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La fauna, la mitología o las gentes del lugar están muy presentes en esta senda, representadas con tallas de madera y esculturas en piedra que se van apareciendo por los recodos boscosos.
Un paseo por la senda del Valle Invisible
LLANES

Un paseo por la senda del Valle Invisible

En la localidad llanisca de San Roque del Acebal existe un circuito, sencillo y encantador, perfecto para perderse en una guapa caminata

Jueves, 7 de diciembre 2023, 19:36

Hay caminos muy pequeños, solitarios y apartados, que resultan enormes por las pequeñas grandezas que los componen. Senderos discretos, diseñados y cuidados por vecinos, que esconden multitud de rincones cargados de esa identidad asturiana y esa tranquilidad montuna que –combinadas- conforman un circuito perfecto.

El bosque acapara mucho protagonismo en la senda del Valle Invisible, que discurre por la espesura uniendo barrios de San Roque del Acebal M.LL

Este es el caso de la senda que ocupa estas líneas, la del Valle Invisible, un circuito senderista ubicado en San Roque del Acebal (Llanes) que discurre por los distintos barrios de esta localidad. Lo hace deambulando por el entorno, adentrándose por el bosque y descubriendo entre la floresta diversos «tesoros»: dos cuevas, lavaderos, fuentes, molinos, una cascada, tallas de madera, esculturas de piedra, fragmentos de cultura y literatura, vetustos puentes de piedra, capillas del tamaño de un horno para hacer pan… todo ello se esconde, al alcance de la vista y con sólo seguir la dirección de las flechas marcadas, en este sendero llanisco.

Datos de la ruta

  • Tipo de ruta: Circular

  • Dificultad: fácil

  • Distancia aproximada: 13 km

  • Tiempo aproximado: 3h30 horas (aprox)

  • Desnivel: 82 metros

La historia de esta senda tiene mucho de romántico, de apego al terruño natal: los vecinos de San Roque querían promocionar el sitio, dar a conocer el precioso paisaje que rodea sus casas, poner en valor una zona ligeramente olvidada y algo asediada por el crecimiento industrial del lugar y las enormes carreteras que lo dejaron sitiado. Así que diseñaron y limpiaron el lugar para crear un paseo, de 12 km de longitud, apto para todos los públicos y sin apenas desnivel, que recorre ese sitio que ellos tanto aman por recodos escondidos, conectando los distintos barrios del pueblo a través de la espesura.

Además, conscientes de que las palabras no se las puede llevar el viento, los pobladores de San Roque tuvieron a bien poner en valor, a lo largo de todo el trayecto, la obra de uno de sus vecinos: Miguel Ángel Galguera, escritor oriundo de San Roque, que dejó constancia en su obra de las costumbres, el carácter, la belleza y las peculiaridades de esta zona de Llanes. Y, para rematar, multitud de paneles informativos sobre lo que se observa en el camino, así como fotos antiguas e incluso arte en madera y piedra, completan el recorrido.

Los molinos, las fuentes, los puentes de piedra y los lavaderos también abundan en la senda del Valle Invisible, bien abundante en aguas M.LL

Así, en la Senda del Valle Invisible se dan la mano muchas cosas de interés: paisaje, naturaleza, historia, mitología, arte, vecindad… todo ello bien cuidado, bien a mano, insertado sobre un cómodo circuito- apto para cualquier caminante- que resulta enormemente bello y encantador: una delicia de caminata impregnada de magia, de las que (sin presumir de ello) dejan muy buen sabor de boca.

Diferentes extractos del libro «El Valle Invisible», de M.Ángel Galguera, dan contenido al recorrido por los barrios de San Roque del Acebal

Cruzando la carretera, se empieza ya la ruta caminando por un sendero ancho que avanza entre huertos y fincas, pintado con flechas azules. Siguiendo las marcas, se cruza el barrio de Cañamal, primero de muchos de los que se van a visitar y puerta de entrada a la senda del Valle Invisible, en el llanisco valle de Mijares.

Los paneles indicativos y descriptivos abundan, ayudando a seguir la ruta de manera correcta y a aprender la cultura, costumbres o toponimia de la zona M.LL

Enseguida, la arboleda aumenta y el camino se estrecha, encontrando una invitación para abandonarlo durante un instante y conocer el primer recodo con magia de este circuito: la Fuente del Casar, un manantial canalizado que forma una pequeña y coqueta laguna de agua corriente. Junto a ella, bajo los árboles que dan sombra al redondo sitio, hay una preciosa escultura en madera que representa una loba con lobeznos.

Los escultores Toño Rios y Toño Llorente, destacados artistas de San Roque, son los autores de las distintas figuras que se encuentran durante todo el recorrido M.LL

Tras la visita al Casar, se regresa al camino principal para recorrer un tramo serpenteante que nos adentra en la Somada, lugar húmedo, profundo y boscoso. Por aquí fluye el Cagalin, un pequeño río que desaparece, perdiéndose en una cueva, después de impulsar un molino de agua del que sólo quedan restos. Continuando el avance, sin mucho esfuerzo, el recorrido conduce ahora hacia uno de los monumentos naturales más bellos de esta senda: la cueva de la Collubina.

