Son las diez de la mañana en Gijón y en el rocódromo Boulder Up ya hay actividad y risas: son de una chica de larga melena brillante, la avilesina Lucía Martínez, y su preparador, Gorka Santistebán, que disponen las cuerdas para comenzar a trepar. Hoy ... toca entrenamiento y eso a ella le hace sentir mariposas en la barriga. «Como el primer día», asegura feliz.
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Antes de calzarse el arnés y restregar las manos en el magnesio, Lucia hace memoria, recordando sin esfuerzos la primera vez que se encaramó a una pared con presas: fue en 2013, en un bautismo de escalada organizado por el Grupo Montañero Ensidesa. Cuenta también que, desde la primera trepada, la actividad la enganchó, que sintió casi como si tuviera alas. Y que en aquel mismo instante decidió, sin duda ninguna, que quería seguir trabajando aquel deporte de altura.
Lo que nunca se planteó Lucia es que la escalada fuera a llevarla a ningún pódium: ella sólo pensaba en la libertad inmensa que la cuerda, las presas y el avance vertical le hacían sentir por dentro; sólo quería seguir disfrutando de aquella sensación, tan limpia y tan potente; de aquella nueva perspectiva que le proporcionaban la fuerza, el esfuerzo y la altura ; sin embargo, solo una década después, y a pesar de muchos «inconvenientes» y temporadas alejada de la práctica, hoy Lucía puede presumir (aunque no lo haga) de ser campeona de España en esta disciplina; y no sólo eso: podría presumir (aunque reniegue de hacerlo) de haber conseguido ser la mejor en su categoría, de esforzarse al máximo, de no achicarse ante las dificultades y de romper barreras a pesar de que –sólo 3 años antes de aquel bautismo de escalada- tuvieron que cortarle una pierna tras un grave accidente de moto.
«Aunque comencé a escalar en 2013 no pude practicar de forma continua hasta 2020, debido a distintas operaciones, rehabilitaciones y otros achaques de salud que me obligaron a parar y tener paciencia. ¡Qué remedio! –afirma sonriendo- Lo que tuve claro desde el primer momento que escalar me hacía sentir genial y que era algo en lo que quería ahondar, sin achicarme por ser coja. Y es que sí: me faltará una pierna, pero las ganas de vivir, de experimentar y de llegar ahí dónde muchos decían que no podría … todo eso lo tengo intacto», sentencia segura, alegando que a ella, lejos de cortarla, el que le digan que no puede hacer algo le inyecta la energía para hacerlo con más ganas.
No es de ahora: desde bien pequeña Lucía destacó por dedicarse y buscar labores que –de cara a la sociedad- no eran las «apropiadas» para una mujer: sacarse el carnet de camión y de autobús, estudiar para ser técnico de construcciones metálicas, trabajar en Arcelor… son sólo algunos ejemplos que demuestran el carácter peleón y su afán de nadar contra la corriente establecida. Y aunque un accidente como el que sufrió, y la tremenda amputación que supuso aquel trance, podían haberla hundido o frenado, esa personalidad guerrillera la llevó a no parar (más que lo necesario), a seguir hurgando allá dónde se suponía que no había nada para ella y a conseguir –aparte de convertirse en campeona de paraescalada- experimentar también en sitios tan variopintos como el teatro, los idiomas, formarse para ser instructora de yoga, hacer taichi o aprender bodypaint.
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«Yo pienso que lo bonito de la vida es ponerse metas altas. Retarse constantemente. Llegar hasta ellas o no me parece irrelevante. En mi opinión es mucho más emocionante marcarse como meta un 100 y conseguir 50 que plantearse llegar a 10 y quedarse en el 9 y medio»- asevera convencida- «Y sí, me falta una pierna, tengo una prótesis y un muñón, y no fue fácil acostumbrarse a esta realidad repentina; pero soy de carácter inquieto, de mente curiosa y de perfil peleón desde siempre. Eso no me lo arrebató aquel accidente, ni la postración obligada de meses, ni la enfermedad, ni la silla de ruedas… todo lo contrario. La dificultad me hizo querer conseguir cosas que parecían aparentemente imposibles y pelearlas con muchas más ganas», zanja
Además, Lucia afirma contundente que se siente privilegiada. Que aún le quedan dos brazos y una pierna entera y, mientras aguanten, es un lujo poder usarlos. Que las que de verdad son ejemplo son las personas parapléjicas, que rompen moldes en lo deportivo, lo laboral y lo personal. Y que a ella lo de la escalada, y lo de ganar campeonatos de España, no le parece para tanto.
