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Allá arriba en la montaña, en el corazón del Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa, Tania Plaza (38 años) ha encontrado su lugar. Lo que comenzó como un año sabático de retiro en la montaña, acabó convirtiéndose en su forma de vida. Son ya trece años los que la langreana lleva a más de 1500 metros de altitud —nueve a cargo del refugio de montaña del Meicín— , y podría decirse que conoce la zona como la palma de su mano. Ella quería «vivir lo que es la vida allí arriba en una cabañina sin luz, sin agua y hacer montaña todos los días, preparar el invierno y esas cosas» y vaya si lo consiguió.
Hoy en día es la única mujer en la región que es guarda de un refugio de montaña, según datos de la Federación de Deportes de Montaña, Escalada y Senderismo del Principado de Asturias. Tania y su particular familia, formada por su marido Gummo (47 años), cuatro caballos y tres perros, se hacen cargo —cada uno a su manera— , del día a día en el refugio del Meicín. La montaña no perdona y las tareas deben hacerse todos los días del año. Como ella misma dice «nuestra vida, tanto la de Gummo como la mía, gira en torno al refugio siempre».
La jornada en el Meicín es larga. Los bostezos empiezan a escucharse en torno a las siete de la mañana, cuando la luz del sol hace tímido acto de presencia. El olor a café despierta a los montañeros que después de un sueño reparador necesitan algo que echarse al coleto para continuar la marcha. Una vez listo el desayuno, a Tania y Gummo les toca hacer la limpieza general del refugio, que suele ocupar toda la mañana. Las habitaciones, baños y cocina quedan listos de nuevo y es hora de ponerse con el turno de comidas. Hasta este año era la propia Tania la que cocinaba, pero una lesión hizo que tomase la decisión de contratar a un cocinero. Fabada, patatas cocidas y toda clase de comidas tradicionales llenan platos y barrigas hasta aproximadamente las cinco de la tarde. La cena, por su parte, llega a las ocho de la noche para los huespédes y un poco más tarde para Tania y Gummo, que dan por finalizado el día cuando se apagan las luces a las once de la noche.
Cuando el frío empieza a colarse en el refugio, Tania y Gummo ya saben lo que viene después. El invierno se acerca y hay que prepararse para ello. Si normalmente Gummo baja a Pola de Lena con los caballos a buscar suministros dos o tres veces por semana, en septiembre y octubre el número de escapadas a la civilización aumenta considerablemente, sobre todo a finales de octubre que son «a piñón», asegura Tania.
En esta época del año, la pareja hace la compra cada quince días, deja los alimentos en un almacen que tiene en Tuiza y después va subiendo diariamente los suministros. En invierno no se puede portear a caballo y el recorrido que normalmente lleva unos cincuenta minutos, puede convertirse en cuatro horas, por eso, «hay que llevar todos los barriles de cerveza, bombonas de gas, mil litros de gasoil, toda la comida, legumbres, pasta... todo lo que sea conserva y así en invierno solo tenemos que subir lo fresco». De esta tarea se hace cargo, principalmente Gummo, mientras que Tania lleva la logística, calculando las cantidades.
La nieve purga la montaña mientras el refugio cierra sus puertas. En los meses de noviembre y diciembre la familia desciende de las cumbres para reunirse con los suyos y mientras tanto, allá arriba, la nieve va asentándose. En enero el Meicín sale de su letargo y va recobrando la actividad durante los fines de semana, listo para empezar un nuevo año.
Los paisajes que robaron el corazón de Tania la acompañan cada día desde que decidió, en un arrebato, irse a vivir por y para la montaña. Después de un año y medio habitando una cabaña perdida en el monte y de vivir otro tanto perdida entre la civilización y la montaña, la joven tomó una decisión trascendental para su futuro: presentar un proyecto al ayuntamiento para convertirse en guarda del refugio el Meicín. Los vecinos de la zona aseguraron que «no conocían a nadie mejor para el puesto», ya que conocía la montaña a la perfección. Y así fue cómo Tania llegó a lo que lleva siendo su hogar por nueve años, gracias a un proyecto en el que, a diferencia de sus competidores, pretendía habitar el refugio y promocionar el producto local, además de impulsar el turismo de montaña.
Aunque en su hogar Tania se siente como pez en el agua, su forma de vida también implica renunciar a muchas otras cosas. Aún así, la falta de intimidad y estar lejos de su familia, se compensan con la certeza de estar creando un hogar, un lugar de descanso para todo aquel que lo necesite: «Al final pierdes un poco tu vida propia por compartirla con la gente que va allí a dormir y comer».
El espíritu del refugio queda reflejado en el mantra 'salud, amor y montaña', que surgió en la noche de San Juan de hace unos cuatro años, al pedir los tres deseos tradicionales: «Que no nos falte nunca la salud, el amor y que siempre tengamos ahí la montaña», dijo Tania en un vídeo para sus seguidores y a partir de entonces, no es extraño que los caminantes la saluden con esta frase.
El Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa atrae a todo tipo de excursionistas y montañeros, dispuestos a disfrutar del increible entorno asturiano. En la página web del refugio pueden encontrarse recomendaciones de rutas. Por ejemplo, llama la atención la que propone descubrir los restos de la Guerra Civil escondidos en las alturas. Tal y como cuenta Tania: «Hay trincheras, restos de búnkeres y túneles... Era primera línea de fuego, por donde entraban los nacionales a Asturias. Aquí estaban los republicanos defendiendo y hay muchísimos restos».
Además, el tiempo puede consultarse a través de la webcam que, desde 2013, permite ver cómo está Ubiña desde casa y a tiempo real, ya que la imagen se actualiza cada ocho minutos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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