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La ruta que hoy nos ocupa transita por una preciosa cuerda montañosa, la de la Trapa, que se alarga, como la espina dorsal de un dragón, desde las cimas y los verdes territorios de Ponga hasta las entrañas del Parque Natural de Redes. Nuestro objetivo pasa por conquistar no una, sino dos cumbres, asomadas a la Cordillera, a la collada de Arniciu y a los profundos valles de Tanes y Miraoriu.
Para caminarla, seguiremos las trazas bien marcadas de un camino ganadero con forma de pista que nace en las orillas mismas del embalse de Tanes y asciende, atravesando brañas, cabañas y fuentes, hasta una collada que hace de acceso a dos picos ubicados en el mismo cordal: La Trapa y el Busllar, también llamados Muezca y Tejeira (respectivamente), cotas por encima de los 1100 metros que son nuestro destino senderista y nos harán de estupendo balcón a toda la belleza del Parque Natural de Redes y de todos los valles y montañas que lo rodean.
La excursión es circular y sencilla, de dificultad moderada, con subidas constantes y suaves que en algunos puntos se entornan más verticalmente. No obstante, se deja querer sin enormes esfuerzos, elevándonos sutilmente al tiempo que se abren las panorámicas hacia todos los puntos cardinales.
Como guinda, el sendero que recorreremos pasa además por dos preciosos pueblos que lucen casonas de piedra y hórreos bien conservados. También avistaremos numerosas cabañas, perfectamente restauradas, que habitan en los collados y las brañas añadiendo un lazo de belleza al paisaje que pisamos y que nos interna, de forma hogareña y acogedora, en los parajes que envuelven la zona de Casu y todo el inmenso territorio que abarca el Parque Natural de Redes
Tipo de ruta: Circular
Distancia: 15 kilómetros (aprox)
Tiempo aproximado: 6 horas
Altitud máxima: 1228 metros
Desnivel aproximado: 860 metros
Dificultad: Moderada
Para comenzar a caminar, debemos acercarnos hasta el concejo de Caso y, allí, ubicarnos en Tanes, precioso pueblo enclavado en una ladera sobre el embalse homónimo al que llegamos por la carretera que lleva al puerto de Tarna (AS-117). Una vez allí, dejamos el vehículo en las inmediaciones de la colegiata de Santa María la Real, enclavada en la orilla misma del embalse, digna de conocer por su belleza y tranquilidad y comunicada con el pueblo por un camino peatonal que cogemos y andamos cómodamente.
Cruzando hacia arriba el pueblo de Tanes, maravillándonos con sus casonas de enormes corredores y piedras labradas antiguas, echamos a andar cogiendo una pista ascendente desde la que se observa el bello paisaje del pueblo, que refleja sus tejados en las tranquilas aguas estancadas y se alza suspendido sobre una pequeña ladera que sumerge los pies en el embalse.
El camino, asfaltado y ancho, asciende recto primero para, después, empezar a hacer marcadas zetas sin dejar de subir, dirección a las colladas ganaderas que reinan en las alturas. Sin abandonar la pista, recorremos unos 3 kilómetros antes de conquistar el collado Puiciellu, divisoria entre los valles de Tanes y Miraoriu y alfombra del pico la Escrita.
Desde este bello collado, contemplando majestuosos picos como La Senda, Cascayón, Peña Ten o peña el Viento, nuestro siguiente destino es otra collada: la de Llimazaques, a la que se llega enseguida avanzando por la misma pista que nos elevó hasta aquí. En ella, encontramos una buena muestra de cabañas reconvertidas en casas y vistas de las montañas cada vez más amplias, mientras que el camino se extiende, sin prisa, sin pausa y sin pérdida, hasta otra collada ligeramente más alta.
El camino que nos lleva, asfaltado en sus primeros kilómetros, va reconvirtiéndose en sendero ancho y terroso a medida que ascendemos y, finalmente, conquista la collada Espines, pequeña y elevada, bellísima, salpicada también de preciosas y cuidadas cabañas. En este lugar decimos adiós a la pista, que ahora se convierte de forma definitiva en sendero para empezar a atravesar praderías amplias, esquivando con giros de serpiente las zonas de matorral y llevándonos, en subida cómoda pero constante, hasta las inmediaciones falderas del pico La Trapa.
