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FRAN GAYO
GIJÓN.
Miércoles, 3 de noviembre 2021, 01:09
La segunda jornada de la Semana Internacional de Montaña de Gijón tuvo como gran protagonista a Denís Urubko (1973, Nevinnomyssk, Rusia), uno de los alpinistas vivos más reputados. En su momento, fue la decimoquinta persona en ascender los 14 ochomiles, logro que consiguió en ... tan solo 9 años, y la octava en hacerlo sin el uso del oxígeno. Ganador del Piolet de Oro en el 2010, siempre ha sido un especialista en crear nuevas vías, en buscar nuevas rutas que le hagan disfrutar de la montaña.
Sin duda, alguna el alpinista nacido en Rusia, aunque también posee nacionalidad polaca, es una de las estrellas de esta edición de la Semana Internacional de Montaña de Gijón. Denís Urubko está orgulloso de haber sido invitado a uno de los certámenes más prestigiosos del montañismo. Recuerda con especial cariño su anterior visita a Asturias hace siete años: «En aquella ocasión estaba más avanzado el invierno, después de una gran nevada. Era un día muy claro, muy azul, las montañas estaban totalmente blancas, a un lado todos los bosques muy verdes y al otro el mar. Fue algo mágico».
Afirma ser una persona diferente a la de entonces. Ahora tiene un hogar donde vivir, aunque lo haga a caballo entre Italia y Granada, ciudad de la que procede su mujer, María José Cardell. Eso le permite sentirse más integrado en la forma de vida española. De hecho, chapurrea algo de español, aunque lo entiende un poco mejor de cómo lo habla, pero lo compensa con un carácter afable y muy abierto.
Desde joven comenzó a escalar en el Cáucaso. «No hay un razón para comenzar a escalar. Es imposible de entender. Se trata de un deseo muy poderoso», afirma. Para él fue una forma de alcanzar la libertad y en el momento que probó esa libertad, se enamoró de ella.
Define el alpinismo con tres palabras: «Aventura, deporte y arte». Sin embargo, asegura que nunca se planteó subir los 14 ochomiles como una meta en sí misma. Todo fue una evolución que le llevó a ir escalándolos todos hasta el último en lista, el Cho Oyu. «Hacer una ruta nueva es mucho más interesante que coleccionar cimas de 8.000 metros», asevera.
Urubko es reconocido por hacer vías nuevas. Para afrontarlas tiene que estar en excelente forma física. Eso lo consigue haciendo mucho 'running', pero nunca en plano, si no en terrenos escarpados. Después entrena técnicamente escalando pero no necesariamente una ascensión de grado máximo, prefiere repetir 10 u 11 veces un grado medio, que le permita desarrollar las habilidades de escalada.
Un alpinista de su nivel que ha realizado tantas ascensiones de riesgo se ha visto cara a cara con la muerte en varias ocasiones. «Doy por hecho que he sobrepasado el límite varias veces, ya he muerto varias veces», afirma. Por ejemplo, cuando se encontraba en la cima del Cho Oyu junto a su compañero Boris Dedeshko, ambos pensaron que era su fin. También sufrió en un par de ocasiones sendas avalanchas. A partir de ahí se siente totalmente libre, como si su vida de ahora fuera un regalo extra.
Pero en otras ocasiones la he tocado salvar a un compañero. Unas veces lo logró, en otras no pudo conseguirlo como en el 2008 cuando no pudo llegar a tiempo para intentar salvar a Iñaki Ochoa en el Anapurna. Estas situaciones límite las vive con normalidad: «No siento que esté haciendo nada especial. Es mi deber». Hace dos años aparcó el montañismo de riesgo porque necesitaba una pausa para reorganizar ciertos aspectos de su vida, pero siempre tuvo en mente regresar a las altas cimas.
En la actualidad trabaja en tres proyectos, tres sueños que le gustaría cumplir. El primero de ellos es abrir una nueva ruta en un ocho mil, meta que quiere lograr con su pareja. Además, le gustaría batir el record de ochomiles que está en poder de Juanito Oyarzabal con 26 cimas sin oxigeno. Denís a día de hoy lleva 23. Por último, también quiere hacer una ascensión invernal en una cima de 8.000 metros que nunca se ha hecho en invierno.
El alpinista ruso es el rebelde de las montañas. Su forma de ser siempre le ha llevado a ir contracorriente. Por ejemplo, cuando practicaba alpinismo en un grupo militar en Kazajistán, le decían que para hacer un ochomil tenía que ser con el estilo clásico, en grupos grandes y con oxígeno, pero él opinaba todo lo contrario y apostaba por ir más ligero, con un estilo alpino, en grupos de dos personas. El tiempo terminó dándole la razón: «A mí me gusta seguir mi verdad, por lo que no tengo reparos en ir en contra de las demás».
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