Cuando se busca resaltar todo lo fascinante que tiene Asturias, es algo común recurrir a aquello de «Puedes estar en una cumbre altísima, a 2000 metros, comiendo un bocadillo y luego merendar en la playa mirando, con los pies descalzos,el baile del Cantábrico». Es ... cierto: Asturias combina como nadie la costa salvaje y la montaña abrupta; y desde luego que uno de sus máximos potenciales es tener la posibilidad de disfrutar ambos paisajes, el mismo día, sin ni siquiera tener que desplazarse largos kilómetros por carretera.
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Tipo de ruta: Circular
Dificultad: Moderada
Distancia aproximada: 20 km
Tiempo aproximado: 6-7 horas
Desnivel aproximado: 1.159 m
Para prueba de todo ello, esta ruta: parte de la orilla del mar y se alza, atravesando un bosque de hayas muy viejo y cerrado, sobre la cima del picu Pienzu (a 1161 metros, presume de ser una de las cotas sobre el mar más alta de Europa). Desde ese alto, las vistas panorámicas hacia la franja costera impresionan, pero no menos que las vistas hacia el sur: con una postal única de los 3 macizos de los Picos de Europa.
Y aunque lo más común (y también sencillo) es subir al picu Pienzu desde el alto del Fitu, su cercanía con el mar y con los valles ribereños de la zona también proporciona la posibilidad de conquistarlo por otros caminos. En este caso, partiendo de la bella zona de los arenales costeros de Caravia para culebrear por pequeños pueblos hasta encontrar la Biescona, un hayedo muy especial que ejerce de escalera para alcanzar la majada del Bustacu, ya en la falda del Pienzu. Para el regreso, se tomará un camino nuevo: un periplo cuesta abajo que interna en un bosque de Tejos antiquísimo y devuelve a la costa por caminos solitarios.
En conclusión, que aunque esta sea una ruta bastante larga (unos 20 kilómetros totales) y con un importante desnivel de metros cuesta arriba a ganar (de 0 a más de 1000 sobre el mar) sin duda ninguna también es una ruta especial, icónica, distinta y digna de disfrutar desde los primeros pasos. Un paseo muy bello sierra del Sueve adentro que conduce, desde la orilla misma del mar, a coronar unas alturas que conforman uno de los mejores balcones montunos (a Picos de Europa, a los valles que los rodean y al mar) de todo el oriente de Asturias.
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El punto de partida y de regreso de esta circular al Pienzu es la playa de la Espasa, en el concejo de Caravia: un guapo y enorme arenal que con la marea baja queda unido a la playa de la Isla y la del Barrigón, conformando un litoral alargado muy atractivo a los pies mismos de la sierra del Sueve.
De hecho, desde el arenal de la Espasa se divisa de forma clara el objetivo más alto del día: el pico Pienzu, a 1161 metros de altura y a 10 kilómetros, bosque y cuesta arriba, de esta playa. Pero para llegar al bosque primero hay que deambular por zona de pueblos, recorriendo el arenal primero y luego el pueblo de la Espasa en dirección hacia Duesos.
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Una vez llegados a Duesos, hay que coger una senda que avanza primero por el bosque y después se convierte en una pista: un sendero que termina por salir a una carretera estrecha (la que sube al altu del Fitu) por la que toca avanzar un trecho de alrededor de 1 kilómetro hasta encontrar la zona conocida como Pie de Potro (o Casa Julia): una bonita y colorida casa a pie de carretera junto a la que sale un camino que adentra, directo, en el hayedo de la Biescona
El paisaje a partir de aquí muta completamente: a pesar de encontrarnos a poca distancia del mar y a muy poca altura todavía, el sendero se va adentrando en un profundo y húmedo bosque de hayas más propio de las alturas que de cotas bajas.
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Este bosque es toda una institución: no sólo por su belleza, su singular tranquilidad o su serpenteante trayecto por la espesura sino porque también resulta ser el hayedo más antiguo y a menor altitud de toda la Península y de toda Europa.
