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Una torre, a 2100 metros de altura. Mirando al norte la estampa contrae el corazón: un escondido valle lleno de sombras serpentinas sujeta los puertos de Cotorgan. A los pies, la cima de un monte ubicado en una cadena montañosa que se prolonga salvaje, sobre territorios verdes, dibujando las siluetas de los Fueyos, peña Foracada, el Retriñón…
Virando ligeramente posición, al este de esta paleta de altiplanos el Cascayón, la peña del Viento, la Rapaina… y, un poco más allá el Tiatordos, destacando gallardo en el cordal de Ponga mientras, más atrás, desdibujados por las distancias y nubes transparentes, los macizos del Cornión y los Urrieles cierran con maestría una panorámica que, con leve giro, continúa al suroccidente, con la Cordillera Cantábrica estirándose a través de la sierra del Ajo y la sierra del Cuadro hasta culminar en Las Ubiñas, dejando ver completa la inconfundible forma de Ubiña la grande y los Fontanes.
Tipo de ruta: Circular
Dificultad: Moderada
Distancia: 8,42 kilómetros
Tiempo aproximado: 5 horas (aprox)
Altura máxima: 2091 metros, aproximadamente
Desnivel aproximado: 572 metros
Las vistas desde el pico Torres son espléndidas y extensas. De ahí que esta gran montaña sea uno de los itinerarios clásicos de la montaña asturiana. Un coloso de esos que imponen respeto a muchos pero que esconde senderos accesibles, sin complicaciones técnicas. Y aunque alzarse a su pica más alta requiera de cierto esfuerzo (no en vano, se encuentra por encima de los 2000 m de altitud) las vistas que allí se encuentran y los paisajes que se cruzan para llegar a atisbarlos bien merecen la energía empleada, que se recarga inmediata tras un breve descanso en sus alturas.
El itinerario que aquí se cuenta no es largo (poco más de 8 kilómetros) y parte de San Isidro, en el límite entre León y Asturias. Eso sí, salva casi 700 metros de desnivel en esa distancia, alzándose sin cavilar por valles, colladas y laderas pobladas de vegetación baja hasta encontrar la pica que permite asegurar, con orgullo montañero, que el pico Torres –ese clásico asturiano- es ya una conquista realizada.
Un sendero rumbo norte, que parte en fuerte pendiente rodeado de arbustos ramosos, es la primera traza a seguir. Se coge en el kilómetro 26,5 de la AS-253, justo al lado de La Raya, conjunto de casas que presume orgulloso de ser «el pueblo más alto de Asturias». Desde los primeros pasos, el pico Torres se dibuja en el horizonte: altivo, con su forma de pirámide parcialmente derrumbada que utiliza de apoyo la sierra de Valderde.
Algunos jitos dispersos, junto a ese rastro inconfundible que dejan los pasos anteriores sobre la tierra, van guiando el camino. Aunque conviene estar atentos: el sendero juega a esconderse entre la densa floresta y se despista. Hacia delante, el Torres espera y hace de guía inquebrantable. Hacia atrás, San Isidro y La Raya parecen ya pequeños enjambres cuidados por el Toneo, pirámide montañosa hermana del Torres que destaca cercana.
La senda, sin abandonar su vagar entre la espesura vegetal, transita durante aproximadamente dos kilómetros las laderas, salvando desnivel salpicada de olor a humedad y un desfile de colores hasta recalar en la majada Torres, a los pies mismo del pico buscado
Este es un cruce de caminos en el que se abren varias vías para alzarse por la montaña, ganando altura en rodeos por sus caras: la más sencilla avanza hacia el Collau Valverde, visible desde la majada que ahora se pisa, y luego sigue escorándose hacia la cumbrera alcanzando –primero- un collado pequeño del que parte un estrecho sendero que llega a la cima.
Otra opción (la que sigue el track que acompaña esta ruta) es subir por el Collau de la Ventanona (así llamado por la enorme piedra en forma de ventanal que hay en sus altos) siguiendo después por la arista este hasta la cumbre misma. Este camino está muy bien marcado y no tiene pérdida, pero también es muy aéreo y no aconsejable para quienes no estén acostumbrado a este tipo de pasos estrechos sobre verticalidades.
Tras un trecho recorriendo la arista, con larga caída y por delgado camino, la cresta concluye junto al buzón de cumbres y el vértice geodésico que indican que se ha alcanzado el destino buscado: un balcón a 2100 metros desde el que mirar, deleitándose con un paisaje que parece haber sido esculpido por una deidad creativa y caprichosa, empeñada en llenar de relieves y tonos pardos todo lo que alcanza la vista desde este punto.
La Peña Santa de Castilla y el Torrecerredo, reyes de los Picos de Europa, se desdibujan en la distancia mientras los cordales ponguetos relucen bañados por una luz ambarina que se extiende, diáfana, por un territorio enorme que llega a alcanzar las mismas Ubiñas. Un montón de cumbres famosas, así como sus valles, sus puertos y los pueblos que crecieron al son de sus brisas adornan el panorama, que da para un buen rato de observaciones cimeras tranquilas: como si este lugar hubiera sido construido para ser una balconada perfecta desde la que admirar bellezas montunas
Para bajar, se descienden unos metros por el mismo camino que engoló a la cima, hasta –enseguida- encontrar un camino a la izquierda que baja a una collada pequeña. Desde ahí, el sendero a seguir (bueno y bien marcado) cruza por debajo de las paredes del Torres hasta alcanzar la collada Valverde, desde la que ya se otea cercana, de nuevo, la majada Torres
Una vez de vuelta en la majada, hay que buscar el camino entre piornos que nos alzó hasta aquí para recorrerlo en sentido inverso durante 2000 metros y llegar hasta La Raya para dar por finalizada esta interesante ruta hasta el pico Torres, una de esas montañas que (por altitud, belleza, vistas y ubicación) es –con razón- uno de los emblemas cimeros de Asturias.
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