, marrones, naranjas, rojizos y verdes suaves; con ese compás hipnótico que empieza a recubrir todo el terreno, desnudándolo lentamente con un baile lento, sutil y muy mágico en el que vale la pena perderse.
Además, no hace falta irse muy lejos; es parte de la magia de Asturias: en muy pocos pasos, sin apenas esfuerzo, se abren telones a rincones naturales increíbles, de esos que invitan (y empujan) a zambullirse de lleno en el otoño y sus bellezas.
Eso sí: como las horas de luz disminuyen, mejor escoger rutas pequeñas, sencillas, de esas con tranquilidad adherida y mucho paisaje alrededor. También, si puede ser, conviene darles preferencia a las que transitan por recodos boscosos, caminos bien marcados y cumbres de porte modesta: no hace falta ir muy lejos ni superar enormes desniveles para disfrutar contemplando el espectáculo del otoño asturiano.
Por ello, este artículo está destinado a recomendar 4 rutas de ese estilo: sencillas, por entornos con magia, con buenas vistas, para toda la familia… Una transita por un bosque enorme en el corazón de Ponga y lleva hasta los pies de un ejemplar de roble muy singular; otra va a una cascada, en Aller, rodeada de floresta y de musgo; la tercera camina hasta un alto, con gran cruz, a vista de pájaro sobre la basílica de Covadonga. Y la última asciende a una Peña en Belmonte de Miranda, con vistas a montañas brillantes y territorios oseros.
Esta ruta (de un total de 14 kilómetros y casi sin desnivel) transita de forma cómoda por un amplio y marcado sendero con carácter de pista forestal y nos lleva, a través del bellísimo bosque de Peloñu, acompañados de inmejorables vistas, hasta el Roblón de Bustiellos, un ejemplar de roble albar de enormes dimensiones que es todo un tesoro natural digno de conocer.
La caminata parte de les Bedules, una collada en los altos de la bella Ponga a la que se accede sin problema en coche y que ya por sí es un lugar digno de conocer, con enormes vistas hacia los Picos de Europa y a cumbres ponguetas como el Tiatordos. Desde ella, por una pasarela de madera, va adentrándose en el profundo y viejo bosque de Peloñu, ataviado de saltos de agua y un agradable silencio.
Tras un sencillo paseo entre hayas, robles y castaños, la pista desciende ligeramente antes de alcanzar el desvío que –adentrándose en el bosque todavía más- culmina en el Roblón de Bustiellos, con 30 metros de altura y 8 metros de diámetro, ubicado en un recodo que parece sacado de un cuento de hadas
Un sendero que atraviesa bosques, un río de color negro, los idílicos territorios del concejo de Aller, abundante agua y –como guinda- una ancha y larga cascada que se precipita desde una altura de 20 metros, salpicando sin cesar toda la vegetación que crece enganchada de ella y llenando el aire, todo el ambiente, de una agradable humedad helada… de paz y tranquilidad reverberantes.
Todo esto, en plena Cordillera Cantábrica, en el corazón de Asturias, en un pequeño recodo cargado de enorme magia y autenticidad, adornado de múltiples verdes y bien nutrido por ríos helados montaraces. Y todo ello en un recorrido circular de 12 kilómetros y 300 metros de desnivel, sin pérdida ninguna.
La cascada de Xurbeo no defrauda: es uno de esos lugares dignos de postal y de respeto. Mucho más si se visita tras época de lluvias, o en pleno deshielo: los momentos más idóneos para disfrutar de un caudal crecido que, bien engordado por el Nuberu, entona sin cansarse cánticos muy añejos, hipnóticos y rebeldes, nacidos de nubes negras, nieves, precipitaciones y fina escarcha.
De todos los lugares amados, visitados, recomendados y característicos de Asturias, Covadonga –con su Basílica, su Santuario en una cueva, su ubicación privilegiada y su leyenda- es, sin duda, uno de los que más atrae.
Cualquier asturiano y cualquier visitante de esta tierra pasa por Covadonga, al menos, una vez, admirando la grandiosidad de su piedra rosa labrada, la belleza de su Santa Cueva, o el paisaje que la rodea.
Ahora bien, si somos amantes del senderismo, hay otra forma de llegar a este sagrado lugar: a través de los montes, atravesando caminos y ascendiendo hasta una cruz, la de Priena, desde dónde podremos obtener una panorámica excelente de todo Covadonga y todo el entorno que la rodea.
Se trata ésta de una excursión sencilla, apta para todos los públicos: de sólo 10 kilómetros de distancia y unos 600 metros de desnivel, que pueden realizar desde niños hasta personas sin experiencia en el senderismo que quieran visitar Covadonga desde otro ángulo y disfrutar de una buena caminata, aliñada de buenos paisajes, por la montaña de Asturias y uno de sus lugares más emblemáticos.
Y, aunque hay varias formas de ascender hasta la cruz de Priena (desde Teleña, desde Covadonga, desde Cangas de Onís…) aquí se describe una muy interesante: la que parte desde Corao (Cangas de Onís) y asciende hasta Priena por recodos rurales y boscosos para luego descender, por el otro lado de la ladera, llegando a los pies mismos del Santuario de Covadonga.
El alma misma de Peña Manteca, las entrañas profundas de la larga sierra en que se asienta, los abismos más recónditos del territorio en el que vive… están hechos de oro reluciente. Y quizás por eso, por contener tanto brillo, desde su cima se observa un pedazo de Asturias que resplandece y tintinea.
Valles extensos, muy verdes y remarcados. Montes marrones vestidos de luz cambiante, en los que habitan los osos. Restos de historia muy antigua, respirando y refunfuñando. Cimas blancas, que centellean. Pueblos: con raíces de mina, de húmeda ribera, de mar, naturaleza salvaje, viñedos, tradición y labranza de oscura tierra. En definitiva: la bella panorámica que se obtiene desde la cumbre de Peña Manteca, y desde los caminos que conducen a ella, merece mucho una visita.
Además, esta es una ruta sencilla, sin ningún tipo de complicación técnica, que salva un desnivel de alrededor de 700 metros positivos para subir una montaña que es el techo del concejo de Belmonte de Miranda y que observa refulgir a Asturias desde un punto privilegiado
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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