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Esta ruta son tres rutas. O mejor dicho, se trata de una excursión completamente adaptable a la experiencia y las ganas del caminante, a la par que estupenda para conocer a fondo los maravillosos paisajes que adornan el concejo de Aller.
Y sí, tres rutas ... caben en una; y aunque el destino final de esta se llame Peña Melera, en el camino a esa mítica montaña asturiana se pueden encontrar tres rutas distintas, al gusto del que camina.
La primera de esas rutas, la más corta y accesible de las tres que salen de este recorrido, no llega a Peña Melera pero asciende, desde El Pino, a encontrar la entrada de un recoveco de roca, dominado por el agua, que impresiona y enamora: las foces del río Pino. Un profundo desfiladero, lleno de magia, ataviado con un vetusto camino empedrado que puede seguirse hasta su final, la zona de El Posaero, para regresar por la misma vía, de nuevo, hasta El Pino.
Tipo de ruta: Ida y vuelta
Dificultad: Moderada (más dificil si se suben ambos picos, que requieren ligera trepada en su parte final)
Distancia: 14,80 km
Tiempo: 6 horas
Desnivel: 950 metros
La segunda opción es un poco más larga: consiste en subir un tramo entornado más, dejando atrás el Posaero y -tras un largo trecho caminando, con estupendas vistas, entre majadas, prados y colladas- alcanzar el collado Los Pandos, a los pies mismos de Peña Melera, para luego alzarse a su cima, a 1544 metros, tras una breve trepada; todo un balcón de los buenos para admirar los verdes, bosques, montes y relieves que son patria de lugares como Aller, Laviana o Casu. También perfecto para contemplar peña Redonda, y el pico Los Pandos, que -muy cercanos y afilados- desde la cumbre de Peña Melera parecen más salvajes.
Para acabar, la opción tercera: la que más desnivel acumula y la que dibuja el track que acompaña estas letras. Consiste en subir hasta las Foces del Pino, atravesarlas, dejar atrás el Posaero y ganar terreno, hacia arriba, entre praderías y roca, hasta pisar la collada Cavera.
Desde ella se puede coronar primero el pico Los Pandos, impresionante roca cortada como a cuchillo por una de sus paredes. Ya en su cima, a la que se accede también con una ligera trepada final, se ve perfecto el sendero que conduce al collado Los Pandos. La opción de ruta sería volver bajando a la collada, andar ese sendero y alzarse, para acabar, a los altos de la Melera. Una opción algo dura pero, eso sí, preciosa.
Dependiendo de qué tramo se haga, o de cuál de las rutas se escoja, el desnivel a salvar será más o menos profundo, variando desde algo bastante asequible a todo el público (en la primera de las opciones) a una ruta dura que asciende dos picos de más de 1500 metros (la tercera) o transitando territorio para culminar en peña Melera, sin subir a Los Pandos (la segunda). Cualquiera de las tres garantiza una excursión preciosa, amparada por un paisaje, un terreno y una magia que abrazan desde los primeros pasos.
Desde la localidad allerana del Pino (situada en la AS-253,km28) se empieza a andar. El primer paso es cruzar el río San Isidro y, luego, coger una pista (marcada como PR AS 31) con claras señales de que se dirige hacia las Foces del río Pino y río Aller.
Tras pasar junto a la preciosa fuente de la salud, bien cuidada y conservada, se llega al que es el punto oficial de inicio de la ruta de Les Foces, el Molín de Peon. Junto a él hay un cruce con dos posibles caminos y, aunque ambos llevan al mismo punto, el de la izquierda es mucho más directo. Hay que tomar ese.
Eso sí, que sea directo no implica que no requiera esfuerzos. Desde los primeros pasos, la senda se entorna y, durante un buen trecho, toca subir de continuo. Aunque, desde luego, el entorno y las vistas que se observan durante el esfuerzo, ayudan mucho a hacer la marcha más llevadera.
Y así, con la silueta de picos como Peña Mea o Peñas Negras adornando el avance, por un sendero arbolado sin posibilidad de pérdida, se van sucediendo praderías y majadas ganaderas al tiempo que se gana altura. Cuando el sendero encuentre la fuente de las Gavilanceras, y ya el rumor del agua se sienta in crescendo, significará que esta primera parte del trayecto está terminando y el siguiente tramo de la ruta está a punto de aparecer: las Foces del río Pino ya están muy cerca.
La pista termina justo ahí, al inicio de este paraje natural de impresión. Conviene coger aire y dejar que los sentidos se abran completamente ya que, en pocos pasos y tras cruzar un puente, la ruta empuja la puerta a un universo nuevo, absolutamente encantador.