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También dice que el palmarés no le parece importante y que lo que más ama de esguilar por paredes es la adrenalina, la diversión y el juego de lógica que supone encontrar el camino a lo más alto de las vías. Que ha aprendido mucho de la vida desde que comenzó a escalar. Y que le parece más loable el hecho de ser independiente, caminar y apañarse sola para hacer comidas o limpiar su casa que alzarse a lo más alto de los pódiums en los Campeonatos de escalada.
Sus metas, ahora, están claras: prepararse para las competiciones que empiezan en junio.. Seguir viviendo sola, sin dependencia de nadie. Continuar haciendo su vida, la de una chica de cuarenta, sin caer en el victimismo ni en añorar aquello que perdió. Bailar, leer y escribir un poco cada día, celebrando la vida sea miércoles o sábado, y le duela o no la pierna. Superarse, sin forzarse ni miedo ninguno al fracaso. Y que quizás su lucha en la pared del rocódromo, sus ganas y su alegría, sirvan de revulsivo para que otras chicas con «dificultades» se atrevan a intentar aquello que se tilda de imposible pero –ella lo sabe bien- no lo es, para nada.
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«La discapacidad no tiene que ser un límite para nadie. La sobreprotección no ayuda en estos casos. Yo tuve mucha suerte, mucho apoyo y muchos ánimos. Pero, desde que desperté y vi mi pierna cortada, tuve claro que hay que ver el vaso medio lleno y no a la inversa;que vida hay una, y hay que exprimirla y disfrutarla. Que lo único importante es tener la conciencia tranquila y dormir bien por las noches. Y que todos tenemos historias duras detrás y está permitido estar de bajón de vez en cuando, por supuesto, pero más permitido y productivo es sobreponerse a las dificultades e intentar llegar a todas las partes soñadas: con una, ninguna o con dos piernas», asevera sin ambages.
Para rematar, remarca que sus logros no son suyos en exclusiva y que nunca hubiera conseguido andar todo lo andado tras su accidente sin los apoyos excepcionales con los que contó: «todo lo que he conseguido desde el accidente, en lo deportivo y lo personal, es mérito de la gente que ha estado a mi lado: el grupo de montaña Ensidesa, la gente del rocódromo Bulder Up, Fernando Álvarez y su mujer, Mari, que son para mi maestros; la paciencia de Gorka entrenándome y enseñándome a dosificar… y mi queridísimo grupo de Inglés de la Biblioteca del Polígono de Pumarín, en el que me siento acogida y en familia. Y donde no sólo aprendo el idioma sino también cuánto empodera el cariño, el compañerismo y el buen rollo».
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Y aunque a pesar de tener muy claro que no existen más límites que los que una misma se impone, incluso a pesar de su enorme valentía y sus primeros puestos escalando, Lucía sigue siendo una chica tímida y muy humilde que hasta hace bien poco no se había atrevido a contar su historia públicamente. Se estrenó hace cosa de un mes, en las Jornadas Montañeras de Avilés, y mucha gente la anima a repetir esa experiencia, compartiendo su vivencia y su forma de ver la vida, para que su arrojo y filosofía vital tan alegre sirvan de ejemplo e impulso a todas (y todos) los que quieren emprender alguna aventura y creen que no serán capaces:
«Muchos niños que vienen a escalar aquí se quedan flipados con la prótesis o con las bromas que hago sobre mi cojera. Siempre procuro ser cercana y natural, que vean que se puede llegar muy alto sin necesidad de tener todo a favor o dos piernas completas –dice riendo, cien por cien libre de complejo ninguno- Y aunque nunca me había planteado dar charlas ni ser ejemplo de nada, si mi experiencia sirve para animar a otras (y otros) a no achicarse, bienvenidas sean las charlas a las que me inviten», remata, demostrando que el miedo no es ningún freno para ella.
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De momento, continúa entrenando: los Campeonatos comienzan en junio y quiere disfrutarlos en plena forma. Sin embargo, sabe que lo de escalar es algo que no podrá alargar mucho tiempo y asevera –sin melancolía ninguna y con un gran brillo en los ojos- que tiene los brazos, la mente, la voluntad y la ilusión bien abiertos para emprender y enfrentarse a todos los nuevos retos y aventuras que la vida le vaya trayendo.
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