Valle Moru, un pueblo deshabitado en lo profundo de Ponga, sobre una inclinada ladera y entre bosques M.LL
PONGA

Valle Moru: una ruta larga y preciosa hasta un pueblo deshabitado

El camino a Valle Moru sube y baja con brío, resguardado por árboles viejos, acogedores majadas e imponentes montañas, hasta llegar a su destino: un pueblo perdido en los confines salvajes de Ponga

Jueves, 21 de marzo 2024

Esta es una ruta larga, dura y con un fuerte desnivel. Y no porque tenga complicaciones técnicas ya que, de hecho, transita toda ella por pistas ganaderas bien marcadas que no dejan lugar a pérdidas. Sin embargo, sí que deambula subiendo y bajando marcadamente y ... sin cesar, hasta acumular más de 1000 metros de desnivel positivo y una jornada completa de caminata.

Publicidad

M.LL

Como contrapunto, es más que de justicia señalar que –a pesar de su dureza- esta también es (y sobre todo) una ruta extremadamente bella, solitaria y colorida que recorre un camino a través de la floresta, cruzando majadas y valles que se asoman a paisajes de los que roban un trozo de corazón y se quedan, para siempre, grabados en la memoria; un sendero lleno, hasta hartarse, de pequeñas grandes maravillas.

Datos de la ruta

  • Tipo de ruta: Lineal (ida y vuelta por el mismo trayecto)

  • Dificultad: Moderada-Dificil (sin pasos técnicos pero con un fuerte desnivel)

  • Distancia: 21,53 km

  • Tiempo aproximado: 7 horas

  • Desnivel: 566 metros

El destino: Valle Moru, un pueblo perdido entre montañas, allá en los confines más salvajes y recónditos de ese mágico territorio que es la bella Ponga. Una aldea que aún exhala mucha vida, a pesar de estar deshabitada, llena de casonas asturianas y piedras labradas que hablan idiomas de tiempos pretéritos sobre otra Asturias, muy distinta.

Valle Moru es una alhaja. Un puente entre el pasado y el futuro de la región asturiana, ubicado entre bosques, verdor y un paisaje infinito que destila mil bellezas . Un sitio cargado de historia y de leyendas, prendidas en sus profundas raíces y en su toponimia misma. Un lugar único, repleto de esencias y etnografía rural, que duerme sobre una ladera entornada.

Si hay lugares imprescindibles en Asturias, Valle Moru debiera ser uno de ellos; y si a su vecino Tiatordos le denominan «la montaña perfecta», a la excursión hasta este recóndito pueblo pongueto habría que tacharla de «caminata perfecta» puesto que reúne, tras todos los pasos que conlleva la marcha, un montón de intensidades, contrastes y bellezas dignas de poner en un altar.

Publicidad

El total de la ruta asciende a poco más de 20 kilómetros y su tendencia es la de caminar por pistas y caminos ganaderos anchos, bien señalizada, subiendo y bajando fuertemente. Y aunque hacerla completa pueda suponer un gran reto para muchos senderistas, siempre está la opción de hacer un tramo del inicio y llegar sólo hasta alguna de las colladas que transita antes de encontrar el pueblo deshabitado: las vistas desde las tripas de esta zona de Ponga hacen que cualquier lugar del camino sea perfecto para declararlo cumbre, disfrutar del entorno y voltearse, de vuelta a Taranes entre bosque, montaña y camperas.

Se empieza a caminar desde Taranes, bello pueblo pongueto encaramado también a una ladera y repleto de idiosincrasia asturiana. Hay que atravesar el lugar, caminar sus barrios y, siguiendo las señales, enfrentarse a una larga y pronunciada subida que avanza por cómoda pista. Las manchas de bosque y las camperas ganaderas se van sucediendo a los lados del sendero, que enfila decidido hacia el Collau Taranes, ubicado unos 200 metros más arriba que el pueblo homónimo.