Las foces del río Pino impresionan desde su mismo inicio. De repente, el sendero se introduce a través de un viejo puente en un profundo y estrecho desfiladero, rodeado de ruido y movimiento acuático por todas partes. Una vieja calzada de piedra recorre el lugar, salvando curvas y briosas cascadas encajonadas entre paredes de piedra gris. Fijándose, incluso, es posible atisbar en las rocas fósiles de algas y de animales marinos que habitaron en esta zona hace cientos de millones de años.
La Peña Panda y el pico Los Pandos hacen de muros laterales de este monumento natural creado por la erosión y el agua: un caprichoso mundo de formas rocosas imposibles y cortantes en el que no faltan los árboles, agarrados con fuerza para resistir los envites de una corriente helada junto a la cual se avanza todo el tiempo.
Un puente de piedra, tras un buen trecho vagando por este lugar de cuento, sirve de salida de las Foces y de entrada al Posaero, lugar en el que una señal de direcciones ofrece dos opciones: hacia peña Redonda o hacia la Caniella.
Si ya hemos tenido suficiente, este el el lugar para darse media vuelta y recorrer las Foces de nuevo, pero en sentido inverso, para volver a El Pino y cerrar ruta. Si no, la dirección a tomar en el Posaero es rumbo izquierda, cogiendo un pequeño tramo del PR AS31, que se abandonará enseguida.
A la altura de una cuadra que aparece rápido, se deja el sendero PR para comenzar ya el ascenso por el valle de Pedroso, pisando ahora un pequeño camino que se desdibuja a tramos, perdiéndose entre vegetación y praderias sin dejar de subir.
En este punto, tras ganar un poco de altura, es aconsejable parar y mirar atrás para observar el espectáculo de las Foces desde otra perspectiva, viendo el tajo separa las dos peñas elevadas que dan sombra al desfiladero y Peña Redonda adornando la estampa, presumiendo sin vergüenza de redondeces.
Tras un tramo de subida, una zona de cabañas con fuente, bebedero, cercado y árboles diseminados da la bienvenida: es la majada Pedroso, enamorada hasta las trancas de Peña Redonda. Un poco más allá de este lugar, casi sin esfuerzo, se conquista ya la collada Cavera, cubierta de una verde y extensa alfombra de hierba húmeda. Desde aquí, peña Melera está ya a la vista, al fondo. Mientras que los caminos que conducen a la picuda cumbre de Los Pandos (a mano izquierda) se ven cercanos y claros.
El sendero que lleva a los altos del pico Los Pandos está bien marcado sobre el firme natural y avanza sorteando curvas, repechos y obstáculos pedregosos hasta alcanzar una zona en la que es necesario hacer uso de las manos.
No es un tramo complicado, ni tampoco técnico: tan sólo una breve trepada, algo aérea, no recomendada para gente sin experiencia o aquejada de vértigos.
Desde arriba, el pico Los Pandos resulta ser un palco estupendo: hacia lo andado, hacia lo que queda por andar y, también, mucho más allá. Esta cumbre recuerda un poco a la torre de un inclinado castillo, alto y desafiante, que mira y vigila una amplia mancha de terreno que incluye montañas tan señeras como peña Mea, Peñas Negras, la Forcá, el Retriñón o el pico Torres. También se ve, claro, peña Melera -ya muy cerca- hacia donde hay que dirigirse ahora.
Descendiendo de los Pandos, se regresa a la collada Cavera para -desde ahí- cruzar las amplias praderías en busca del último collado de altura: el de los Pandos, a los pies mismos de la Melera. Mirando, de nuevo, hacia atrás, impresiona ahora la silueta del pico recién conquistado, que muestra verticalidades imposibles y aires de alta montaña acompañada de Peña Redonda en los fondos.
Todo lo que queda para dejar de subir es ganar altura por las inclinadas laderas de Peña Melera, adornadas con oportunos jitos que van marcando el camino. Antes de llegar se encuentra, otra vez, una ligera trepada (de nuevo sin dificultad, pero mejor extremar precaución) y después, por fin, la cumbre. Las vistas, muy parecidas a las que se contemplan desde el pico los Pandos pero desde otra perspectiva, con otras luces y otros aires que las hacen parecer nuevas, aunque igual de magníficas.
El regreso se hace por el mismo camino, desandando lo andado, volviendo a atravesar ese mágico mundo aparte que son las foces del río Pino y llegando, de nuevo, al pueblo de El Pino para dar por finalizada esta preciosa (y adaptable) ruta que ronda los caminos a peña Melera y muestra, sin tapujos, muchas de las bellezas que plagan los fértiles y acogedores territorios de Aller.
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