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A 1430 metros de altura, crecida sobre los linderos entre Ponga y Amieva, hay una cumbre picuda a la que llaman Carriá. Esta cima es una de esas «imprescindibles» de la montaña de Asturias. Un aposento de lujo para mirar, bien de cerca, los Picos ... de Europa, así como una opción estupenda para emprender una jornada senderista por el Parque Natural de Ponga, dejándose llevar de collada en collada, entre verdes y vistas grandiosas, hasta unos altos agrestes que juegan al baja y sube.
Tipo de ruta: Lineal (ida y vuelta por el mismo trayecto)
Dificultad: Moderado
Distancia: 11 km
Tiempo: Entre 5h30
Desnivel: 437 metros
La ruta que aquí se plantea parte de la collada Llomena y se enrisca por caminos ganaderos, saltando de collada en collada hasta alcanzar los altos del sitio. Además, no sólo conquista el Carriá sino que también planta bandera cumbrera en la Silla de Cabestredo, una cima hermana del monte buscado que se levanta a más de 1200 metros, muy cercana a él.
El trayecto, que salva un desnivel positivo aproximado de 800 metros, puede hacerse en unas seis horas, va y vuelve por los mismos senderos y, aunque no está exento de subidas, tiene su parte más dura al final, en la zona que supera los paredones del Carriá: entre peñascos, cuesta arriba y sin tregua. Por lo demás, se deja querer sin complicaciones severas y, según avanza, amplia horizontes y perspectivas mostrando un paisaje inolvidable.
Para comenzar la ruta, primero hay que acercarse hasta la collada Llomena, un puerto ganadero en pleno corazón del Parque Natural de Ponga que –ya antes de comenzar a andar- regala vistas impresionantes. Desde aquí, con panorámicas estupendas hacia el Tiatordos, se toma el camino de la ruta que va al pico Pierzu.
Es un camino ancho, liso y cómodo pero –no obstante- no se seguirá durante mucho rato. A menos de medio kilómetro de caminata aparece un ramal de tierra, a mano derecha, que desciende por la ladera, separándose de la pista. Es por ahí. Se trata de un camino ganadero, ancho y sencillo de seguir, que conduce hasta la collada de Ovia. Una vez en ella, hay que estar pendientes para localizar un jito (a mano derecha del camino): es él el que marca el principio del estrecho sendero a seguir desde este punto.
Ahora el terreno cambia: se pasa de vía ancha, bien marcada, a faldear por el monte y por praderas empinadas a través de caminos de ganado que van a morir justo a los pies de las paredes del pico Valera, con muy buenas vistas hacia la sierra del Sueve.
Es este un rincón apartado. Una pequeña collada en la que –de nuevo- un jito de piedras muestra el rumbo a tomar: hay que ir por una pequeña canal, muy empinada, salvando los paredones rocosos a los pies del Valeru hasta engolarse en una nueva collada: la Boquera. Una pradera llana, suave, abierta y alfombrada en la que es un gusto descansar de la subida. Los Picos de Europa, elegantes y altivos, vigilan ese descanso.
Desde la Boquera, se gira a la izquierda para cambiar de vertiente y, por un camino bien marcado, se alcanza otra collada pequeña que mira hacia el Pierzu y la Mota Cetin. Queda muy poco para alcanzar la primera de las cumbres del día, la Silla de Cabestredo, que ya se ve cerca recubierta de hierba y piedras. Algo más allá, y más desafiante, el Carriá estira la cabeza para mirar quién se acerca. En pocos minutos, siguiendo un sendero jitado, se pisa la primera cima.
Este alto, a 1265 metros, es el balcón perfecto para orientarse hacia los siguientes pasos. Enfrente, bien claro, se divisa el Carriá, peñasco salpicado de verdes y verticalidad repentina. Abajo, como un apéndice que une las montañas, una collada alargada y panzuda se estrella contra las murallas de piedra. Es el collado del Trecho. Hay que llegar hasta él y una vez allí continuar perdiendo algo de altura para encontrar la entrada a una canal.
Este paso, sin ser muy largo, puede ser un poco confuso. Desde el collado hay que avanzar por la ladera herbosa, siguiendo jitos dispersos y con bastante pendiente lateral. Luego, el sendero gira, se encajona y acaba por salir a una colladina en la que –a mano derecha- se encuentra el inicio de la rampa final al Carriá.
No hay porqué adornarlo: este último tramo es un repecho bastante duro. Sube y sube, sin parar, hasta salvar casi 350 metros positivos de un tirón, avanzando entre piedras que hacen de escalones y un terreno repleto de vegetación baja e irregularidad. Eso sí, tras el esfuerzo llega la recompensa, puesto que la cima del Carriá, pedregosa y estrecha, es un aposento perfecto para coger aires puros y –sobre todo- para mirar.
Los Picos de Europa relucientes, el Tiatordos como un volcán, la sierra del Sueve a lo lejos o el profundo tajo que dibuja, muy abajo, el Desfiladero de los Beyos son sólo unas pocas de las muchas buenas visiones que regala este lugar.
Para regresar, se desciende hasta el collado el Trecho, bordeando –si se quiere- la silla de Cabestredo hasta salir a la Boquera. Desde allí, sólo resta enfilar sendero hasta encontrar de nuevo Llomena, en la que se pone punto final a esta ruta, tan bella y tan intensa, por territorios y riscos de Ponga.
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