

Secciones
Servicios
Destacamos
Nuestra ruta de hoy no es una ruta cualquiera: vamos a ascender una gran montaña, una peña mítica, de enorme belleza y singular forma, igualada (casi) en altura con otras míticas como Peña Santa o Urriellu, reina indiscutible del segundo macizo montañoso más grande de la región asturiana, techo del concejo de Lena y accesible, aunque también peligrosa: Peña Ubiña, la peña albina, de 2417m de altitud. Una de las niñas bonitas del horizonte pedregoso, glaciar y kárstico, que es la Cordillera Cantábrica.
Tipo de ruta: Ida y vuelta
Distancia: 12,29 kilómetros
Dificultad: Moderada
Tiempo: 5-6 horas (aprox.)
Desnivel: 1166 metros
Gaspar Melchor de Jovellanos dijo de ella que se creía la más alta de España y que podía verse desde Segovia. Exageraba, sí, pero lo cierto es que peña Ubiña destaca en la perspectiva. Y como gusta de vestirse de blanco y nieve (de ahí su nombre, derivado del latín Albinus) de ella Jovellanos también contaba que los marineros de Cudillero la usaban como faro, para que los guiara en la vuelta a casa. Además, generaciones enteras de pastores trashumantes, desde Extremadura a León, la utilizaban también como guía y la tenían siempre como protagonista de leyendas, enseñanzas y recuerdos.
Desde luego, se trata de una peña especial. Un mirador privilegiado, de gran altura, al que se llega sin necesidad de usar cuerdas ni superar enormes pasos aéreos. Además, el sendero que lleva a ella (con parada imprescindible en el popular refugio del valle del Meicín y lleno de largas cuestas) es tan bello, mágico y especial como el destino al que lleva.
Nos vamos, pues, a Peña Ubiña: a disfrutar de una gran alta montaña de esas que dejan huella, agujetas, buenos recuerdos y panorámicas de cine.
Comenzamos a andar hacia Peña Ubiña desde la localidad de Tuiza de Arriba (Lena), donde hay habilitado espacio suficiente para dejar el coche y donde, además, podemos visitar el centro de recepción de visitantes del Parque Natural de las Ubiñas.
Desde Tuiza, bien señalizado desde el inicio, cogemos el sendero de verano que lleva a la vega y al refugio del Meicin, ubicados ambos a 1527 metros de altitud, en los dedos de los pies de Peña Ubiña.
El camino -de piedras gastadas por aguas, nieves y pasos- es empinado desde el inicio y discurre, serpenteante, entre verdes praderías, ascendiendo sin descanso y con la Peña Ubiña mostrándose en el horizonte, ejerciendo de faro para los montañeros igual que lo fuera para pastores y marineros en tiempos no muy lejanos.
Se trata de un sendero agradable, no muy largo, sin posibilidad de pérdida y abundantes indicaciones para llegar al refugio, pero también bastante duro por las exigentes cuestas que lo caracterizan: no debemos olvidar que estamos aproximándonos a una alta montaña y el desnivel a salvar desde Tuiza de Arriba (a 1223m) es de más de 1000 metros.
Tras unos 2 kilómetros largos de caminata, llegamos al refugio y a la vega del Meicín, un lugar de impresionante belleza a los pies mismos de Peña Ubiña, a la que vemos ya muy cercana a pesar de que, hasta su base y su punto más alto (a 2417m), queda aún largo trecho.
La vega del Meicín y el refugio que en ella se asienta (regentado por la guardesa Tania Plaza, primera mujer en ser guarda de un refugio de alta montaña, gran conocedora de las Ubiñas y estupenda cocinera de platos tradicionales y contundentes) es un sitio estupendo para descansar y para otear el camino hasta nuestro siguiente «puerto», visible tras una lengua verde salpicada de rocas que asciende, partiendo de esta misma vega, y acaba en el alto Terreos, frontera natural entre Peña Ubiña y peña Cerreos, a la derecha y a la izquierda –respectivamente-.
Toca emprender marcha de nuevo: dejando atrás el refugio, ascendemos con cautela y esfuerzo la ladera verde que nos lleva hasta Terreos. A esta empinada cuesta la llaman la ladera del Forquéu y es una escalera imprescindible para alcanzar la base de Peña Ubiña.
Una vez en el alto, con estupendas vistas como recompensa, cruzamos una portilla (que volvemos a dejar cerrada) y atravesamos un enorme pedrero bajo los murallones de Peña Ubiña: son los últimos metros para alcanzar, por fin, la base de Peña Ubiña y el terreno, ahora, intercala pradería con mucha piedra. Al fondo, más allá de la base de la montaña que hoy tenemos como destino, percibimos el trazado del camino que sube hasta la cima.
Alcanzada la base, el sendero asciende vertiginoso y empinado, sin piedad para el caminante: este tramo es duro y transita en su inicio por un suelo verde que, poco a poco, va convirtiéndose en roca y piedra. No es necesario el uso de cuerdas ni tampoco hay pasos aéreos complicados: se trata de avanzar por el sendero, a modo cabra y con mucha precaución, apoyando las manos en algún tramo, siguiendo los jitos, las señales de pintura y el camino dibujado por los miles de montañeros que –hoy y durante decenas de años-nos precedieron en esta ascensión.
La arista de esta hermosa mole que es Peña Ubiña será la meta de esta fuerte subida, que termina casi en la cumbre misma: sólo nos resta caminar unos pocos metros más, por terreno igual de pedregoso pero ya casi llano- o, al menos, no tan pendiente-, hasta llegar al lugar marcado como cima.
Hemos conquistado la montaña más alta del centro de Asturias y del macizo de las Ubiñas (aunque haya cierta discusión sobre si son más altos los Fontanes), así como una de las cumbres más queridas y caminadas de la Cordillera Cantábrica. Estamos a 2417m de altitud, asomados a un balcón de piedra privilegiado en el centro mismo de la región. Asomados a la punta de aquel inmenso faro blanco que los pixuetos utilizaban como guía para su regreso a puerto.
Para regresar a Tuiza de arriba (lugar del que partimos y en el que habíamos dejado el coche) acometeremos la bajada por el mismo camino que nos trajo, con mucha precaución para evitar los accidentes.
Y así, paso a paso, el regreso va dejando la preciosa cima de Peña Ubiña a nuestra espalda, cada vez más lejana. No obstante, hay algo en esta peña que se queda dentro para siempre y las ganas de volver, a disfrutar de los privilegios y emociones que regalan las guapas y altas montañas como esta, queda tatuado para siempre en el interior del caminante.
(gracias a Merce, Elisa, Jose, Vitorin y Lau por este «paseo» hasta Peña Ubiña)
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.