No hay mucho más que decir: atravesar la Biescona es un privilegio, uno de los espectáculos naturales más hermosos en Asturias. Y aunque el ambiente es de cuento, cerrado, húmedo y apestado de floresta vieja, durante todo el tiempo se sigue un camino estrecho, bien marcado, que avanza sorteando raíces y trechos empinados entre los árboles. Cuando el bosque concluya, aparece una pista: siguiéndola se alcanza la majada del Bustacu.
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Desde esta majada ya se tiene sensación cumbrera: el Bustacu está bien ubicado, con vistas de lujo al valle y a Picos de Europa, asomado al mar por una esquina del paisaje por la que se deslizan las hayas de la Biescona… La cota aquí es de algo menos de 700 metros, y aunque la cima del Pienzu ya se divisa bien cerca y clara, todavía queda trecho, encadenando subidas bastante entornadas dirección a la cumbrera.
No hay ninguna pérdida: una pista ancha y bien marcada va ascendiendo lentamente, acercando a la gran cruz sobre la cima sin prisa ninguna y sin más complicación que la subida constante. La ascensión lleva a recalar en un collado con fuente más pequeño: se trata de Beluenzu, en el que hay una buena fuente para recargar agua fresca antes de enfrentar el último tramo de subida (Beluenzu está a 930 metros y el Pienzu a 1160; ya queda menos)
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Lo que resta es ir ganando pasos por la última cuesta: un trayecto que combina sendero de tierra y zigzags entre las rocas con postales de Picos de Europa de impresión a la espalda. Mientras, al frente, la cruz de Pienzu, enorme, va apareciendo despacio, como una gran estrella de un cabaret. La historia de esta cruz se remonta a 1915, primera vez que se plantó pero hecha de madera. Aquella primera cruz fue destruida por un temporal una década más tarde y reemplazada dos veces con idéntico resultado hasta que en el año 1955 se instaló esta, de hierro galvanizado y 13 metros de altura.
Tras conquistar la cruz de Pienzu y disfrutar de la altura recreándose en las vistas, el regreso se emprende por la otra cara del Sueve, mirando al norte. Eso sí, hay que advertir que este no es un tramo fácil: pasa por el tejedal del Sueve, un bosque viejísimo con mucha solera y espectacular por el que el camino se pierde continuamente. En caso de niebla, por ejemplo, es un lugar con pérdida fácil. Y aunque conocer el bosque es un aliciente, si se tienen dudas lo mejor es emprender regreso por el camino andado.
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Para bajar hacia la Espasa por las laderas del Sueve lo primero de todo es caminar un trecho por su pendiente norteña, buscando la mancha boscosa de tejos que destaca cuesta abajo. La mejor forma de no perderse es seguir un escueto sendero que –antes de entrar al bosque- va alternando claros, sin perder de vista la costa ni el bosque. Llegará un punto en que los claros se terminen y el bosque acapare el paisaje: hay que cruzar por dentro, siguiendo los rastros de una antigua calzada de piedra que avanza hacia abajo en revueltas.
El lugar parece encantado: una maraña de tejos, roca, colores otoñales, trinos y olor a sal marina que va enredando al caminante por la espesura silenciosa. Este bosque está considerado como el lugar con mayor concentración de tejos de Europa y una de las masas forestales más antiguas de todo el continente, formada por más de 8000 ejemplares de tejos que abarcan una superficie cercana a las 80 hectáreas.
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Siguiendo, pues, la vereda de piedra difusa que atraviesa el bosque (si hay dudas mejor orientarse con un track, puesto que perderse aquí dentro puede ser peligroso) tras un buen trecho de caminata la calzada abandona el bosque, llegando al collado Busfriu, a 400 metros de altura y ya bastante cerca del mar.
En el collado Busfriu espera una pista: por ella se emprende el tramo final de la ruta, descendiendo unos kilómetros antes de llegar a la población de Gobiendes. Desde ella, por pequeña carretera local ya se pone rumbo hacia la Espasa, pasando por el Centro de Interpretación de la Sierra del Sueve y caminando un buen trecho por la línea de costa hasta volver a pisar la arena.
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Ya en la Espasa, con la vista puesta en la gran cruz de hierro que corona el Sueve, se cierra este gran periplo de bosques y monte que, aunque largo, resulta un viaje inolvidable (y muy bello) entre el cielo y el mar.
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