
Rutas de senderismo en Asturias - Ribadesella
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Rutas de senderismo en Asturias - Ribadesella
Un paseo por los Acantilados del InfiernuEn la zona oriental de Asturias, en el concejo de Ribadesella, hay una línea de costa llena de ariscos y afilados acantilados conocida como los Acantilados del Infiernu.
El lugar, más que un paisaje, es todo un espectáculo: un recorrido por una especie de galería escultórica natural, esculpida por el vaivén del mar –golpe a golpe- con azarosa maestría.
Para conocer bien este sitio, lo mejor es pasearlo, dibujando con pasos una estría por el borde abierto de los salvajes acantilados. No hay pérdida: se trata de deambular, hacia delante, por un terreno amplio, alfombrados de hierba y repleto de balcones naturales desde los que disfrutar de las caprichosas formas exhibidas por los declives, los islotes y los arcos de roca.
La senda que aquí se recomienda está marcada con indicadores de color azul, no contiene dificultad ninguna y concluye en Guadamía, muy cerca de la playa homónima y con magníficas vistas hacia los Bufones de Pría. Eso sí, conviene poner precaución, llevando los bolsillos cargados de sentido común para no asomarse en exceso o para mirar dónde se pisa, así como para respetar un entorno que es toda una joya paisajística única e inolvidable.
Tipo de ruta: Lineal(ida y vuelta por el mismo trayecto)
Dificultad: Fácil
Distancia aproximada: 10 km
Tiempo aproximado: 2-3 horas
Desnivel aproximado: 200 m
Muy cerca de la guapa villa de Ribadesella, encontramos el área recreativa del Infiernu (lugar en el que comienza este paseo). Para llegar a ella hay que tomar la carretera AS-263 (a casi 2 kilómetros de la capital del concejo) entre el campo de fútbol de Orellana y el desvío a Collera. La carretera conduce a cruzar las vías del tren y pone delante claras señales para alcanzar el lugar. Muy cerca de aquí está también la zona de Arra, un sitio clave en la historia geológica de Asturias que se puede visitar una vez concluida la ruta.
Aparcando en el área, se distingue clara una senda que se abre, bifurcándose en pequeños senderos que avanzan en paralelo al mar: sólo hay que escoger el que más nos guste y andar, serpenteando y disfrutando con el panorama marítimo reinante.
Tras –aproximadamente- dos kilómetros de caminata se alcanza una zona señera: el islote de Paluverde, un enorme farallón de roca desprendido y moldeado por la erosión del agua; toda una escultura natural que impresiona no sólo por su forma sino también por la cantidad de aves marinas que la pueblan , impregnando de escandalosos graznidos y vuelos kamikazes el ambiente costero. Un espectáculo.
Siguiendo ruta, se continúa avanzando a través de los estrechos y siseantes senderos, sin pérdida ni dificultad. Al cabo de unos 2 kilómetros más se alcanzará la zona de la ensenada de Oliencu, un islote con un arco suspendido sobre el mar que resulta impresionante.
Desde este punto, contemplamos el pico Pienzu (techo de la sierra del Sueve y uno de los montes con más altura y cercanía al mar de Europa). También, bellísima, se vislumbra Lastres, bañada de luces y vapor de salitre. Y aunque sabemos que el capricho y el azar son los responsables de esta estructura, se diría que está hecha con intención, para enmarcar el horizonte paisajístico que se ve desde ella.
Sin dejar de maravillarnos con el terreno y sus formas, se sigue avanzando -un trecho más- acantilados adelante, alternando subes y bajas moderados durante un kilómetro aproximado de pasos. De esta forma, se alcanza Pozu Tuerba, tallado a base de milenios de tormentas y golpes de mar. Un lugar singular que ya es una de las últimas esculturas a contemplar, antes de llegar al punto final de la ruta.
Avanzando un poco más se alcanza finalmente Castruarenes, lugar en el que encontramos el área recreativa de Guadamía, así como los acantilados y la playa del mismo nombre. Desde lo alto, las vistas hacia el arenal son espléndidas y –con marea baja y buen tiempo- esta playa resulta un sitio genial para un descanso largo, mojar los pies o un baño. Además, la panorámica al mar resulta estupenda: con extraordinarias vistas a la costa de Llanes y los perfiles jurásicos riosellanos. Al fondo, se levanta imponente la sierra del Cuera y, muy cerca, se contemplan los famosos bufones de Pría, bramando y lanzando al cielo columnas de agua salada helada.
Tras el placentero y obligado descanso en este idílico e impresionante lugar, todo lo que queda es retomar los pasos, volviendo a andar los acantilados en sentido contrario para regresar a la zona de los Acantilados del Infierno.
Una vez en ellos, está la opción de acercarse hasta la zona de Arra, lugar de fragosos acantilados y punto geológico de mucha importancia para comprender el origen de Asturias y de la Cordillera Cantábrica. Los geólogos han determinado que este sitio explica la evolución de la falla de Ribadesella, una fractura de 10 kilómetros de longitud que surgió hace 33 millones de años y fue el inicio del peculiar paisaje montañoso de Asturias.
Desde Arra, es fácil contemplar esa fractura: el acantilado sobre el que pisamos se transforma súbitamente, pasando de formaciones bajas con pastizales (al oeste) a una costa alta y abrupta que sigue hacia el Este, con los Acantilados del Infierno –que acabamos de recorrer- en primer plano. Una gozada de ruta.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Álvaro Soto | Madrid
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