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Los dominios y valles de las aguas del Pequeñu, un salto de agua que responde al nombre de «Chorrón», una foz de altura, un pueblo abandonado, una cueva blanca, tramos profundos de bosque, colladas que miran al Sueve, caminos que cortan laderas, vistas limpias hacia las agujas de Picos… la ruta para conquistar la alargada cumbre del Cerru´l Tombu se adentra en territorios piloñeses y recorre- en su mayor parte- la conocida y popular «senda del Chorrón», que arranca en Villamayor y sube a la Collada la Doca.
Desde esa collada, esta excursión alarga la subida y corona el Tombu, un monte de altura muy discreta pero privilegiada ubicación desde el que contemplar, a vista de pájaro, toda esa línea ondulante de valles, pueblos y montañas que une la Sierra del Sueve con el Cornión de los Picos de Europa.
Una travesía apta para todos los públicos, que vuelve por la zona de pastos de Sabornín para convertirse en circular, que se completa en una mañana y que, a pesar de su sencillez y de no alzarse sobre desniveles enormes, regala panorámicas de gran belleza y un día de senderismo de esos que agradan a las pupilas, al corazón y al recuerdo.
Tipo de ruta: Circular
Distancia: 12 kilómetros (aprox)
Tiempo aproximado: 4 horas
Dificultad: Sencilla (levemente más difícil después de la Collada La Doca)
Altura máxima: 730m (aprox)
Desnivel aproximado: 560m (aprox)
La excursión comienza en Villamayor, población piloñesa, situada a medio camino entre Infiesto y Sevares, a la que llegamos por la N-634. Una vez allí, comenzamos a andar cruzando distintos barrios del pueblo mientras subimos hacia al área recreativa.
El camino es ancho, cómodo y agradable de andar, y avanza a la vera del riu Pequeñu por zona boscosa, cambiando de orilla en varias ocasiones ayudándose de puentes de madera.
Sin dificultad ninguna, enseguida alcanzamos la anunciada área recreativa y, desde ella, continuamos el surco de la senda que nos trajo, que ahora se escapa de esta zona por escalera de madera para seguir avanzando, sin perder comodidad, entre la humedad y la música cristalina que se desprenden de las aguas del río.
Sin acumular muchos pasos y con andar ligero, alcanzamos una caseta y junto a ella vislumbramos un pequeño sendero que se sale de la pista: lo cogemos y, repentino, nos planta delante de un discreto y hermoso salto de agua al que por estos lares llaman «El Chorrón», un lugar con encanto, cubierto de relente y reflejos.
Desandando el tímido sendero que nos condujo al Chorrón, volvemos a la senda inicial y la continuamos unos pasos. Muere enseguida, junto a una caseta de captación de agua que se ubica en la parte alta de la pequeña cascada de la que venimos. Muy cerca, encontraremos un poste con forma de flecha. Muestra la dirección a tomar, rumbo a la Collada la Doca, y abre una traza nueva de camino que se interna en el bosque, ganando altura por un terreno arrugado y abrupto pero muy sencillo de andar.
La subida concluye a considerable altura, con preciosas vistas hacia el Sueve y el fondo del valle. El camino que se abre ahora se adentra en una foz ganando terreno, a modo de serpiente, a través de la ladera. Abajo, aun se escucha el cantar del río Pequeñu y el murmullo del Chorrón.
Al cabo, ascendemos sin dificultades por el camino, muy cuidado y hasta provisto de vallas y de bancos en algunas zonas, hasta encontrar un pequeño collado con un cartel que indica el desvío a Sabornín. Ignorándolo, seguimos de frente, siguiendo las señales hacia la Collada la Doca, con la sierra del Sueve y los profundos valles de Piloña a nuestra espalda.
El sendero, con tendencia siempre a la derecha, va abandonando lentamente la foz para volver a adentrarse en terreno boscoso, dejando atrás el valle que, hace un rato, transitábamos.
Y así, entre árboles de troncos retorcidos, la traza que recorremos fluye ahora hacia arriba, adornada de jitos que van marcando el paso y que, de repente, alzan al caminante a un claro que es puerta de entrada a La Cueva, un lugar que un día fue una pequeña aldea de casas de piedra y que hoy es un enclave abandonado, sin habitantes, chimeneas con humo ni perros ladrando al llegar.
Siguiendo el eco de las piedras esparcidas, un leve serpenteo entre los huesos del pueblo nos conduce a una cavidad blanca, muy bella, que fue la que puso nombre a este sitio. Luego, continuamos ruta por el mismo sendero que nos trajo, siempre dirección Collada la Doca, hasta que encontramos una finca vallada que bordeamos por su derecha para coger una pista, clara y limpia, que nos llevará a conquistar la collada en la que concluye la llamada «senda del Chorrón».
La pista se divide ahora en dos ramales: uno baja, hacia el pueblo de Valle. Y el otro sigue de largo hacia la derecha, dirección al Cerru´l Tombu, atravesando un collado y cogiendo un camino bien pisado que asciende hasta una alargada cumbre que ya se ve en el horizonte. Cogemos ese.
El sendero es amplio. Un balcón que se alarga, ganando terreno y altura por la ladera hasta alcanzar la arista y, al momento, tras un llano paseo por el alto, acariciar el jito que marca el punto más alto del Tombu, un mirador discreto en altura y, aun así, perfecto para observar a vista de pájaro toda la línea de ondulantes valles, colladas y montañas que une la Sierra del Sueve con el Cornión de los Picos de Europa.
Para emprender regreso, continuamos recorriendo la llana y alargada cumbre del Cerru´l Tombu, vagando cómodamente por su arista hasta dar con una colladina en la que se dibuja un sendero que desciende hacia la izquierda y luego, decidido, corta la montaña en vertical, alzándonos durante un tramo sobre crestones calizos y conquistando por senda estrecha la otra vertiente del monte, que mira en altura hacia el lugar al que nos dirigimos: las fincas de Sabornín.
El marcado sendero coge velocidad, descendiendo bruscamente al tiempo que abre camino entre cotoyas y da vueltas, deslizándose al llanear hacia la derecha para aterrizar en Sabornín, donde encontramos una amplia caleya y un desvío a la izquierda dentro de ella que debemos seguir.
Pronto, empezaremos a encontrar de nuevo flechas de madera indicativas, señalando el rumbo para volver a coger la traza de la senda del Chorrón y, por ella, volver a Villamayor.
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