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En muchas culturas, las arañas se relacionan con la sabiduría interior, con el poder personal y con la comunicación. Su paciencia y discreción a la hora de tejer geométricos y resistentes diseños de redes las convierte en un símbolo de fortaleza y creatividad y, por ello, respetar su labor y cuidarla (sin derribarla a escobazos) se considera un talismán para atraer buenas noticias, fortuna y abundancia.
Ciertas o no estas creencias, lo que sí es cierto es que este significado místico atribuido a la tropa arácnida encaja a la perfección con el espíritu y esencia de la Muyerada, un club deportivo de montaña integrado por más de un centenar de mujeres que –como pequeñas arañas- han ido tejiendo una enorme red llena de pequeñas esferas. Una red resistente y bella que no sólo es un lugar seguro sino que además -gracias al cuidado, al cariño y al respeto que la rodea- se ha convertido en todo un amuleto que otorga fuerza para empoderar a mujeres en el (aun) masculinizado mundo de la montaña.
Todo comenzó allá por 2018, cuando un grupo de amigas aficionadas a los deportes de montaña decide crear un chat de Whatsapp para organizar salidas y actividades juntas. «Fuimos creciendo en número sin pretenderlo. Las experiencias que nos apetecía vivir en la montaña nos hacían buscarnos. Siempre aparecía alguien, amiga de alguien, que quería sumarse al grupo. Y funcionaba. Podía haber sido raro o un fracaso pero no, el ambiente que surgió fue estupendo: de respeto, no competitivo, enriquecedor… Juntas sumábamos. Había acogida, buenas ideas, autonomía, compañerismo… Habíamos creado un espacio libre y seguro, libre de juicios y prejuicios. Uno que no habíamos encontrado antes y que, como nosotras, muchas otras buscaban: así nació la Muyerada… » cuenta Inés Rodríguez, responsable de formación de este club y una de las primeras que formó parte de este singular y montañero arrejunte mujeril.
«A partir de ahí nos constituimos como club deportivo y la cosa siguió creciendo: cada una de las mujeres que entraba sumaba con ideas y propuestas, y corroboraba con su experiencia que la montaña aún es un lugar muy masculinizado y con un excesivo paternalismo que nos incomodaba y achicaba en muchos aspectos. Nuestro objetivo al montar el club fue apoyarnos unas a otras y hacer Red pero también, de paso, mostrar que si nos unimos podemos eliminar ese sesgo machista o masculinizado que aún pesa, en los deportes de montaña y en muchos otros lugares».
Así que, dicho y hecho, la Muyerada se puso en marcha, avanzando naturalmente en su labor: escalada, deportes de invierno, senderismo, barrancos, travesías largas… pero también cursos y formaciones. De orientación, primeros auxilios, yoga, medio ambiente, nutrición deportiva, seguridad… todo aquello que sume a una mayor autonomía y confianza de la mujer en la montaña cabe dentro de este club.
«Lo mejor de todo es la energía que se crea y cómo el grupo mueve al grupo. Al final, la Muyerada es como una red grande que acoge pequeñas redes autónomas y variadas con un corazón común que late en favor de dar espacio y voz a las mujeres en la montaña, proporcionando herramientas y recursos para su autonomía y para que ese espacio sea cada vez mayor. No se trata sólo de salir de monte o quedar para escalar -que también) hay un trasfondo sentido, emocional, luchador y reivindicativo que nos une y genera muchas cosas buenas dentro del club».
Una red. Esa es la palabra que más repite Inés durante la charla. La Muyerada es red. Una que crece y que,a base de ser respetada y cuidada ha dado lugar a la suerte, la abundancia y la fortuna, conformando todo un mundo en femenino alrededor de los deportes de montaña que abarca un prolífico calendario de actividades e iniciativas variadas.
«No sólo quedamos para hacer deporte o para formarnos y ganar experiencia en la práctica montañera, nos juntamos para encontrarnos, para ser más, para educar, para aprender, para concienciar, para dar fuerza a las que empiezan y para sostenernos. Por ejemplo, dentro del club existe un grupo llamado «mamás araña», de mamis escaladoras; y acaba de crearse otro llamado «Madrinas» destinado a que las socias con más experiencia en la escalada acompañen a otras que se están iniciando en ese deporte y necesiten sentirse seguras. Así funciona nuestra red. Y nos parece muy especial. El acompañamiento emocional que surge es muy bonito y demuestra que las mujeres vivimos la montaña de otra forma y, aunque también nos guste competir y ganar, nos acercamos a ella de una manera distinta, con otros objetivos», remarca Inés, profundamente orgullosa de la energía femenina, cada vez más fuerte, que sostiene a este club.
Entre sus próximas actividades, el próximo sábado día 11 se van a celebrar el Día de la Mujer en el monte. Lo harán dando voz a las pioneras, caminando en comuna y juntándose en los altos cimeros para seguir tejiendo su tela: «Tenemos programada una ascensión a la Pica´l Jierru y una charla-coloquio en el refugio de Andara para recordar la figura de Rosario de Acuña, una pionera (también en la montaña) que dejó constancia escrita de sus ascensiones y es todo un ejemplo de superación».
Además, el resto de marzo seguirán profundizando en conocimientos teórico-prácticos sobre orientación, quedarán para salir de monte y seguirán preparando actividades para el día del Libro (en abril), charlas en colegios, un curso de escalada deportiva… y hasta un proyecto estival que las llevará hasta los Pirineos en el mes de julio o el IV Encuentro de Mujeres Escaladoras, que celebrarán en septiembre con multitud de propuestas y que se está convirtiendo en una cita referencia dentro y fuera del Principado.
Entre medias, salidas montañeras de todos los niveles cada mes, formaciones de todo tipo, intercambio de experiencias, risas, descubrimientos, cumbres, cursos, sensibilización ambiental, empatía, aprendizaje… y, sobre todo, muchas mujeres con mucho que decir, que aportar y que reivindicar para conseguir que el género femenino disfrute ahí arriba, en las montañas, de autonomía, igualdad efectiva, seguridad, fuerza y confianza. Mujeres, al fin y al cabo, derribando barreras juntas y construyendo espacios nuevos alejados de esa idea rancia y anticuada de que la montaña -tan femenina, variada y sensible- es territorio de hombres.
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