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Situado en los límites entre Caso y Piloña, mirando de frente al Vízcares y a los Picos de Europa, habita el pico Maoñu: un monte elevado a 1429 metros que es una perfecta balconada para asomarse a mirar con gusto, además de una perfecta excursión para perderse por ese pequeño y acogedor mundo al que llaman Parque Natural de Redes.
Para conquistar sus alturas hay que andar un recorrido que –casi en su totalidad- discurre por el PR AS 289, ruta clásica y popular que conduce al Vízcares. Desde la Pesanca, y siempre por pistas bien marcadas, la ruta se adentra en bosques y supera fuertes pendientes a través de un territorio caprichoso e irregular, maquillado de verde y enfocado en atisbar un alrededor paisajístico tan atractivo que envuelve a quien lo anda.
Luego, en Traslafuente, el camino se divide: se abandona el PR para coger un sendero que se escapa por la derecha y conduce al Maoñu enfilando una loma entornada, casi un laberinto de vegetación baja, que lleva sin prisa a la cima.
No hay pérdida: todo el trayecto es sencillo, sin pasos técnicos ni zonas complicadas; incluso, podría parecer corto. Pero, mucho ojo porque el Maoñu engaña: sólo se dejará querer tras salvar un profundo desnivel de más de 1200 metros que culmina (eso sí) con vistas impresionantes.
Tipo de ruta: Lineal (Ida y vuelta por el mismo trayecto)
Dificultad: Moderada
Distancia: 15,2 km
Tiempo aproximado: 4-5 horas
Altitud máxima: 1429m (aprox)
Desnivel aproximado: 1222m
Desde su cúspide, hermana de cuna del Vízcares (techo de Piloña) y del pico Tren (techo del cordal del Infierno) se contempla a modo cernícalo la inmensidad y belleza de Redes, así como numerosos montes icónicos perdidos entre una multitud de valles, colladas y montañas que dejan –con su visión y su presencia- muy buen sabor de vista.
Para llegar a los altos del Maoñu hay que iniciar caminata en el área recreativa de la Pesanca, en Piloña, justo a la orilla del río Infierno. Un amplio puente cruza el cauce, abriendo la puerta de un sendero que tiene forma de pista ancha y discurre, con calma, atravesando un precioso bosque.
Es un primer trecho de ruta agradable: un cómodo «túnel» entre amplias zonas de arboleda, con ese carácter de magia y de misterio tan característico de Redes, siempre vestido de encantos, rumor de agua y clorofilas intensos.
Al poco, al cabo de un pequeño trecho, la pista se parte en dos, formando un cruce que, hacia la derecha, continua ascendiendo y, a mano izquierda, parece descender: hay que coger este tramo que baja, perdiendo un poco de altura durante unos metros hasta llegar a la orilla del agua. Luego, se cruza de nuevo el río por puente de madera y se vuelve a coger una pista que asciende.
A partir de aquí, el camino parece recordar que tiene prisa, y empieza a ganar metros sin tregua, enfocado con rumbo a Cureñu. Eso sí, avanza siempre rodeado de bosque, guarecido por cientos y cientos de árboles que colorean todo el paisaje circundante. Así que conviene no dejarse contagiar por la premura e ir poco a poco, saboreando el precioso entorno que canturrea y presume por todos los rincones, seguro de su importancia, belleza y porte.
Paso a paso, en subida continua, la ruta –despacio, sin despedirse nunca del todo- va dejando atrás la franja tupida de bosque para empezar a regalar postales paisajísticas cada vez más amplias: al frente, el collado Traslafuente (al que nos dirigimos) reluciente de tonos verdes, tostados y ocres; y a mano derecha, un poco más allá de la espesura, un amplio y sinuoso cordal alzado, el de los Montes del Infierno, llamados así debido a creencias medievales que atribuían a esta zona una fuerte tendencia al misterio y a peligros invisibles auspiciados por demonios. Aunque- como bien comprobarán las piernas- lo más demoniaco de esta ruta es el fuerte desnivel a salvar en muy pocos kilómetros, compensado con creces con la belleza acogedora que rodea al que camina.
Toca –pues-continuar salvando pendientes, siempre por una pista que –a medida que asciende- va cambiando de firme, como una culebra que se despoja de su traje de asfalto para ponerse otro más acorde a aquello que la rodea. Hasta que, cansada de vestimentas, se despoja de todas ellas, muriendo en una pradera alfombrada de margaritas, encajonada entre montes. Cuando esto suceda significará que hemos alcanzado Cureñu.
En este punto hay dos opciones: una pista de firme nuevo que avanza por la derecha o un camino, al que llaman «vieyu», con forma de sendero, que avanza más a la izquierda y más escorado. El destino es el mismo: el collado de Traslafuente.
Avanzamos por el sendero viejo, que luce bien marcado debido a que es el recorrido habitual para subir al vecino y cercano Vízcares . Con panorámicas cada vez más abiertas, enseguida aparece al frente la silueta del Maoñu, cerrando impertérrito el cordal del Infierno y con el collado buscado tendido a sus faldas.
El trayecto se hace rápido, aterrizando sin complicaciones en Traslafuente , preciosa y verde balconada que mira a los Picos de Europa , justo a los pies de la cima buscada.
Desde aquí, si echásemos a andar hacia la izquierda, enfilaríamos rumbo al Vízcares. Pero para llegar al Maoñu debemos mirar a la derecha, abandonando el PR-AS 289 y cogiendo un marcado y delgado sendero que –rápidamente- lleva a la cercana majada Traslafuente, marcada con un bebedero y algunas cabañas.
El Maoñu está cerca, pero aún queda un tramo de ascensión nada desdeñable: toca abrirse paso por empinada cuesta, siguiendo una escueta traza que avanza sorteando la cerrada vegetación baja. Numerosos jitos hacen de faros y centinelas, ayudando a esquivar las zonas más tupidas de matorral. Mientras, la ladera parece entornarse, retrasando la llegada a una cima que aparece de repente, mostrando un horizonte bellísimo plagado de montañas, empezando por el cercano Vízcares y llegando a los siempre imponentes Picos de Europa, con Pierzu plantado ante ellos.
Para regresar, tan sólo hay que tomar el mismo camino que trajo, llegando a Traslafuente de nuevo para tomar el PR (con la alternativa de bajar por el camino viejo o la nueva pista abierta) hasta aparecer -de nuevo-en la Pesanca, a muy pocos kilómetros de Infiesto y cerrando un día de ruta destinado a conocer los entresijos piloñeses del Parque Natural de Redes.
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