

Secciones
Servicios
Destacamos
Dice Xulio Concepción Suarez que «la braña es más que el puertu». Que estos lugares, que van tejiendo su andadura desde los pueblos a las faldas de las altas peñas eran lo más fecundo del puerto. Que la palabra braña, cuando nació, no se aplicaba a un espacio geográfico concreto y reducido, sino a una actividad rica y fecunda. Y que su etimología alude al verano, a esa primavera tardía que va de mayo a final de julio, cuando más generosa es la abundancia en los altos, cuando se hartan de regalar agua, frutos, nutritivos pastos y luz.
Esta ruta es generosa en brañas. Y, como tal, también lo es en agua, en contrastes lumínicos, en vegetación y bosque, en cabañas de piedra, tupida flora y vistas a paisajes alargados ondulantes. Y aunque es una excursión sin cumbre, asciende a más de 1300 metros de altura y ronda continúa al gran Retriñón, caminando sus veredas y majadas cercanas.
Tipo de ruta: Circular
Dificultad: moderada (sin complicaciones técnicas pero salva un fuerte desnivel)
Distancia: 17,76 km
Tiempo: 6 horas (aprox)
Desnivel: 722 metros
Para rematar, se viste de ruido de agua, con abundantes fuentes, ríos, rústicos puentes, largas cascadas y foces enterradas entre peñas de caminos labrados empinados. Sin olvidarse tampoco de aportar ese son de magia, de paz y de belleza, que aportan los profundos bosques por los que transita, plagados de especies autóctonas y un silencio de catedral místico y profundo.
En definitiva, la ruta de las brañas alleranas es un imprescindible a tachar en la lista de rutas clásicas, hermosas e inolvidables, de la geografía asturiana. Un camino bien marcado que salva un desnivel de 900 metros en un precioso paseo sin dificultad ninguna por esos territorios de verano abundantes que tanta prosperidad, alegría, cultura, recuerdos y vida trajeron a una Asturias ya pretérita de la que hoy sólo quedan rescoldos.
Se comienza a caminar desde el pueblo allerano de Felechosa, una de las últimas poblaciones antes del puerto de San Isidro a la que se llega por la AS-253. Callejeando, se alcanza la Ermita de la Virgen de las Angustias, bajo cuyo campanario se ubica un cartel indicativo de este recorrido circular cuyo punto más alto es la Tabierna, a 1382 metros de altura.
La caminata comienza adentrándose en el valle de Fresnedo, junto al río del mismo nombre, colándose por entre riscos y peñas en clara subida. Algunos de los tramos aparecen empedrados, reminiscencias de la importancia de una traza que era una vía muy transitada cuando en los puertos, allá en las altas brañas, había mucha vida, ganados y vecindad.
Paso a paso, la senda va internando en una pequeña foz. Los saltos de agua y el río corriendo acompañan la marcha, que se escora entre piedras apretadas y abundante vegetación con la mira puesta en las alturas. Así, se avanza, alternando calzada de piedra y camino de tierra, siguiendo el valle, sin que oído ni mirada pierdan el son de un río que se cruza varias veces por rústicos puentes.
Al llegar a la altura de un grupo de cabañas, se da un pequeño giro, abandonando un instante la compañía acuática para afrontar un duro repecho por lo profundo del valle que lleva hasta la primera de las brañas: La de Gamonal.
Este lugar está a casi 1000 metros de altura y es un sitio perfecto para un primer descanso alargado, contemplando Peña Redonda que –desde este punto- semeja un enorme reptil de dos colas afiladas que entierra la cabeza en la tierra.
A partir de aquí, la senda se estrecha severamente, acometiendo un tramo por una profunda y larga foz entornada, superando contornos rocosos que miran el río desde la altura y protegidos por abundante vegetación de ribera que adorna las peñas, los riscos y un camino que a tramos parece labrado en roca.
Ya está cerca la Felguera, famosa collada a 1196 metros de altura. Pero, antes de pisarla, la senda pasa por El Mayaín y por el Caserón, dos majadas en la que la actividad ganadera aún perdura.
La peña Furaca y el Retriñón ya ocupan las visiones, dos símbolos de esta zona que adornan el paisaje durante largo trecho, mientras se avanza por senderos terrosos y pastizales hasta la majada Felguera, fácil de distinguir por la peña caliza vestida con señales de dirección que la preside.
La senda continúa ahora al este, por una cómoda vereda que al poco de andarla llega a la Collada Valencia, también famosa y al pie mismo del Retriñón. Luego se adentra en el valle, sin dejar de pasar ante majadas, fuentes y ricos pastos de los que hacen braña. La majada Otero y Las Ordaliegas son los últimos bastiones ganaderos que se atraviesan antes de compartir camino con otra ruta (PR AS 312), afrontando un ascenso continuo que pasa por medio de un tupido bosque de acebos, rumbo a la cota máxima del día: la Tabierna, cubierta de cabañas, fuentes, verdores y abundancia.
Desde aquí, la vuelta se emprende buscando la foz del arroyo del Taio, que se cruza por un sinuoso sendero escondido entre vegetación. Y es en este punto cuando, si se escucha, un rumor creciente se siente llamar: el Pingarón de la Tabierna se oye cantar y sólo hay que desviarse unos metros para contemplar este salto acuático, rodeado de árboles y precipicios con eco.
Retomando el sendero y volviendo a andarlo, se cambia de vertiente y un largo y profundo bosque de hayas aparece abajo, en las lejanías cercanas. Hay que ir hacia él, cogiendo un camino zigzagueante que avanza entre brezos por un terreno de piedra suelta.
Poco antes de finalizar el descenso encontraremos un cruce señalizado: a la derecha va hacia Yanon y Murias. A la izquierda, hacia el bosque de Taio, hábitat pausado de enorme belleza en el que hayas centenarias descansan y medran, nutriéndose de ese agua que hacía abundantes las brañas arriba y aquí, por todas partes, sigue corriendo subterránea y rica.
Este lugar es un templo. Un recoveco con vida y energía propia que parece observar atento, a fin de impresionar con trucos de luz y contrastes. Un pasadizo perfecto para iniciar el último tramo de caminata. La guinda precisa y sabrosa de una ruta repleta de maravillas.
Tras el bosque, Navayoz, una collada en la que se gira a la izquierda para llegar a la casa Vieya, donde el agua que alimentaba los pastos de altura y –luego- el bosque profundo, sale ahora por una fuente fresca. Desde aquí, solo resta un último descenso que –en ocasiones- es muy pendiente. Las fuentes y las cabañas se suceden continuas hasta llegar a Fuente Moyas, área recreativa desde la que –por un camino paralelo al río- se regresa a la Ermita de la Virgen de las Angustias.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El origen de la expresión 'joder la marrana' y su conexión con el vino
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.