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Dice Víctor Manuel Delgado que no lleva una cuenta «oficial» de todas las rutas de montaña que ha hecho a lo largo y ancho de Asturias pero que, seguramente, sean muchas más de mil. No expresa esa cifra con arrogancia, ni con afán de colgarse medalla alguna, más bien busca el dato en su cabeza como si estuviese adivinando la raíz cuadrada de un número enrevesado o escarbando en sus neuronas para encontrar una referencia en la que nunca hubiera pensado.
En cualquier caso, acercarse al apunte real no es difícil: sólo hace falta mirar su blog (inaugurado en 2009 y bautizado como 'Pindio, pindio') para constatar que ha pateado mucho: en el índice de este rincón web se almacenan centenares de rutas que abarcan desde las Ubiñas a Ponga, de Picos de Europa al Aramo; desde Cangas del Narcea, Somiedo, Teverga, Quirós, Lena, Ayer o Proaza hasta Amieva, Cabrales, Casu o Peñamellera... Pero, aun con todo, 'Pindio, pindio' no es sólo un lugar en el que compartir fotos, tracks o descripciones. Víctor ha llevado su labor descriptiva mucho más lejos, puliéndola y aprendiendo mucho a lo largo de los años hasta desarrollar un trabajo de campo más digno de antropólogo que de geógrafo aficionado a la montaña; más digno de detective que de usual caminante.
«Los tracks y recorridos que hay en 'Pindio, pindio' no son sólo tracks y recorridos. Al menos, no a la manera usual. Cualquiera que se los descargue se dará cuenta de que dan muchas vueltas, se alargan, se escapan por un lado para ir a «ninguna parte» y regresan luego a ese punto… Eso se debe a que vamos en busca de muchas más cosas que las cumbreras: buscamos mayaes, paisanos, fuentes, praos, senderos perdidos, cabañas, ruinas… vamos en busca de histories e historia, recogiendo testimonios y marcando lugares. Es casi una labor de detectives, como un puzle de muchas piezas que comenzamos a montar antes de salir de casa», explica.
Es decir, que ese lugar web que llama 'Pindio, pindio' es sólo la «punta del iceberg de un trabajo con muchas fases» que ocupa gran parte de su tiempo libre y tiene como fin georreferenciar con los nombres auténticos los distintos accidentes geográficos que se van encontrando, los sitios que marcan las historias y la intrahistoria de los senderos y las rutas asturianos. Una labor «hercúlea pero muy satisfactoria» que gira en torno a la toponimia montañera y quiere ser una pequeña semilla para que los auténticos nombres y las historias que los gestaron no se pierdan en el olvido y sigan floreciendo, mostrándose sin pudor ni perturbaciones y uniendo pasado, presente y futuro.
«Ir al rescate y la búsqueda de la toponimia de la montaña es apasionante. De ella se desprenden historias de trashumancia, de botánica, de fauna, de costumbres… de ella están colgadas las historias de las gentes y los paisajes – narra con emoción, admitiendo orgullo al saber que muchas personas llegan a su blog buscando sólo itinerarios y acaban descubriendo esa parte de la cultura montañera e interesándose por ella: «La forma de que se perpetúen y sobrevivan los auténticos nombres, los lugares especiales o importantes, es que haya memoria sobre ellos e interés para seguir legándola. Si perdemos la toponimia, perdemos un mapa del monte sumamente descriptivo. Un trozo de la cultura montañera que amplia mucho los horizontes» recalca, poniendo su historia personal como ejemplo perfecto de la satisfacción que otorga esa amplitud de miras.
Así con todo, se molesta al extremo: primero, antes de salir de casa. Junto con su colega de andanzas, Alejandro Zuazua, visionan a través de aplicaciones de fotografías aéreas la zona a caminar, marcando los puntos que pueden ser interesantes o les llaman la atención por sus relieves. Luego, ya sobre el terreno, empiezan el peregrinaje, localizando zonas de agua, majadas perdidas, piedras enterradas, ruinas de cabañas, pasos, senderos, crestas… Van con un ordenador, para georreferenciar sobre el terreno e ir rellenando huecos vacíos en los mapas oficiales. Y además, van con afán antropológico, buscando a los habitantes más viejos u oriundos del sitio para encontrar la verdadera historia y los verdaderos nombres del lugar visitado.
«Una ruta lineal, de 5 o 6 horas, a nosotros nos puede llevar el doble de tiempo: gastamos mucho en dar vueltas y pararnos a charlar con ganaderos y gentes. Ellos son imprescindibles en nuestro trabajo y les estamos profundamente agradecidos. Luego, ya en casa, vamos rellenando waypoints o incluso seguimos la investigación, tirando de contactos que conseguimos ahí fuera o de expertos en toponimia, como Xulio Concepción. Después, toca montar la ruta: escoger las fotos, escribir y describir, añadir los mapas… Es una forma distinta de hacer montaña que disfrutamos mucho pero que también esperamos que sea un conservante de la toponimia, las esencias y los rincones montañeros», afirma
Por lo pronto, un sinfín de zonas de la comarca asturiana (y alguna de León) ya han sido objeto de investigación de este par de detectives montaraces que son Víctor y Alejandro. Y están disponibles para seguirlas y conocer los detalles que las conforman en esa zona digital que Víctor inauguró hace catorce años y decidió llamar 'Pindio, pindio'.
Pero hay mucho más: muchas más imágenes, apuntes, rutas, testimonios, anécdotas y trozos de mapas que no tienen tiempo para ordenar, clasificar o publicar por aquello que se dice de «tener más hierba que tenada», pero que Víctor custodia fielmente para algún día (quizás, cuando llegue la jubilación o durante unas vacaciones) poner orden y sacarlo a la luz: «Tengo tanto guardado que se podrían hacer varios libros. No lo descarto», dice riendo, asumiendo que a su trabajo de campo y a sus piernas aún les quedan muchos recorridos y que ya llegará el momento para recapitular, escribir o darle otra forma a su aventura detectivesca.
Mientras tanto, se le puede encontrar caleyando por montañas. O a través del mundo digital con sólo buscar en Google el título 'Pindio, pindio'. Sea como sea, encontrarles a él y a Alejandro es dar con un pequeño gran mapa de la orografía y la cultura asturianas, de la idiosincrasia y el carácter montañero. Hallar una forma distinta de hacer montaña que requiere conocerla más a fondo, entender sus razones y ahondar en los verdaderos nombres de los relieves que la conforman. Topar una llave, distinta y muy brillante, que ayuda a conocer el alma montaraz. Encontrar un lugar de referencia destinado a conservar y legar la historia y las historias que siempre han recorrido los montes y que forman parte de su paisaje pero, sobre todo, de su carácter.
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