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A medio camino entre el sur y el este del concejo de Nava, alargando las faldas orientales de la sierra de Peñamayor y rozando los 1000 metros de altura, encontramos el pico Mua, un monte discreto de formas redondeadas y tonos verdes, de esos que no destacan de manera excesiva en el paisaje pero que esconden en sus aposentos cimeros panorámicas perfectas.
Desde los altos del Mua, tranquilos y acogedores, la zona central de Asturias se abre en todas las direcciones transitando desfiladeros, pueblos, valles, cerros, montes… creciendo sus flancos desde Peñamayor hasta Peña Santa de Castilla, amparada perpetuamente por las afiladas agujas de sus compadres de roca. Y ante la niña bonita de los Picos de Europa, como un ejército disgregado pero muy en guardia, desde el Mua se avistan decenas de moles rocosas (el Tiatordos, el Vizcares, el Pienzu, la Xamoca, la Llambria…) que vigilan todo el largo paisaje, uniendo en un solo grupo territorios tan distantes como el de Siero y Ponga.
El camino para llegar al Mua que aquí se narra parte de Puente Miera, una pequeña localidad en la parte baja de un valle de Piloña, y es un sendero largo que suma 20 kilómetros en la ida y la vuelta. No obstante, su trazado discurre casi todo el tiempo por pistas, entre cabañas, bosque y praderías, siguiendo el curso de la «ruta de las peregrinaciones» (GR105) durante más de 7 kilómetros. El último tramo, ya muy cerca del Mua, dibuja un sendero que se abre paso a través de un cómodo cresteo que acaba en la cima misma.
Tipo de ruta: Lineal (ida y vuelta por el mismo trayecto)
Distancia: 20 kilómetros (aprox)
Tiempo aproximado: 5-6 horas
Dificultad: Fácil-Moderada (no tiene complicaciones técnicas pero sí bastante desnivel y larga kilometrada)
Altura máxima: 997m (aprox)
Desnivel aproximado: 800m (aprox)
Inicio y llegada: Puente Miera, La Marea (Piloña) – carretera AS-254
Partimos andando de Puente Miera, siguiendo las indicaciones que señalan el camino del GR-105 o «ruta de las peregrinaciones», un recorrido que une Oviedo y Covadonga y que hoy nos llevará a lo largo de casi 8 kilómetros, acercándonos al Mua.
La excursión comienza en suave ascenso por una carretera de buen firme que avanza paralela al río La Muriosa. El paisaje es acogedor, atractivo, y el avance transita entre pastos adornados de árboles, vegetación de ribera, castaños, acebos y robles, siempre por pista marcada y dejando atrás cabañas de piedras y pequeños núcleos de casas.
Tras (aproximadamente) tres kilómetros de caminata se alcanza la primera de las majadas del día, la de Zaramal, que recibe al visitante arreglada y bella. Desde aquí, sólo un kilómetro más adelante por la misma pista nos lleva a una segunda majada, la de Viforcos.
En la segunda majada, la pista abandona el asfalto y se convierte en un firme más de montaña. Además, la pendiente aumenta y toca afrontar un tramo de subida que salva un desnivel de más de 300 metros y nos conduce a la Llama, encrucijada en la que abandonaremos el GR de las peregrinaciones.
Pero antes, toca subir. Estamos entrando ya en el concejo de Nava y, a medida que se avanza, el paisaje se abre para que emerjan a la vista montes como la Peña del Aguila, el Trigueros, los Fayacones o el Pico Redondo, seguido de la popular campera de Les Praeres.
De nuevo, el avance hacia arriba va depositándonos en distintas y cuidadas majadas que, sin quererlo, hacen de faros o puertos de la excursión. Concretamente, en este tramo, habremos de alcanzar tres majadas: la de Focella, la del Felguerón y –la última- la de la Llama, la cual encontramos tras 7 kilómetros largos de recorrido, a 700 metros de altura, mirando tranquila la sierra de Peñamayor. En este punto es donde se abandona el GR para girar a la derecha y coger otro camino.
En la Llama, dejando que la ruta de las peregrinaciones siga su curso de frente, giramos a la derecha para subirnos a otra pista, más revuelta y de subida más pronunciada, que rápidamente nos lleva a atravesar otra nueva majada con cabañas, la del Carbayal, para luego ya ir a morir al conocido como Collado de las Fuentes, base del Cerisco, un pico que es vecino de puerta del pico Mua.
Desde el collado, se contempla la sierra de Peñamayor en toda su extensión y también el valle que veníamos transitando, que desde la altura se aparece profundo y misterioso. Muy cerca, la cumbre buscada se asoma en el horizonte inmediato y, a lo lejos, emergen las imponentes siluetas de los Picos de Europa, vestidos de roca afilada y alturas rompientes.
Aunque ya divisamos el Mua muy cerca y los pasos buscarán el camino más directo a su cima, la abundancia de matorrales en esta zona aconseja dar un pequeño rodeo, ascendiendo de forma cómoda por las laderas del Cerisco hasta encontrar un punto próximo a la cima que nos permite seguir faldeando la cresta y desembocar en un pequeñísimo collado sobre la base sur del Mua.
Desde la colladina, el ascenso a la cumbre del Mua es sencillo: sólo resta avanzar por las verdes veredas, remontando metros sin complicaciones hasta tocar, a modo de meta, el piolet con buzón que habita en lo más alto de este monte.
Desde las alturas del Mua las panorámicas son bellas y amplias: a nuestros pies, las Foces del río Pendón y los valles navetos, plagados de vida, caseríos, praderas y bosques. Al norte, la sierra del Sueve en el horizonte. A un lado, los fértiles territorios de Casu y Ponga, dándose la mano en una comunión de árboles, caliza y extensiones verdosas que no entiende de fronteras y se alarga, intensa, hasta cerrar el cuadro de orografía ondulante en los Picos de Europa. Al otro lado, la sierra de Peñamayor, mágica, bella e inmensa.
Para la vuelta, regresamos andando el mismo trayecto que nos trajo, de majada en majada, hasta recalar –de nuevo- en la Llama y retornar, por el GR de las peregrinaciones, a Puente Miera.
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