Publicidad

Llegar a este primer collau ya resulta todo un privilegio: las vistas hacia los Picos de Europa resultan imponentes, con el Cornión, el Cantu Cabroneru y Peña Beza bien destacadas, sobresaliendo estiradas más allá de amplios valles; y con el ejercito de las cumbres más pronunciadas de Ponga ocupando un primerísimo plano.

Desde el collau Taranes, mirando hacia Picos de Europa
Desde el collau Taranes mirando las cumbres ponguetas

Desde aquí, el camino avanza ahora llaneando sin abandonar la pista en busca del siguiente puerto ganadero: el collau Llués. Para alcanzarlo, se camina casi debajo de los paredones de la peña La Llambria, que hace de muro protector a mano izquierda del avance. Blanquecinas hayas y multitud de árboles acompañan también la senda, que no deja de dibujar pronunciadas olas por un terreno repleto de ocres y verdes, extasiado de montañas.

Publicidad

Y tras numerosos pasos por este paisaje como encantado, aparece el collau Llués, adornado con cabañas dispersas y colores contrastados. Desde aquí, las vistas mutan ligeramente, asomándose a más montañas consagradas cercanas (Los Tornos, Les Travieses, el Maoñu…) e incluso mirando ya hacia el Vízcares, rey de los montes de Piloña. Pero si hay una peña que destaca desde este punto esa es la Llambria, que se yergue presumida ocupando el lugar entero.

La Llambria desde el Collau Llués

Desde aquí, el sendero gira ahora rumbo norte, enfilando por pista decidido para disponerse a bajar un tramo, bajo la mirada de hayas, a una collada cercana ubicada entre dos ríos. Desde ella, la pista avanza y enseguida se asoma, cotilla, a las primeras visiones de Valle Moru: sus casas prendidas de la entornada ladera, la piedra vertical que hace como de cierre del sitio y el silencio del lugar sobrecogen.

Publicidad

Vistas hacia Valle Moru, después del Collau Llués

De nuevo, el camino decide tirarse monte abajo, en pronunciada cuesta descendente, serpenteando obsesivo por tramos de bosque hasta encontrar un puente sobre el río. Es el Valle Moru, rio homónimo de la aldea buscada, y hay que cruzarlo antes de empezar, de nuevo, a subir cuesta arriba.

No obstante, la cuesta que resta es pequeña. Al menos, comparada con las ya superadas. Un corto repecho ladera arriba que es el último pasillo antes de encontrarse, por fin, con las casas desnudas y vacías que aun pueblan Valle Moru, un baluarte montaraz que, aun sin nadie que lo pueble, resiste contra el invasor progreso aislado entre el silencio de las montañas gracias a los esfuerzos de algunos vecinos que -aunque no habiten el sitio-cuidan el entorno, conservandolo a él y a su memoria.

Noticia Patrocinada

Aquí cada casa, cada ventana, cada montón de leña , cada silla bien plantada y cada herramienta oxidada parece querer contar un relato de otras vidas. Y aunque ya no haya huertas, ni balcones adornados con cebollas ni riestras de ajos, hay algo muy vivo que ronronea por todos los rincones del poblado y que da a entender que la esencia de este lugar tiene raíces profundas e inmortales.

Subiendo el pueblo entero, se llega a su collada más alta (El Collau), que antaño era un lugar de tránsito para cruzar a la vecina Piloña y hoy es el lugar perfecto para hacer de cumbrera, mirando la cuesta que dibujan las casas, las montañas inmensas que han ido apareciendo a medida que avanzaba la vereda y muchos tramos del sendero recorrido. Ahora, media vuelta mediante, debe recorrerse de nuevo ese sendero, sólo que en sentido inverso.

Publicidad

Toca emprender partida , despedirse de Valle Moru y echar a andar, bajando y subiendo –otra vez- intensamente para volver a Taranes, lugar en el que concluye esta maravillosa y dura ruta a través de los muchos tesoros que guarda en sus adentros Ponga.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad