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Vistas hacia la Peña Santa (popularmente conocida como «de Castilla») desde la cumbre de Peña Santa de Enol M.LL
A Peña Santa de Enol por la grieta rubia
PICOS DE EUROPA

A Peña Santa de Enol por la grieta rubia

Este periplo narra la ascensión a Peña Santa de Enol: una montaña imponente, de casi 2500 metros, arraigada a un territorio sagrado, espectacular y salvaje

Viernes, 22 de septiembre 2023

En Asturias, enclavada entre las aguas del Sella y el Cares, existe una fortaleza: hercúlea y gigantesca, baluarte de piedras calizas grises y blancas. Con enormes torreones, amplios jardines y profundos pozos. Rodeada de abundantes fuentes naturales, hielos perpetuos y seguros refugios tallados en roca por los vientos. Un bastión, allá en los altos, inexpugnable y puro, al que siglos y siglos atrás se le llamó Mons Vindio y los asturianos conocen desde siempre como Cornión.

Collau la Fragua, atalaya de grandes vistas camino de la Peña Santa de Enol M.LL

Ahí, justo en el medio de ese gigante castillo, en medio de sus muchas torres, se yerguen dos largas murallas sacras: las Peñas Santas. De las más altas del lugar. De las más bellas, amadas y codiciadas. Dos moles colosales que alcanzan los 2500 metros de altitud y se observan, frente a frente, desde mucho antes de que existiera la memoria. Dos impactantes y fuertes montañas que han visto pasar (por sus pies, sus venas, sus surcos, sus raíces, sus valles y sus oquedades) una buena parte de la historia de Asturias.

Llegando a los muros de la Peña Santa de Enol

A Peña Santa de Enol por la grieta rubia

  • Tipo de ruta: Circular

  • Dificultad: Difícil

  • Distancia: 20 kilómetros

  • Tiempo aproximado: 10 horas

  • Altura máxima: 2476 metros, aproximadamente

  • Desnivel aproximado: 1645 metros

No son santas porque sí. O porque el cristianismo las nombrara tales. Son santas desde muchos siglos antes de Cristo por todo lo que contienen, proporcionan y acogen: por ser un refugio perfecto para los hombres y animales que las habitaron desde siempre.

Y aunque existen muchos nombres para mentarlas, el idioma pastoril y la costumbre de la zona siempre las denominó Peñas, haciendo referencia a que son las más altas y esbeltas, y a que sirven de faros, de punto de orientación, de estación meteorológica, de destino veraniego de caza y pastoreo… ellas, son aledaños verticales de los pastos más nutritivos y verdes, refugio que da sombra, agua, hierbas medicinales… Y son santas por ser únicas y ecosistema. Por guardar recodos de nieve hasta en los veranos. Por bellas. Por su alma misma…y por todo lo que brota a su alrededor.

Peña Santa, la más grande. Y Peña Santa de Enol, la otra, la hermana un poco más pequeña, cuyas paredes caen sobre la zona a la que apela su sobrenombre: la que hoy, en estas líneas, es protagonista.

Vistas desde la cima de Peña Santa de Enol hacia la zona del Cantu Cabroneru, macizo del PreCornión, y mucho más allá

Conquistar Peña Santa de Enol por la grieta rubia

Erróneamente, se tiene la creencia de que estas grandes peñas santificadas son inaccesibles para el común de los caminantes y sólo dignas de ser pisadas por avezados escaladores y montañeros. Pero lo cierto es que las Peñas Santas, si se ascienden por el camino correcto (con un poco de experiencia o con la compañía protectora de un guía de la zona) son dos rocas conquistables casi por cualquiera.

En busca de las paredes verticales y sacras de Peña Santa de Enol

Han hecho falta siglos de práctica subiéndolas para comprender que su carácter santo no proviene de los cielos, sino de la tierra que las sustenta y les da forma. Hace falta un día, y salvar cerca de 1700 metros de desnivel positivo, para conquistar la más pequeña de estas dos Peñas. Y, cuando se hace, se comprende prontamente porqué siempre han sido sacras y siempre, pasen los siglos que pasen, continuarán siéndolo.

Horcada de Santa María M.LL

La ascensión que aquí se narra parte de los Lagos de Covadonga con rumbo a Vegarredonda para, desde allí, empezar a adentrarse en jous y majadas, también santos, hasta alcanzar una grieta en la caliza, conocida como «Rubia», que se pinta de naranjas amarillentos y hace de ascensor, lento, a la Peña Santa de Enol.

Aunque la trepada por esta zona no requiere conocimientos técnicos de escalada y puede resultar sencilla para un experto en la materia, si no se conoce la zona ni las rutas de alta montaña conviene hacerla con cuerdas y, mejor, con un guía.

Inicio de la canal que da acceso a la grieta Rubia, «escalera» para tocar los cielos de Peña Santa de Enol M.LL

De cualquier manera, acercarse a los territorios santos del Cornión y a sus Peñas plagadas de mitos, historia, leyenda y supervivencia es una gran experiencia: un viaje, paso a paso y roca a roca, por un terreno alpino que sobrecoge y conquista. Un tour, zancada a zancada, para mirar desde arriba las tierras santas de los Picos de Europa. El Mons Vindio. El paraíso que siempre fue bastión y fortaleza de una Asturias rebelde y luchadora. Una Asturias de pastores, de fieros conquistadores de caliza y vértigos, que sobrevive aquí, aun, en esencia, llena de fuerza. Llena de resistentes paisajes, alargados y afilados, e increíbles y enormes vistas.

Jou de los asturianos, territorio calizo santificado casi al pie de las Peñas Santas M.LL

Descripción de la ruta a Peña Santa de Enol:

Para llegar a cualquiera de las dos Peñas Santas, primero hay que llegar a Vega Redonda, la última majada (y más alta) de la vertiente norte de este macizo, ubicada a unos 1500m de altura. Para alcanzarla, se parte de los Lagos de Covadonga. Concretamente, del aparcamiento de Pandecarmen desde donde habrá que caminar una hora y media aproximada.

Aparcamiento de Pandecarmen, punto de partida y llegada de esta excursión M.LL

El camino (bien señalado en todo momento y bien remarcado en la tierra, de tanto ser recorrido) avanza primero por pista, alcanzando el río Pomperi y la zona conocida como Pozu del Alemán, para convertirse lentamente en sendero cruzando Vega la Piedra, collada la Prida, vega Canraso, la Rondiella y collada Gamonal. Es un camino de grandes vistas, cómodo, que concluye de frente al refugio que habita la majada de Vega Redonda, el cual hay que pasar de largo, hasta encontrarse a la vera del llamado «refugio viejo».

Refugio viejo de Vega Redonda, desde donde se coge la Llampa Cimera M.LL

Una vez aquí, se sale por un empinado sendero y se enfila la conocida como Llampa Cimera, un profundo valle muy entornado. Las afiladas agujas de los Argaos y la icónica silueta del Porru Bolu vigilan cercanas. Casi a la altura de los pies del segundo hay una encrucijada señalada con un gran jito: a la derecha hacia la Horcada de Santa María (paisaje impresionante por el que luego se puede descender) y a la izquierda hacia el Jou Santu y fuente prieta. Hay que girar a la izquierda

Rumbo hacia el Jou Santu M.LL

La ruta se dirige ahora a la zona del Collau La Fragua, empeñada en demostrar la magia de la mutación que, con cada metro de altura ganado, ofrece el paisaje. Casi como ir entrando en la boca de un dragón enorme, y avanzar por su faringe dirección a sus mismas tripas. Lentamente, los tonos grises y blancos de la caliza comienzan a predominar, brillando contrastados sobre verdes extensos e intensos que se resisten a desaparecer. Han pasado poco más de tres horas de caminata y, sin duda, la sensación es ya la de pisar otro mundo

Collau la Fragua

Alcanzado el collau La Fragua, es imposible no sentir –muy fuerte- el latido de estas montañas, que parece acelerarse, nervioso por mostrar lo que más arriba espera. Alrededor, todo es roca, cielo, cimas, nubes, farallones en lisa caída al valle y un silencio puro, acogedor e inabarcable. Aún quedan verdes pero, a partir de este punto, el caos kárstico dominará el terreno velozmente, obligando a un continuo sube y baja que dificulta el avance e introduce, casi a ritmo de tambores, en tierra de Jous: grandes hoyos rocosos excavados por el agua y los siglos. Primero, el de los asturianos. Y más allá, el Jou Santu.

Jou de los asturianos

Este lugar fue una profunda dolina, posteriormente sobreexcavada por glaciares. Las lomas de su fondo, pulidísimas y redondas, cuentan que por aquí pasó una corriente de hielo intensa que procedía del Jou Santu, casi ahí mismo, un poco más arriba de ese umbral rocoso que parece una muralla.

Un estrecho sendero conduce al punto entre ambos Jous. Ahí, justo donde acaba el de los asturianos y comienza el Santu, hay que dejar el camino y coger un desvío bien marcado que se abre a mano derecha, con abundancia de jitos. Este es el sendero que nos lleva a la Peña Santa de Enol. Esta es la dirección para alcanzar la grieta rubia.

Zona en la que se abandona el Jou Santu para coger un desvío que conduce al acceso a Peña Santa de Enol

Un trecho más adelante, señalizado con jitos, aparece a mano derecha un espolón rocoso: es la antesala de la grieta rubia buscada y obliga a realizar una trepada por una enarbolada canal. Tras ella, toca seguir trepando: una vertical escalera tallada torpemente en piedras que va superando balcones, jugando a tocar el cielo cada vez.

Llegada a la canal que da acceso a la Grieta Rubia

Esta zona conviene afrontarla con precaución: hay mucha piedra suelta y es mejor andar con tiento, escuchando respirar a la montaña y poniendo toda la seguridad posible en un avance que puede abordarse con o sin cuerdas (según experiencia). Tras superar varias gradas, se da pie en un pequeñísimo collado, con vistas al corredor del Marqués, que obliga a descender ligeramente a la izquierda para coger una canaleta que es el sendero final para tocar la cumbre.

Cumbre de Peña Santa de Enol mirando hacia la reina de Picos: la Peña Santa de Castilla

Peña Santa de Enol. 2476 metros de altura. Una preciosa y dura montaña que es una gradería alzada, perfecta, para acariciar los cielos, respirar profundo y contemplar maravillas. Desde sus altos, todo lo que no son montañas parece haberse empequeñecido. Todo lo que no huele a este aire, ni se pinta de estos tonos, parece haberse borrado del mapa.

Todo el Cornión puede verse desde aquí, completo. Todo ese territorio que siempre fue –y seguirá siendo- sacro. Con la Peña Santa madre destacada, como un monumento… Y también, toda la cordillera. Todo el Sueve, todo el Cuera, todo el impresionante y arisco macizo de los Urrieles. Todos los verdes rincones y vaivenes alzados de territorios ponguetos y casinos…Todo los azules de los que se pinta el Cantábrico.

Mirando hacia el Cantu Cabroneru desde Peña Santa de Enol

Para descender, se puede emprender la marcha por el mismo itinerario, usando como guía la veta anaranjada y rojiza que da nombre a la grieta, hasta encontrar el espolón, volver a subir unos metros por pedrera y alcanzar la Horcada de Santa María.

A partir de aquí toca bajar por un incómodo pedrero que acaba enlazándose con el camino que va a Vega Huerta. El Porru Bolu vuelve a ser faro de referencia en el camino para encontrar la Llampa Cimera y llegar a la famosa majada Vega Redonda, donde puede hacerse una parada en el refugio para recargar fuerzas y seguir trayecto descendiendo hasta Pandecarmen, lugar en el que todo empezó y ahora concluye este maravilloso pero exigente viaje para acariciar una de las dos Peñas Santas de los Picos de Europa.

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