Para llegar a ella se toma un apéndice estrecho del sendero, que desciende entre arboleda y va a dar a las puertas mismas de la cavidad, una maravilla repleta de estalactitas, estalacmitas, temperatura propia y un silencio de catedral hipnótico y cerrado.

Cueva de la Collubina M.LL
Imagen principal - Cueva de la Collubina
Imagen secundaria 1 - Cueva de la Collubina
Imagen secundaria 2 - Cueva de la Collubina

Siguiendo camino, con el bosque siempre como protagonista, diferentes tallas de madera adornan la caminata, representando la fauna del lugar. Una familia de raposos marca la traza a seguir que, enseguida, va a dar a otro barrio de San Roque, el del Cuetu, un lugar en el que la senda del valle invisible entronca durante unos metros con el camino de Santiago.

Una discreta y cuidada talla de madera representando una familia de zorros marca la línea de ruta tras abandonar la zona de la Collubina M.LL

En este punto, el sendero transita entre casas y luego sitúa al caminante al pie de la carretera, por la que toca seguir unos metros, rumbo izquierda, para salirse al poco por un desvío marcado que tiene nombre propio: la caleya de las Ánimas.

Es un sendero ancho, bien marcado por filas de fresnos y verdes praderas. Y justo en su inicio luce una de las curiosidades que los vecinos quisieron poner en valor: una pequeña capilla antigua, tan pequeña que parece un horno de piedra en el camino, con una leyenda inscrita que invita a depositar limosna (monedas, frutos, piedras…) para gozar de suerte en el resto del trayecto.

Capilla y caleya de las ánimas M.LL

Tras la parada en capilla, el sendero avanza cruzando un túnel y, luego de nuevo, la carretera, abandonando la caleya de las ánimas para adentrarse, otra vez, en una amplia zona de bosque en la que los eucaliptos dominan.

Este tramo resulta confuso: algunas de las señales están deterioradas y el sendero se pierde por tramos abiertos de bosque con ganado. Lo que hay que hacer es avanzar, hasta ver un caserío, escorándose a la izquierda antes de llegar a él para empezar a subir hacia los altos del sitio.

Zona de eucaliptos en la que se coge un desvío para subir un tramo, el único con pendiente de toda la ruta M.LL

Esta es la parte con más subida de la senda: un tramo muy corto, pero empinado, que se engola para mirar el valle y vuelve a bajar inmediata, encontrándose con una riega de agua generosa que, siguiéndola, lleva a conocer las ruinas de dos molinos de piedra.

Y aunque de aquellos molinos tan necesarios sólo queden rescoldos, los vecinos de San Roque se han preocupado por mostrarlos, adornándolos incluso de paneles que explican su funcionamiento y la importancia que tuvieron.

Siguiendo el curso de la riega, el camino pasa por delante de varias ruinas de molinos que -en su día- fueron muy importantes en esta zona M.LL

Luego, se sigue por bosque, encontrando tallas de madera en homenaje a la fauna e incluso una preciosa fuente (la de Rugarcia) cuya agua fluye del suelo formando pequeños remolinos con burbujas, o un puente de piedras viejas, señalado como lugar de interés, que invita a sentarse en sus bordes y aspirar la tranquilidad del lugar, apestado de magia añeja.

Zona de La Puentuca, donde un pequeño puente de piedra luce en medio del bosque M.LL

Siguiendo senda, se da a parar al barrio de El Cantón, un lugar que luce un buen lavadero restaurado, mesas de madera para comer y descansar, un mapa con el itinerario restante y una escultura en honor a los campesinos del lugar. Desde aquí, el sendero avanza volviendo a introducirse en la espesura, pasando por la Cuerre Santiago y la Vallella, ya decidido y enfocado en busca de la riega del Toyu.

La Vallella, ya inundada del ruido de las aguas del Toyu, que desciende veloz por esta zona M.LL

Este tramo es especialmente bello: un recorrido bosque a través saltando el cauce del agua, que fluye en dirección opuesta. Las tallas de madera adornan un paisaje ya de por sí acogedor mientras el sendero sube ligeramente para encontrar una cascada, la del Toyu, adornada con la figura en piedra de una pequeña xana asturiana.

Salto de agua y figura de Xana en piedra en el arroyo del Toyu M.LL

Dejando atrás la cascada, el camino continúa por el bosque, trazando un semicírculo agradable que se escora a mano derecha para poner ya dirección de regreso.

Imagen principal - Un paseo por la senda del Valle Invisible
Imagen secundaria 1 - Un paseo por la senda del Valle Invisible
Imagen secundaria 2 - Un paseo por la senda del Valle Invisible

Entre tanto, más tallas de madera (osos, lobos, una mujer con un cesto lleno de flores…) y más caminos por la espesura hasta alcanzar el lavadero de Covielles, en el que el sendero se vuelve asfaltado y camina ya entre casas, pasando por la iglesia del sitio y regresando, tranquilo, al punto de partida de la ruta, junto a la gasolinera, donde se pone fin a este agradable, sorprendente y cuidado recorrido por los recodos del valle invisible (o valle de Mijares), en San Roque del Acebal.

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