Alcanzar la primera de nuestras cimas no tiene excesivas complicaciones: desde la collada Espines, las laderas y las camperas escalonadas nos van acercando a ella progresivamente por caminos marcados en la hierba que se dejan ver de forma clara. Sin apenas darnos cuenta, conquistando un terrero empinado y herboso que avanza sin dificultades, veremos a lo lejos su cima, plana, bastante extensa y marcada con un vértice que señala el punto más alto de esta enorme loma a la que llaman Muezca o Trapa.
Desde sus alturas, además de los extensos paisajes verdes que acaban en la Cordillera, contemplamos también la segunda de las cumbres del día, el pico Busllar, que luce allá en el horizonte tras una amplia collada que también se llama Trapa y que debemos pisar ahora, tras nuestro descenso, para recorrerla entera en dirección este buscando las laderas del siguiente destino cimero.
Desde la collada la Trapa hasta el Busllar nos separa algo más de un kilómetro y medio de distancia, atravesando el terreno en ligera subida y siguiendo senderos marcados que juegan a esquivar los matorrales.
Enseguida lo vemos cerca, siguiendo la traza elevada que lleva hasta sus aposentos. Impresiona su cumbre, muy distinta de la anterior, que luce paredones verticales y alterna capas de grandes piedras caprichosamente erguidas en dirección hacia el cielo.
Para alcanzar su base, atravesamos varios collados pequeños y vaguadas de hierba que ascienden en su dirección como enormes lenguas verdes, dejándonos a sus pies mismos.
Para conquistarlo, seguimos marcas de colores que hacen de guía y van ascendiendo en diagonal, siempre en dirección a la cumbrera, rodeando la falda del pico.
Tras un tramo de ascenso, el camino da un giro y enfila hacia la cumbre cambiando la dirección para abrirse paso a través de un terreno cada vez más pedregoso que, de cerca, no es tan vertical como parecía en la distancia. En la subida, contemplamos pequeños bosques de hayas que cuelgan por sus laderas, así como caprichosos y rectangulares marcos de piedra caliza, diseñados por las lluvias y los procesos de disolución, pero que parecen hechos adrede para ensalzar el paisaje hacia el sur, en el que la Cordillera presume de belleza y el pico Torres destaca. Abajo, el enorme embalse de Tanes se ve ahora pequeño, y el camino que nos trajo parece una raya de tierra serpenteante que juega al escondite con la vegetación imperante.
El tramo final es el más duro pero, a la vez, singular y entretenido. Finalmente, tras superar un pequeño collado al que llaman Cuitu Negru, se avista por fin la cima del Busllar, abierta y curvada, en la que destaca una cruz de formas redondeadas. Las vistas hacia la Cordillera reinan en el horizonte visual, abierto a un montón de sierras y cadenas montañosas de renombre.
A nuestros pies, la collada de Arniciu, siempre bella y siempre regada por los vientos fríos que emanan del Tiatordos . También el cordal de Ponga y de Casu, el del Retriñon, la Sierra del Aramo, la sierra de la Canalina…
Para regresar, descendemos de nuevo al collado la Trapa, por el mismo camino que nos elevó hasta la cumbre del Busllar. Una vez alcancemos el citado collado, nos despedimos de nuestras dos cimas y cogemos una pista que sale a mano derecha y señala dirección hacia el pueblo de Abantros.
La bajada es cómoda, con algunas zonas fuertemente inclinadas, y nos lleva sinuosa, entre paisaje de bosque y praderías, hasta la collada de Bustiello, donde abandonamos la pista para coger un camino (atajo) que parte al lado de una cabaña y continua bajando dirección Abantros, precioso pueblo con cuidadas construcciones de piedra y varios hórreos que merece la pena explorar con una vuelta.
Desde aquí, toca salir a la carretera para, al poco, cruzarla para coger un nuevo sendero peatonal adornado de señales que nos van indicando la dirección para volver a Tanes y a la Colegiata en la que dejamos el coche.
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